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La basura está llena de valiosas materias primas

Montagne di plastica
En Suiza, solo se recibla el 10% de los desechos plásticos. swissinfo.ch

Suiza está sumergida en una marea de plástico: cada habitante genera 125 kilogramos de desechos de este material al año. Las autoridades apuestan por la incineración, pero las empresas proponen soluciones de reciclaje más innovadoras. Una de ellas es la InnoRecycling, de Turgovia, ganadora del Premio Suizo de la Ética hace dos años.

“Desde que inició la recolección de papel, vidrio y otros desechos, Suiza se ha jactado de ser campeona del reciclaje. La realidad es otra. Si consideramos el porcentaje de desechos que reciclamos actualmente, en los últimos años nos encontramos detrás de varios países europeos”, afirma Markus Tonner, director de InnoRecyclingEnlace externo.

Las tasas de aprovechamiento alcanzan niveles muy altos en el reciclaje de botellas de vidrio (93%), aluminio (91%), embalajes PET (83%) y papel (81%). Sin embargo, Suiza solo recicla el 10% del plástico que utiliza (la mayor parte es PET), mucho menos que otros países europeos como Alemania (40%) o Austria (50%).

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Tubos y cemento

“Por múltiples razones, nos hemos concentrado exclusivamente en el tereftalato de polietileno (PET), pero hay otras materias plásticas que también son propicias para el reciclaje”, destaca Markus Tonner. Su empresa, InnoRecycling, con sede en Eschlikon, en el cantón de Turgovia, es una de las pocas en Suiza especializadas en esta tarea:  sus fábricas procesan casi 20 000 toneladas de plástico al año.

InnoPlastica, empresa hermana de InnoRecycling, selecciona manualmente las materias provenientes de la industria y las empresas de artesanos, que habitualmente generan un volumen importante de desechos, y las transforma en gránulos. Estos se usan fundamentalmente para fabricar bolsas de plástico, así como tubos de escape, de irrigación y también para la protección de cables e instalaciones eléctricas. El resto (17%) sirven para la producción de cemento, en reemplazo de los combustibles fósiles.

El plástico que generan los hogares, en menor volumen, es enviado a Austria y a Alemania, en donde empresas dotadas de las instalaciones necesarias realizan una clasificación automática. “Tenemos el proyecto de instalar un sistema similar aquí. Pero para que sea rentable necesitamos colectar al menos 10 000 toneladas de plástico al año en los hogares. Y hoy solo conseguiríamos 4 500 toneladas en Suiza”, explica Tonner.

Markus Tonner
Markus Tonner, responsable de InnoRecycling. InnoRecycling

El plástico que generan los hogares, en menor volumen, es enviado a Austria y a Alemania, en donde empresas dotadas de las instalaciones necesarias realizan una clasificación automática. “Tenemos el proyecto de instalar un sistema similar aquí. Pero para que sea rentable necesitamos colectar al menos 10 000 toneladas de plástico al año en los hogares. Y hoy solo conseguiríamos 4 500 toneladas en Suiza”, explica Tonner.

La estética tiene prioridad

Los desechos plásticos de los hogares podrían ser fácilmente reciclados, según el jefe de InnoRecycling. Entre los embalajes y latas que se tiran a la basura, básicamente se encuentran seis tipos de plástico: tereftalato de polietileno (PET), polietileno (PEHD), polietileno de baja densidad (PELD), polipropileno (PP), poliestireno (PS) y plásticos mixtos. El problema es que numerosos embalajes, tapas y etiquetas contienen diversos tipos de plástico, frecuentemente incluso fusionados, lo que complica la separación de materiales. Esto obliga a tirar entre el 30 y el 50% de estos desechos, que solo pueden ser usados para la producción de cemento.

Ciertos fabricantes han comenzado a producir embalajes de un solo material. Para la mayoría de los actores de la industria y del comercio, sin embrago, la estética de los embalajes aún es más importante que el reciclaje y la protección medioambiental”, critica Markus Tonner. Todavía queda un largo trecho por andar, añade, porque otro problema es la limitación en el uso de los colores. Actualmente, en la mayoría de los casos, el reciclaje solo permite la posterior fabricación de productos en un plástico gris o negro.

En la fábrica de Eschlikon, el plástico que se recibe se subdivide en 120 calidades distintas según su material, color, tamaño, nivel de limpieza, etc. Un trabajo complejo, pero de gran utilidad. “En Suiza, el 90% del plástico se incinera. Si se reciclara, las emisiones de CO2 podrían reducirse en 1,8 millones de toneladas al año”, afirma Tonner.

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El interés de las comunas

Alemania y Austria disponen de una ley relacionada con los embalajes que obliga a la industria y a los comercios a poner en circulación solo productos ecológicos y reciclables. En Suiza, en cambio, las autoridades prefieren procesar el plástico en las 30 plantas de incineración que son propiedad de los cantones y las comunas (municipios).

“Los organismos públicos están interesados en que sus instalaciones mantengan un elevado nivel de rendimiento. Cuando queman los desechos, la incineración produce energía (calor y electricidad). Sin el plástico, que es un excelente combustible, [estas plantas] generarían y venderían mucha menos energía. Además, como las comunas cobran un impuesto sobre las bolsas de basura, si el plástico –que representa el 50% del volumen de los desechos– se reciclara, perderían la mitad de sus ingresos”,  anota Tonner.

El problema es que el actual sistema de incineración presenta al menos dos grandes inconvenientes si se compara con el reciclaje. Primero, al final del proceso aún quedan escorias que deben almacenarse en algún sitio. Segundo, las incineradoras destruyen toda la energía gris, es decir, la energía necesaria para producir el plástico. Con el reciclaje se preservan el material y su energía.

El valor de los desechos

Hace algunos años, el responsable de InnoRecycling decidió ir más lejos y lanzó una bolsa especial para recolectar solo el plástico. Hoy, más de 200 comunas han adoptado esta bolsa cuyo valor es ligeramente inferior al de las bolsas de basura normales. Gracias a esta iniciativa, la empresa de Turgovia obtuvo en 2015 el Premio Suizo de la Ética, que concede la Escuela Superior de Ingeniería y Gestión del cantón de Vaud.

Desde la perspectiva de Markus Tonner, este reconocimiento demuestra un cambio de mentalidad, aunque queda mucho camino por recorrer para concienciar a los distintos actores de la sociedad. “Debemos aprender que nuestra basura no contiene desechos, sino materias primas. Y que las materias primas tienen un valor, especialmente en un país que es pobre en recursos naturales como Suiza”.

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Traducción del francés: Andrea Ornelas

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