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Cachemira a precio justo para una Navidad más dulce

Obreros mongoles preparan la lana cachemira para la exportación. Keystone

Otrora producto de lujo, la cachemira está hoy al alcance de todos los bolsillos. Pero su democratización no exenta de daños las zonas de Asia donde se produce. Para reconciliar espíritu de Navidad y desarrollo sustentable, una única solución: añadir el precio.

Codiciada por nuestras abuelas, la cachemira ingresa ahora en los guardarropas de todo el mundo. La exponen en los escaparates de almacenes de lujo y de alta gama, pero también en las tiendas departamentales.

Desde hace algunas décadas, las importaciones de cachemira se han incrementado en Suiza. Según la Administración Federal de Aduanas, que las contabiliza de manera separada desde 2002, las compras de jerséis y otros artículos en cachemira ascendieron a 183 toneladas en 2008, contra solamente 93 toneladas en 2002. Procedencia principal: China e Italia.

En Europa, Estados Unidos y Japón, la tendencia es idéntica. Obedece en mucho a la liberalización del sector textil registrada en 2005, con la supresión de cuotas para las adquisiciones procedentes de Asia.

Mongolia-Interior, una región autónoma del norte de China, y Mongolia producen el 90% de la cachemira vendida a escala mundial. In situ, el aumento de la demanda no ha excluido consecuencias. Ecológicos y sociales.

¿30 ó 210 euros la bufanda?

“China y Mongolia pasaron de 2 millones de cabras en los años cincuenta a 22 millones en la actualidad. Eso afecta el ecosistema, en la desertización, por ejemplo. Para responder a la demanda, se multiplicaron los rebaños. Los ganaderos ascienden a muy elevadas altitudes para alimentar a sus manadas. Si se registran fuertes fríos, mueren los animales y los ganaderos pierden su trabajo”, explican Thomas Vernay.

Residente en Vercors, es uno de los cuatro criadores de cabras cachemira de Francia y posee un rebaño de 150 cabezas. La materia prima que produce, la hace transformar en Italia, uno de los últimos lugares en Europa, con Escocia, donde subsisten los conocimientos técnicos necesarios. Para él, la cachemira a bajo precio no es aconsejable.

“Para vivir de esto, debo vender mis bufandas a 210 euros. En el mercado se encuentran ya, procedentes de China, a 30 euros. Estos productos, cuya calidad no está a la altura, se hacen a costa de las condiciones de vida de los productores y transformadores mongoles y chinos.”

No hay marca reconocida

Como siempre en economía, el problema tiene múltiples aristas. Así pues, Mongolia defiende una producción y una transformación local de la cachemira. Con el argumento de que ello permite luchar contra el éxodo rural, deplora las compras a bajo precio de China… la cual vela por sus intereses comerciales, sin por ello descuidar completamente el aspecto ecológico.

“Esta primavera, las autoridades introdujeron un convenio bajo cuyos términos los ganaderos deben alimentar a sus cabras para que ya no pasten en zonas altas”, explica Andreas Knezovic, fundador de ftc cashmere, una marca especializada en la venta de cachemira equitativa. Como consecuencia, numerosos campesinos pobres debieron sacrificar a sus animales, al no poder pagar el forraje.

Por otra parte, el precio de la materia prima se disparó merced a que comenzó a escasear el plumón lanoso en el mercado. La persona adepta a la cachemira y preocupada por el desarrollo sustentable no dispone de ninguna etiqueta fiable para orientar su compra. Contrariamente a lo que ocurre con el algodón, el sector aún no ha creado una certificación reconocida.

“El único medio de garantizar la transparencia es tener su propio centro de producción in situ. En la actualidad, las sociedades de moda no quieren asumir responsabilidades ya que eso significa dificultades en el mercado. Por nuestra parte, consideramos que es necesario respetar la materia prima y a la gente que la produce. Lo que, obviamente, tiene un precio”, explica a Andreas Knezovic, orgulloso de las escuelas que ftc cashmere abrió en su local de producción en Mongolia-Interior.

El modelo del algodón

¿Pero qué sucede con los grandes almacenes que proponen cachemira a precios que desafían cualquier competencia? Manor, que constata en efecto que sus ventas “han aumentado considerablemente en los últimos 10 o 15 años”, indica que se firman algunos convenios con los proveedores, los cuales deben someterse a controles inesperados y a auditorías.

Por su parte, Coop observa también “una transferencia de negocios de otras fibras hacia la cachemira”. El gigante alimentario de Basilea añade que algunos controles se efectúan regularmente para comprobar que sus proveedores chinos cumplen las normas de la Iniciativa para el Cumplimiento de Negocios Sociales (BSCI).

Medidas que Barbara Steudler aprecia, a falta de algo mejor. Fundadora de Nice Future, asociación que milita por el desarrollo y el comercio durables, sueña con respecto a la cachemira, como por otras fibras de origen animal, con un trabajo equivalente al que se hizo en relación con el algodón, con los grandes distribuidores suizos.

“Desempeñaron un papel pionero en colaboración con ONG como Helvetas. Al garantizar la compra a cooperativas de los países del Sur y al establecer sectores transparentes, contribuyen al desarrollo de manera ejemplar”, señala.

Por su parte, Coop, Migros y Manor, estiman que en cualquier caso, la moda de comercio equitativo tiene un potencial de avance. Aunque ninguna de esas grandes marcas prevea por el momento establecer filiales certificadas para las fibras de origen animal. Es una cuestión de tiempo, espera Barbara Steudler, ya que los consumidores “se plantean cada vez más preguntas.”

Carole Wälti, swissinfo.ch
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

En el siglo XIII, Marco Polo descubrió representaciones de estas cabras en cuevas de Mongolia.

Sólo a finales del siglo XVIII y sobre todo en el XIX, su fina lana comenzó a ser comercializada y luego trabajada en Europa.

La producción mundial de cachemira es estimada entre 15.000 y 60.000 toneladas según los años.

China es de lejos el mayor país productor de cachemira bruta, de cachemira fina y de ropa en cachemira.

De hecho, en una de las cinco regiones autónoma chinas, Mongolia Interior, se concentra lo esencial de la producción y de la transformación.

Principalmente desértica, esta zona está cubierta particularmente por el desierto de Gobi.

En el segundo lugar de los productores mundiales de cachemira se encuentra Mongolia (cerca del 30% de la producción mundial).

Vienen luego, con cantidades menores, Irán, Afganistán, Nueva Zelanda, Australia y Escocia.

La cachemira proviene de una pequeña cabra doméstica cuyo origen está en el Himalaya.

Se trata pues de una fibra de origen animal, obtenida a partir de los finos pelos situados alrededor del cuello y bajo el vientre del animal.

De cada animal se pueden obtener entre 200 y 300 gramos. Se requieren entre 400 a 600 gramos para producir un jersey 100 % cachemira.

Al principio, las cabras de las que proviene la lana cachemira fueron criadas a unos 400 metros de altitud en Ladakh y el Tíbet, en el Himalaya.

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