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Suiza como Disneyland y centro de modelos arquitectónicos

Stanislaus von Moos
"La producción de edificios cada vez más originales se ha convertido en un problema", afirma el experto en teoría de la arquitectura Stanislaus von Moos. BAK, Florian Spring

Stanislaus von Moos, ganador del premio Meret-Oppenheim, ve en Suiza una especie de laboratorio arquitectónico que también produce mucha obra descartable.

Stanislaus von Moos tenía 28 años cuando escribió su primer libro. Enseñaba como joven historiador del arte y teórico de la arquitectura en el Centro Carpenter de la Universidad de Harvard. Su libro ‘Le Corbusier: Elementos de una síntesis’ fue en 1968 la primera obra de conjunto crítica aparecida después del fallecimiento del célebre arquitecto suizo, obra que más tarde se convertiría en una referencia obligatoria. 

Al tiempo que publicó su obra sobre Le Corbusier, von Moos descubría en sus excursiones con sus alumnos el caos deslumbrante de los suburbios estadounidenses. “El libro ‘Aprendiendo de Las Vegas’ de los arquitectos Robert Venturi y Denise Scott Brown fue todo un descubrimiento para mí porque en él se desarrollaba un vocabulario que permitía descifrar el cotidiano norteamericano”, recuerda von Moos.

Von Moos aprendió a apreciar la lógica de los lugares extraños y su belleza espantosa. En este sentido es digno de mención que, más tarde, el reconocido académico suizo describió su país como “Disneyland”, argumentando que la cultura arquitectónica suiza se estaba dirigiendo cada vez más al espectáculo.

En nuestro vídeo, von Moos nos explica su casa:

En contra de la autorrealización arquitectónica

Entre 1983 y 2005, siendo profesor de Arte Moderno y Contemporáneo en la Universidad de Zúrich, von Moos formó a generaciones de estudiantes. Muchos de sus antiguos discípulos son hoy personajes eminentes del mundo del arte, entre los cuales destaca Martino Stierli, que hoy trabaja como conservador jefe de la Sección de Arquitectura y Diseño del Museo de Arte Moderno en Nueva York. 

En el fondo, von Moos quería ser arquitecto. Fue por esta razón que, después de aprobar la selectividad, empezó a estudiar arquitectura en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Pero dudaba de su talento. Por eso, después de dos semestres, decidió interrumpir la carrera para dedicarse al estudio de la historia del arte y de la arquitectura en la Universidad de Zúrich. “Ahora me siento muy cómodo al no haber dejado ninguna huella material tangible”, dice hoy en retrospectiva.

La autorrealización arquitectónica es un horror para von Moos. “La construcción de obras cada vez más originales se ha convertido en un problema”, dice. Con la promoción a lo grande de la arquitectura suiza en las décadas de 1970 y 1980, a la que él mismo había contribuido como redactor de la revista Archithese, muchos arquitectos y arquitectas se convirtieron, de repente, en personalidades en el ámbito regional y cantonal, realizando a veces obras espantosas que no se hubieran debido construir, asevera.

La riqueza de Suiza hace posible muchas cosas, explica von Moos. “Suiza es una especie de centro de modelos arquitectónicos en Europa. En realidad, se experimenta muchísimo aquí, lo cual se traduce en una gran masa de complejas y costosas construcciones insignificantes. Un ejemplo es la variedad de formas que existe en el sector de las casas uni y plurifamiliares. Cuanto más se aleja uno de los centros, más se amplifica el caos arquitectónico”, concluye.

KKL Lucerna
El Centro Cultural y de Congresos de Lucerna (KKL), de Jean Nouvel, sigue convenciendo a von Moos. Keystone / Desair, Heinz Leuenberger

Von Moos se abstiene de citar otros ejemplos, aunque sí menciona el centro cultural LAC en Lugano. En el concurso de 2011 habían participado 130 gabinetes de arquitectura. Al final ganó Ivano Gianola. Von Moos describe el grupo de edificios diseñado por este arquitecto tesinés como un “borrador alegre” que nunca se trazó por completo y que se terminó construyendo en la fase del primer bosquejo de ideas, porque, al parecer, había suficiente dinero.

Sin embargo, lo que a von Moos le parece llamativo es que los bancos, a pesar de la gran riqueza que atesoran, suelen tener sedes sorprendentemente discretas desde el punto de vista arquitectónico: “En este país, los bancos no son promotores interesantes. Apenas han dejado huella digna de mención en el patrimonio cultural nacional de los últimos setenta años”, incide.

La buena arquitectura necesita constructores capacitados

Von Moos está convencido de que la buena arquitectura solo se logra con constructores capacitados. Un ejemplo ilustrativo para ello es el Centro de Cultura y Congresos de Lucerna (KKL, por sus siglas en alemán). Thomas Held acompañó y controló de forma detallada todas las fases del proyecto, y 25 años después de su inauguración, el imponente buque insignia de la cultura aún convence, incluso en los detalles, considera von Moos.

Stanislaus von Moos está lleno de elogios para la precisión y el cuidado, para el acabado perfecto y la audacia del diseño. Especialmente en la realización cuidadosa es donde a menudo suceden los fallos, incluso en las construcciones del arquitecto tesinés Mario Botta, que él tanto aprecia. Botta pone el énfasis en las grandes formas y no cuida mucho los detalles, señala.

Kulturzentrum LAC in Lugano.
Von Moos sostiene que el centro cultural LAC de Lugano no ha sido suficientemente bien diseñado y parece ser como un “borrador”. View Pictures Ltd

Todo lo contrario sucede en el caso de los arquitectos estrellas Jacques Herzog y Pierre de Meuron, de Basilea. Al igual que Botta, trabajan en todo el mundo, desde París hasta Pekín, pero logran mejores resultados en este aspecto, dice von Moos, y añade: “No todo lo que hacen me gusta, pero jamás he visto un edificio que no hayan planificado y realizado minuciosamente.”

En colaboración con el arquitecto Arthur Rüegg, von Moos se atrevió a entresacar 25 de los 570 edificios realizados por los maestros basilenses para examinar su método de diseño y su visión ambivalente del entorno construido. El libro “Veinticinco veces Herzog y de Meuron” se publicará en este primer semestre del año.

Cambiar el mundo con buena arquitectura

Stanislaus von Moos empezó muy pronto a interesarse por la arquitectura y, en particular, por Le Corbusier. Por una parte, su padre escribió, como director del grupo WERK de la Suiza interior, un primer artículo sobre la capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp diseñado por Le Corbusier; y, por otra parte, von Moos tuvo la suerte de que, a los 17 años, cayera en sus manos una edición de ‘Arquitectura y comunidad. Diario de un desarrollo’ de Sigfried Giedion. El opúsculo del arquitecto suizo —que era una Biblia para von Moos— se dedica a los protagonistas que querían cambiar el mundo a través de la arquitectura, la buena arquitectura, y hace especial mención del gran Le Corbusier.

Junto con un amigo, von Moos se subió a una moto de la marca Vespa para visitar el monasterio La Tourette cerca de Lyon y la urbanización “Unité d’habitation” en Marsella, proyectados por Le Corbusier. La “Unité” es un verdadero santuario para von Moos, por eso la visita cada cinco años. Más tarde, durante su época estudiantil, von Moos trabajó como asistente de Sigfried Giedion y se familiarizó con las casas Doldertal. El encargo para la construcción de este complejo residencial en 1935 lo había dado el propio Giedion a los arquitectos Alfred y Emil Roth, que lo realizaron en colaboración con Marcel Breuer.

Las casas Doldertal fueron un manifiesto del movimiento alemán “Neues Bauen” (Nuevo edificio) en Suiza. Se trata de un conjunto de casas que celebra el confort luminoso, a la vez que abre la vista hacia la corona de árboles en el valle de Wolfbachtobel, aunque sin asociarse con el entorno construido. Desde el año 1986, el propio von Moos vive en una de las casas Doldertal.

Texto adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela

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