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Una tregua después de los sangrientos combates en Líbano

El ejército libanés se despliega en las calles de Trípoli en el segundo día de enfrentamientos intercomunitarios. Keystone

Cuando la situación parecía tranquila en Líbano tras la elección de un presidente el 25 de mayo, dos facciones rivales se enfrentaron recientemente en Trípoli. El ejército pudo detener los combates.

François Barras, embajador suizo en Beirut desde hace 2 años, suele decir que “Líbano es un país maravilloso, pero que no hay que tomarlo a la ligera”. Reportaje.

Los últimos acontecimientos le dan la razón. Tras meses de bloqueo institucional, la elección de un presidente parecía haber calmado las tensiones. Sin embargo, el domingo y el lunes pasados (22 y 23.06) paramilitares sunitas del barrio de Bab al Tabbaneh se enfrentaron a milicianos alauíes del barrio vecino de Jabal Mohsen, en Trípoli.

El lunes por la tarde, el ejército comenzaba por fin a desplegarse en ciertas zonas, permitiendo el establecimiento de una tregua después de dos días de combates que causaron la muerte de nueve personas, según un responsable de los servicios de seguridad.

“Estos combates tienen como origen una vieja contienda entre ambas comunidades”, explica François Barras. “Hay que esperar que se mantenga localizada, pero eso muestra que las cenizas arden y que la situación de la seguridad pública en Líbano todavía no ha sido estabilizada”.

La venganza

“Una vieja contienda”. Es lo que confirma Abou Bilal, sólido combatiente sunita atrincherado en el pasillo de un edificio blanco de una lluvia de metralla. “No hay nada político en esto. Estamos arreglando una vieja cuenta que data de hace diez años. Y fueron ellos los que lanzaron el primer ataque”.

Afirma que en 1987, cuando la guerra civil hacía furor, los alauíes, “armados y comandados por los sirios”, perpetraron una masacre en su barrio matando a mujeres y niños. “No nos detendremos hasta que nos hayamos vengado y ellos hayan depuesto las armas”.

Es poco después de la una de la tarde del lunes y los combates ganan poco a poco en intensidad. En los pasillos de la planta baja de los edificios, mujeres y niños se estrechan unos contra otros sin decir palabra.

Los espíritus y los cuerpos son sacudidos por el tumulto de los tiros y de las explosiones. Un niño llora en los brazos de su madre que se muestra impasible y resignada. Cada uno espera, confía, ruega.

Tensión extrema

Abou Bilal dirige una pequeña tropa de una decena de combatientes armados con kalachnikovs, lanza-proyectiles RPG y granadas. Hay jóvenes milicianos para los que es su bautismo de fuego. En sus rostros, una mezcla de excitación y de miedo. Y luego están los otros. Los que pelean desde hace 30 años, los que jamás dejaron las armas, los que saben.

Es poco después de las 2 de la tarde. Los tiros de ametralladora sobre la pequeña tropa dejaron lugar a ráfagas de armas ligeras. La radio del jefe de la sección crepita, las órdenes prorrumpen. Hay que avanzar, atravesar una calle bajo el fuego de un francotirador.

En espera de su turno, Abou Nasr, 25 años, enfundado en un uniforme negro, intenta una sonrisa imposible. Sus facciones están paralizadas, tendidas al extremo. La orden irrumpe. Corre. Corre tan rápidamente como puede, la cabeza hundida entre los hombros, la espalda encorvada. Por fin, al abrigo del pórtico de enfrente, se vuelve, sonríe.

Logística digna de un pequeño ejército

Todavía un laberinto de pasillos obscuros para evitar las calles demasiado expuestas. En la manzana siguiente, un contingente mucho más importante de combatientes espera casi indolente en la calle, mientras que el jaleo de los enfrentamientos nunca pareció tan cercano.

Algunos milicianos hasta se ponen en cuclillas contra las paredes. El caso es que los edificios aquí son altos y la calle estrecha. Es, pues, poco probable que un RPG (granada propulsada) pueda caer allí. Hombres llegan con víveres, agua, municiones, distribuyen, granadas.

La logística es la de un pequeño ejército. Nada es improvisado, lo que prueba que a pesar del fin de la guerra, el entrenamiento de los milicianos jamás cesó.

Intervención del ejército

Los combates con armas pesadas prosiguen y las explosiones se multiplican. De repente los gritos invaden la calle. Un hombre que lleva apenas un revólver al cinto y que parece ser el comandante del sitio, grita y gesticula para ordenar a todos replegarse en los inmuebles. “Alauíes armados con RPG han sido reparados cerca de aquí y podrían atacar nuestra posición”, explica Abou Bilal.

La información es rápidamente verificada. Menos de un minuto después del repliegue de la tropa, un RPG cae en la esquina de la calle. El retumbo de la explosión comprime una fracción de segundo las cajas torácicas y la calle es instantáneamente invadida por un humo blanco de olor característico. Nuevas órdenes se producen y el contingente se dispersa en pequeños grupos en los callejones bajo el estruendo de las armas.

Son las 16:20 cuando en los accesos de Bab al Tabanneh, la cabeza de una columna de vehículos blindados del ejército hace por fin su aparición. Algunos minutos más tarde empezará su despliegue en la zona, poniendo fin a los combates.

La madre que se hallaba en el rellano de la escalera de un edificio del barrio podrá decir muy pronto a su niño que la pesadilla terminó. Pero no podrá prometerle que no volverá.

swissinfo, Pierre Vaudan, Trípoli
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

Los alauíes son una rama del chiísmo.

Fundado en el siglo IX en Irak, la comunidad ganó en el siglo X la región de Alep.

El gobierno sirio es alauí. En Líbano, representan una pequeña comunidad de 20.000 almas que viven en el norte del país.

La presencia siria durante la guerra civil y luego la ocupación del país durante 15 años por las tropas de Damasco, reforzaron considerablemente su influencia. Disponen hoy de 2 diputados.

Las rivalidades entre los sunnitas y el alauíes provocan regularmente disturbios en Trípoli. Los últimos habían estallado en mayo pasado.

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