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“Todos mis camaradas se manifiestan”

6 de junio: en el Parque Gezi, manifestantes plantan flores con el diseño del símbolo de "paz y amor". Keystone

El politólogo Can Büyükbay, la jurista Sibel Arslan y Leyla Gül, cosecretaria general del Partido Socialista Suizo: procedentes los tres de Turquía, esperan que las manifestaciones conduzcan a cambios duraderos en su país natal. Sin embargo, no todos los turcos en Suiza lo ven de esa manera.

La confrontación entre los diferentes proyectos sociales y políticos en Turquía, país que ha experimentado un fuerte avance económico bajo el liderazgo del primer ministro Erdogan, mantiene en ascuas a la comunidad turca en Suiza.

Con una docena de amigos, Can Büyükbay, quien prepara su doctorado en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Zúrich, sigue los acontecimientos prácticamente de manera permanente, especialmente a través de las redes sociales Facebook y Twitter.

“El primer día de las manifestaciones en Estambul, encontramos innumerables videos que mostraban a personas lesionadas atendidas en las mezquitas”, narra Büyükbay. Considera que esas informaciones son totalmente dignas de crédito dado que fueron difundidas por organizaciones defensoras de los derechos humanos. Él y su grupo transmiten informaciones sobre Turquía a los medios suizos de comunicación.

Muchos de sus conocidos se cuentan entre los manifestantes. “De los 300 camaradas y amigos de la escuela secundaria a la que asistí en Estambul, todos están ahí”.

Generadas en un principio por inquietudes ambientalistas y anticapitalistas, las manifestaciones se convierten en un amplio movimiento social con “un potencial significativo”. Las esperanzas del politólogo se basan particularmente en una red académica formada recientemente y que reúne, según dijo, a la casi totalidad de médicos, abogados, estudiantes o doctorandos.

“Prácticamente, todos se han convertido en periodistas para reunir videos y enviarlos a los medios internacionales de comunicación”, continúa. Esto es especialmente importante ya que los medios turcos, al principio, habían guardado silencio sobre el número de muertes entre los manifestantes.

Can Büyükbay espera que el movimiento social se transforme en una fuerza política bajo la forma de un nuevo partido. “Dada su muy heterogénea composición, no será sencillo elaborar un programa político. Pero es esencial crear un nuevo partido, puesto que Erdogan se mantiene obstinadamente en su posición”.

A finales de mayo, una veintena de ecologistas instalan un campamento en el  Parque Gezi, junto a la plaza Taksim, en Estambul, para protestar contra el proyecto de un centro comercial cuya construcción implicaría la destrucción de uno de los raros espacios verdes del centro de la ciudad.

La policía interviene duramente para demoler el campo y el movimiento de protesta se extiende. Como bola de nieve, alcanza la capital, Ankara, y prácticamente todas las ciudades importantes del país.

Según las informaciones reunidas por Can Büyükbay, las operaciones de policía habrían causado ya más de 4.000 lesionados.

De acuerdo con la Federación de Médicos Turcos, el saldo de los enfrentamientos sería de casi 5.000 heridos y tres muertos entre los manifestantes. Un policía también habría perecido al caer de un puente.

Por azar, en el corazón del movimiento

Quiso el azar que Sibel Arslan estuviera in situ al inicio de las manifestaciones masivas. Esta representante del partido de los Verdes en el Parlamento de Basilea viajaba en el marco de un proyecto de colaboración entre las ciudades de Basilea, en Suiza, y Van, en Turquía. Pero, por cuestiones privadas, se quedó unos días en Estambul. “Allí, amigos y periodistas me dijeron: ‘Ven con nosotros al Parque Gezi, centenares de personas protestan contra la tala de árboles”, narra desde Turquía, vía telefónica.

La víspera del 31 de mayo, Sibel Arslan dejaba Estambul en dirección de  Van, donde debía participar el 1 de junio en la apertura de un proyecto de formación de mujeres. Una media hora después de la salida, la policía recurría a  la fuerza contra los contestatarios.

“Esta es la generación de la década de 1990, los jóvenes no están en absoluto de acuerdo con lo que está sucediendo en Turquía. Tratan de obtener derechos y libertades a través de medios pacíficos. Actualmente, la gran sorpresa es que no son apolíticos, como se pensaba”.

Nunca se había producido un movimiento de protesta tan grande, añade Sibel Arslan. Reúne a todo el mundo: estudiantes, músicos, artistas, periodistas, hinchas del fútbol, mujeres en lucha por el derecho al aborto, organizaciones de  gays y lesbianas, partidarios de Atatürk, alevitas, sunitas, turcos y kurdos. “Muchos de ellos habían sufrido la violencia policial, lo que reunió grupos que no se frecuentaban antes”.

“Portador de cambio y esperanza”

Leyla Gül, cosecretaria general del Partido Socialista Suizo (PS), que vive en Berna, sigue los acontecimientos en los medios de comunicación suizos y alemanes, Facebook  y Twitter, pero también a través de sus contactos en Estambul. Sin embargo, preferiría estar allá para participar en los eventos.

“Este movimiento es portador de cambio y de esperanza, es lo que me emociona. Con el tiempo podremos medir su fuerza”, agrega la joven. Manifiesta también su esperanza en que los hechos actuales generen una politización permanente de la joven generación y en que renazcan la democracia y la participación en Turquía. “Hasta ahora, era más bien una élite la que se preocupaba por la política, el resto de la población se mostraba más o menos indiferente. Sería bueno que las cosas cambiaran, inclusive para la élite política”.

 En los últimos días, los turcos de Suiza han realizado diversas acciones de Solidaridad en Zúrich, Berna y Ginebra. “Taksim en todas partes, resistencia en todas partes”, se leía en una pancarta en Zúrich. Las organizaciones, que llaman a acciones pacíficas, se sitúan principalmente a la izquierda.

Las profundas divisiones sociales que existen en Turquía se encuentran también entre la diáspora, como se puede constatar con la lectura de los reportajes de la prensa suiza.

Muchos turcos no están en absoluto de acuerdo con esas manifestaciones masivas. O bien, simplemente no quieren hablar de ello. “Lo que sucede en Turquía debería permanecer en Turquía”, dijo, por ejemplo, el representante de una asociación islámica turca al diario bernés Der Bund.

Fracturas

Pero las fracturas que dividen a la sociedad turca se manifiestan también en la diáspora en Suiza. “Las manifestaciones son un error y solamente pueden hacer daño a Turquía”, indica un portavoz de la Federación Suiza de los Turcos-Islámicos, perteneciente a la Comunidad  de Organizaciones Islámicas de Suiza en Zúrich. Al pedido de sus argumentos, la respuesta es lacónica: “No hay problemas en Turquía”. Fin de la conversación.

Por su parte, la Fundación Cultural Islámica de Basilea responde: “Nosotros no nos metemos en la política de Turquía”, ningún posicionamiento tampoco de la Asociación Turca en Suiza, que reúne a la mayor parte de agrupaciones y federaciones de Turquía en Suiza.

Un político local de derecha, de origen turco, tiene ciertamente una posición, sin embargo, declina expresarla públicamente porque, dice, no puede permitirse pasar una semana en una prisión turca.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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