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Vejez, alcohol y depresión: un coctel tóxico

Hombre sentado en una mesa con una copa y una botella de vino
Los alcohólicos tienen sus trucos, sus debilidades y sus ansiedades. Klaus Petrus

Las adicciones en una edad avanzada generalmente se viven en secreto. Las Naciones Unidas hablan de una “epidemia oculta”. He aquí el perfil de un jubilado que cayó en ella y no logra salir.

A las nueve y media de la mañana y después de dos cafés Lutz (café con brandi), la paz vuelve lentamente al espíritu de Hans-Peter Koller *. Una hora más tarde, se siente como entre algodones. Luego llega la hora del almuerzo: cómo negarse una copa de vino tinto y otra de aguardiente mientras mira las noticias. Después de su siesta, va a hacer las compras. Los lunes y jueves, Hans-Peter se encuentra con un conocido para tomar una o dos copas. Hay agua mineral con gas para la cena, pero más tarde, cuando su esposa se va a la cama, Hans-Peter saca otras botellas, principalmente de vino tinto y de algo más fuerte.

Tres cafés Lutz, una copa de vino blanco, ¾ de una botella de tinto: esta es más o menos la dosis diaria, resume el jubilado de 69 años. “Pero a veces es el doble, con un poco de ginebra”.

Se habla poco de los ancianos y sus adicciones. Pero el nuevo informe de la ONU sobre drogas llama la atención acerca de este punto. “La pandemia ha causado graves daños en la salud y el bienestar de las personas mayores. Sin embargo, también hay una epidemia oculta de consumo de drogas en este grupo de la población”, declaróEnlace externo recientemente en Viena Cornelis de Joncheere, presidente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). El consumo de drogas y las muertes relacionadas entre las personas mayores han aumentado, dijo el experto, lo mismo que el número de aquellos que reciben tratamiento por toxicomanía”.

En su informe anual, la JIFE atribuye el aumento del consumo de drogas en la vejez, más que entre los jóvenes, al envejecimiento de la generación del baby boom en los países ricos.

Depresión, insomnio, soledad

Las cifras en Suiza también son alarmantes. Según la Oficina Federal de Salud Pública, una cuarta parte de las personas mayores de 65 años beben alcohol todos los días. Una cifra que supera el consumo medio en cualquier otro grupo de edad de la población. Alrededor del 7% de los jubilados abusan del alcohol de forma crónica y arriesgada, con más de cuatro copas por día.

Hombre mayor delante de una copa de vino
Klaus Petrus

Aproximadamente un tercio lo hace al jubilarse. La depresión, el insomnio, las dificultades económicas, la muerte del cónyuge, la soledad o el sentimiento de ya no ser útil a la sociedad se encuentran entre las causas más frecuentes de esa situación.

Así ha sido para Hans-Peter Koller. Cuando se jubiló en 2015, después de tres décadas de trabajar como almacenista en Swiss Post, se volvió cada vez más reservado y empezó a cuestionar su propia vida. No empezó a beber en un día en particular, señala, ni en un mes o año en particular. El alcohol llegó por sí solo, de una manera insidiosa, gentil y placentera. Incluso antes de jubilarse, a veces se sentía abrumado por una inquietud que surgía casi de la nada. “¿Debo ir al médico, me siento raro?”, preguntó alguna una vez a su esposa. “No, es solamente el miedo al vacío”, le respondió.

Vino barato transvasado

Cuando se jubiló, Hans-Peter comenzó a sufrir de insomnio, a reflexionar y a sentir ansiedad, presa de un miedo sordo que lo iba ganando. El médico le recetó un medicamento Temesta, que lo ayudó. Con una copa de vino, dormía como un tronco. “Quizás ese fue el comienzo”, dice hoy.

En su primer año como jubilado, Hans-Peter Koller bebía principalmente fuera de casa, lo que era caro. Hoy conoce todas las tiendas Denner (cadena de comercios conocidos por su variedad de licores baratos) en Berna y sus alrededores. Alterna los supermercados porque no quiere que lo noten cuando llena su bolsa de la compra: un Beaujolais por 4,20 francos, dos Merlots por 2,90, una botella de ginebra por 9,90, más agua mineral, tomates enlatados y encurtidos.

A veces se lleva un Rioja cuando hay una oferta especial a 12,95 en lugar de 19,50, “solamente por el envase”. Una vez que se bebe la botella, Hans-Keller la llena hasta el borde con alcohol barato y la pone sobre la mesa para el almuerzo. Una botella de Rioja dura casi una semana, por lo que Hans-Peter Koller salva las apariencias.

La primera vez que transvasó el contenido de una botella de Dôle barato con un embudo de plástico rojo para volver a hacerlo al día siguiente, se dijo: “Esta vez eres un borracho”. Esto sucedió hace tres años.

Cambios

Fue entonces cuando Hans-Peter empezó a cambiar. Ya no se rasuraba temprano por las mañanas, sino por las tardes. Posponía sus citas, perdía las facturas, las llaves, ya no iba al peluquero y se encolerizaba contra sí mismo. Pronto perdió el gusto de verse.

 “La adicción es un tema tabú. Muchos de los afectados luchan contra la vergüenza y llevan una especie de doble vida” Jonas Wenger, experto en adicciones

Una vez, por la noche, pasó directamente del sofá a la cama, en pantalón y camisa con pantuflas, ebrio y triste. Al día siguiente, su esposa lo miró, movió la cabeza y le dijo que se hacía viejo. La evaluación le sentó bien; desde entonces, hace el papel de idiota frente a Hildegard, con quien está casado desde hace más de 40 años. Por supuesto, su esposa sabe exactamente que es una farsa. Pero no quiere admitirlo. “Simplemente hacemos como si todo fuera normal”, confía Hans-Peter.

Jonas Wenger de Fachverband Sucht, la plataforma de habla alemana que reúne a especialistas en adicciones, conoce el problema. “La adicción es un tema tabú. Muchos de los afectados luchan contra la vergüenza y llevan una especie de doble vida. Además, la adicción a menudo se minimiza, especialmente entre las personas mayores”.

El especialista ve esto como un problema importante, ya que las consecuencias insidiosas del consumo de alcohol a menudo no son evidentes. “Muchos de los síntomas que pueden acompañar a la adicción al alcohol, como el olvido, la confusión o las caídas, son similares a los síntomas comunes de la vejez. Como resultado, el consumo de alcohol a menudo pasa desapercibido durante mucho tiempo”.

“Las prohibiciones son inútiles”

A esto se suma el hecho de que no se quiere imponer una forma de conducta a los mayores ni negarles un “una copita”. “La política de lucha contra las adicciones de los últimos años y décadas nos ha enseñado que las prohibiciones son inútiles”, dice Jonas Wenger. Las personas mayores también pueden beber por placer. En última instancia, dice, el objetivo es permitir que las personas afectadas controlen su consumo de alcohol y recuperen su autonomía, en la medida de lo posible.

Se trata de encontrar un equilibrio entre el reconocimiento de la autodeterminación de una persona y su derecho a la atención. “Es importante que los familiares o profesionales informen a las personas afectadas sobre su adicción y las apoyen en sus decisiones” dice Jonas Wenger. Está convencido de que las personas mayores en particular han acumulado mucha experiencia de vida y recursos suficientes que pueden activar para protegerse de las adicciones. “Pero para que esto suceda, las personas afectadas deben estar preparadas para lidiar con su adicción y obtener ayuda”, dice.

Desde que Hans-Peter Koller empezó a beber tanto que temblaba por las mañanas y titubeaba por las noches, la alegría y la melancolía se suceden rápidamente. A veces, el alcohol lo calienta tanto que se siente confiado, ligero, incluso divertido, como si pudiera dominar el mundo. En otras ocasiones, que son cada vez más recurrentes, todo se ensombrece frente a él, la gente del autobús, el periódico en la mano o la mujer a su lado.

“Abuelo, apestas”

A menudo se hace tarde, las noches se vuelven largas y se pregunta: “¿Alguna vez he jugado un papel importante al menos una vez en mi vida?”. Siempre llegó a tiempo al trabajo; siempre fue un esposo y padre confiable, tranquilo, discreto y humilde. Hans-Peter Koller sabe que parece un llorón, pero esta pregunta lo persigue, al igual que sus pensamientos sobre las guerras, el cambio climático, las pandemias y los niños que mueren simplemente porque tienen hambre.

“Quizás realmente tengo depresión geriátrica”, comenta encogiéndose de hombros. Su médico utilizó recientemente ese término, que le sonó extraño. Solamente una vez pensó en dejar de beber -cuando Elio, el más pequeño de sus nietos, le dijo: “abuelo, apestas”. Se sintió avergonzado. Pero, murmura Hans-Peter Koller, de alguna manera, debe deshacerse primero de esos negros pensamientos que vienen sin el vino y se quedan con el vino.

* Nombre ficticio

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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