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La pulsera electrónica suiza que conquista el mundo

Brazalecte electrónico
El brazalete Geosatis, realizado en plástico y titanio, apenas pesa 180 gramos y cuenta con un cargador móvil. swissinfo.ch

La vigilancia electrónica, menos costosa y más apropiada desde un punto de vista humano y social, se extiende en todo el mundo para condenas de corta duración. La empresa suiza Geosatis, en pocos años, se ha convertido en uno de los principales proveedores internacionales de pulseras electrónicas.    

“Cada vez es más evidente que la reclusión no es la mejor solución para quienes han cometido delitos menores. En la cárcel, corren el peligro de la influencia negativa de presos que han cometido delitos graves. Además se encuentran completamente aislados del mundo. Cuando recuperan su libertad, a menudo se pierden; ya no tienen trabajo y, a veces, ni tan siquiera un hogar”, señala François Vigier, responsable de comunicación de GeosatisEnlace externo.  

François Vigier
François Vigier, responsable de comunicación de Geosatis. swissinfo.ch

“El objetivo de la vigilancia electrónica es ofrecer una alternativa a la prisión, para evitar así la desocialización de las personas que presentan poco riesgo. Se trata de permitirles vivir en casa con sus familias, tener un trabajo y contribuir de manera positiva a la sociedad. Todo esto, si se compara con quienes están aislados en las cárceles, también reduce el riesgo de reincidencia”, explica Vigier.

Una conclusión a la que han llegado muchos países. La vigilancia electrónica (introducida por primera vez en Estados Unidos en la década de 1980), se utiliza o experimenta actualmente en unos 40 países: Suiza, entre ellos. En el mundo más de 350 000 personas portan en sus tobillos pulseras electrónicas. Más de la mitad, en Norteamérica.   

Cárceles superpobladas

Además de que favorece que las personas condenadas mantengan su entorno social, la vigilancia electrónica también se considera un instrumento útil para aliviar el problema de hacinamiento en las cárceles: un problema que afecta a más de la mitad de los países del mundo. La ocupación de las prisiones supera la capacidad legal en un 400% en Filipinas y Haití, en un 300% en Bolivia, Guatemala, Uganda y Zambia, y en un 200% en otros 20 países.

Aunque en menor medida, varios Estados europeos también se enfrentan a la sobreocupación de las cárceles, como se muestra en el siguiente cuadro, que ofrece –a título indicativo– una visión general de la situación en algunos países.

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En Suiza (con una tasa de ocupación del 94%), la situación parece estar bajo control en general. Sin embargo, dado que la ejecución de las penas privativas de libertad es competencia de los cantones, hay diferencias de una cárcel a otra. Con tasas que en algunos casos superan el 150% de ocupación.

Un problema al que hace unos diez años no fue ajeno José Demetrio. Este especialista en aplicaciones de seguridad (que por razones profesionales debía visitar regularmente una prisión superpoblada en Ginebra) se percató de que muchos reclusos no deberían cumplir necesariamente sus condenas en prisión.  

Sin embargo, las pulseras electrónicas que entonces había en el mercado tenían importantes deficiencias desde el punto de vista técnico: eran fáciles de manipular y utilizaban tecnología de radiofrecuencia que solo permitía registrar la presencia de personas vigiladas en un lugar específico (generalmente en el lugar de trabajo y en el hogar). Con el objetivo de desarrollar un sistema de monitorización más seguro y fiable, en 2011, José Demetrio fundó la empresa Geosatis, como una prolongación de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL).

“Con la tecnología satelital, podemos rastrear cada movimiento de la persona entre su casa y el trabajo. Podemos saber a qué velocidad se desplaza, si se desvía de su trayecto habitual o si se aleja de un área determinada”  François Vigier, Geosatis

Producto ultrasofisticado

El resultado es una pulsera extremadamente compleja desde el punto de vista técnico. Está equipada con dos tarjetas SIM capaces de localizar a su portador a través de un receptor GNSS (Global Navigation Satellite System), además de las radiofrecuencias. “Con la tecnología satelital, podemos rastrear cada movimiento de la persona entre su casa y el trabajo. Podemos saber a qué velocidad se desplaza, si se desvía de su trayecto habitual o si se aleja de una determinada área”, indica François Vigier.

Fabricado en plástico y titanio, el brazalete electrónico está diseñado a prueba de manipulaciones, dice el responsable de comunicación de Geosatis. “Si intenta tirar, forzar o cortar el brazalete, los sensores envían inmediatamente una alarma al programa informático, que lo traslada a la comisaría de policía o a la estación de control”. También suena una alarma cuando el nivel de carga de la batería cae por debajo de un porcentaje determinado.  

Este proyecto de alta tecnología no solo es fruto de las competencias de vanguardia de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, sino también de la tradición relojera suiza. Para beneficiarse de la amplia experiencia en el campo de la mecánica de precisión y las microtecnologías de la industria relojera, José Demetrio ha establecido su empresa en el municipio de Le Noirmont, en el cantón del Jura. Una buena elección. Ya que el dispositivo de Geosatis, en pocos años, ha logrado establecerse en el mercado internacional: incluso en Estados Unidos, donde están sus principales competidores.

No es profeta en su tierra (todavía)

Utilizado ya en una veintena de países de los cinco continentes, el brazalete del Jura aún no ha conquistado Suiza, donde la vigilancia electrónica está tardando en llegar. En 1999 el Gobierno permitió que varios cantones experimentaran con esta forma alternativa de ejecución de penas de corta duración. A pesar de los resultados positivos de las primeras pruebas, a principios de la década de 2000, el Gobierno y el Parlamento prefirieron centrarse en modificar el Código Penal para convertir las penas de prisión de corta duración en multas o trabajos a favor de la comunidad.

Sin embargo, la reforma (que entró en vigor en 2007) enseguida mostró sus límites: demasiadas personas condenadas a las penas alternativas se escabullían fácilmente de sus obligaciones. El Parlamento, en 2015, invirtió parcialmente esta tendencia con una nueva revisión del derecho penal, en vigor desde 2018, que incluyó en la ley el uso de la vigilancia electrónica como alternativa a las penas de prisión de hasta un año o el fin de las condenas de larga duración.

Esta posibilidad solo puede concederse, a petición de la persona condenada, si se cumplen determinados criterios. Entre estos criterios está que el condenado presente un bajo riesgo de fuga o reincidencia, que tenga vivienda, trabajo o esté realizando alguna formación y que las personas que viven con él den su consentimiento. Según el legislador, el objetivo punitivo de la vigilancia electrónica se alcanza en la medida en que se sabe que la libertad de movimiento y el tiempo libre de la persona condenada son limitados y que está obligada a respetar los horarios y lugares establecidos en el plan de ejecución.

Cantones indecisos

La vigilancia electrónica es la forma más barata de ejecución de penas, incluso más rentable que el trabajo realizado en favor de la comunidad. Estos costes podrían reducirse aún más si se eligiera un mismo brazalete para todos los cantones y se creara un único centro de operaciones (capaz de ofrecer vigilancia las 24 horas del día) para todo el país. Pero los cantones todavía no han llegado a un acuerdo. Algunos apoyan el sistema propuesto por Geosatis; otros, el de una sociedad basada en Israel. Y otros dudan.

Así pues, la vigilancia electrónica todavía está en fase experimental y solo se utiliza para unos centenares de presos cada año (unos 400, en 2018). A falta de acuerdo, los cantones han decidido lanzar en un futuro próximo una licitación pública, de modo que antes de 2023 pueda adoptarse una solución común.     

Y mientras en Suiza el brazalete electrónico avanza a pequeños pasos, a nivel internacional lo hace a pasos agigantados. Desde su lanzamiento, Geosatis casi ha duplicado su facturación y el número de empleados cada uno o dos años, creando más de 60 puestos de trabajo. “Al principio, teníamos pedidos de unas pocas docenas de pulseras al año, luego de unos pocos cientos, y ahora hemos llegado a unos miles”, dice François Vigier.

Traducción del francés: Lupe Calvo

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