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Transparencia o colapso, futuro de la banca suiza

La sobriedad y discreción de los bancos suizos se advierte en la entrada al UBS en Zúrich. Ex-press

En 2016, la banca helvética podría perder de golpe hasta 45% de los fondos europeos que administra si no se ajusta a las reglas de fiscalidad del ahorro de la UE.

La advertencia es lanzada por el Instituto de Investigación Coyuntural de Zúrich, KOF, y por la Universidad austriaca de Linz. Para resolver este problema, un primer proyecto conocido como Rubik está sobre la mesa.











Suiza, la tercera plaza financiera más importante del mundo después de Nueva York y Londres, administrará en 2012 alrededor de 1.400 millones de francos suizos de clientes europeos.

Sin  embargo, hasta la mitad de esos recursos podrían abandonar la banca helvética en 2016, si Suiza no reforma sus sistema financiero para adecuarlo a las reglas de fiscalidad del ahorro que operan en la Unión Europea (UE).

La anterior es la conclusión a la que llegaron (20.12) Teodoro Cocca, Director de Gestión de Empresas de la austriaca Universidad de Johannes Kepler, y el Instituto de Investigación Coyuntural de Zúrich (KOF), en un trabajo colegiado destinado a estimar el efecto que tendría sobre la banca suiza la irremediable apertura a la que se dirige, con el implícito intercambio automático de información fiscal entre gobiernos para frenar la evasión.

Una política que Suiza rechaza, y cuyas consecuencias, a juicio de los expertos académicos, podría ser devastadoras para sus bancos.

Más transparencia

Para Suiza, el nivel de apertura al que ha llegado en 2010 rebasa ampliamente lo que habría imaginado hace una década.

En marzo del 2009 anunció la flexibilización de su secreto bancario, acicateada por la presión de Alemania, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos (EE UU), que en el marco del G-20, solicitaron a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que incluyera a Suiza en una ‘lista gris’ de paraísos fiscales.

La voluntad política helvética y la firma de 12 acuerdos para evitar la doble tributación, bajo reglas de la OCDE, devolvieron a Suiza su sitio en la ‘lista blanca’ en el otoño del 2009.

Pero la UE no quita el dedo del renglón.

Y Suiza y su política tributario es férreamente cuestionada desde Bruselas debido a que encubre cuentas opacas y otorga trato de privilegio a las grandes empresas extranjeras.

De acuerdo con datos del Ministerio de Finanzas (DFF), mientras un corporativo británico pagaría impuestos por el equivalente a 28% de su facturación en Londres, la misma empresa pagaría solo 12,5% de sus ingresos si se estableciera en Suiza. Y si se tratara de una compañía equivalente, pero de origen suizo y operando en la propia suiza, la tasa que pagaría sería de 24%.

Con respecto a los inversionistas, aquellos que no declaran sus cuentas en casa se ahorran en el presente el pago de un impuesto equivalente al 25% de las ganancias que obtienen.

Intercambio automático

En el ámbito estrictamente bancario, Cocca y KOF consideran que para el 2016 será un hecho que Suiza tendrá que intercambiar información fiscal con otros gobiernos de forma automática -debido a la presión internacional- si no consigue otro tipo de transición hacia la transparencia.

Y sin sugerir cuál sería la mejor de las alternativas, afirman que corresponde al gobierno diseñar una reforma financiera que responda a una nueva e irreversible realidad.

Cabe recordar que en el presente Suiza solo entrega información sobre los clientes de sus bancos a otro gobierno si media una presunción de evasión, o fraude, y si existe una denuncia formal de este delito.

Una política que defendió Hans-Rudolf Merz como ministro de finanzas –cargo que ejerció hasta el cierre de octubre- y que hoy tiene su sucesora, Eveline Widmer-Schlumpf.

Cocca y el KOF estiman que la batalla será ganada por la UE en el mediano plazo, y afirman que las pérdidas serían equivalentes al 1,2% del PIB para el país –en 2016- y refieren que la economía entraría en recesión en 2017.

Rubik, un camino

En el presente, un proyecto conocido como Rubik, defendido por la Asociación de Banqueros Extranjeros en Suiza (ABES) e inspirado en el cubo tridimensional que exigía agrupar en cada cara un color diferente, busca resolver este problema antes de que estalle la bomba de tiempo. El gobierno y los banqueros analizan la conveniencia de aplicar un impuesto liberatorio.

Esto es, los bancos asumen el compromiso de retener los impuestos que deben pagar sus clientes extranjeros y los transfieren al fisco de estas naciones, pero sin revelar el nombre de sus clientes.

Un proyecto considerado como riesgoso y complejo porque implicará gravar tres tipos de ingresos (intereses, dividendos y ganancias de capital) y concertar con cada uno de los 27 gobiernos de la UE la tasa que debe retenerse y la forma de transferir los recursos.

El tema, aún en ciernes, será debatido por el Parlamento durante el próximo verano.

El gobierno suizo y los banqueros privados proponen que Suiza acuerde con países terceros la tasa de impuestos que deberá retener a sus ciudadanos con cuentas en Suiza. Y transferirá el pago de impuestos sin revelar la identidad del cliente.

Las ventajas, según los banqueros suizos, es el respeto a la esfera privada del cliente. Lo que le evitará riesgos de persecuciones judiciales.

Desventajas, la fiscalización será compleja y costosa debido a que cada país aplica reglas diferentes. Los costos implícitos en cumplir con este compromiso podrían superar los 500 millones de francos anuales.

La plaza financiera suiza genera

12% del PIB

195.000 empleos

El impuesto liberatorio, o proyecto Rubik, ha sido concebido como un gravamen retenido por los bancos a los clientes extranjeros del sistema financiero, que sería pagado de forma automática y anónima al fisco de los otros países.

Aplicaría a personas físicas, pero también a empresas o fundaciones. Y gravaría los intereses derivados de las inversiones, pero también todo tipo de dividendos y otras percepciones de capital ligadas a gestiones financieras en Suiza.

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