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La isla de los afortunados

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"Los suizos son modestos. No les gusta hacer alarde de sus propios méritos", opina el embajador Otto Lampe. Keystone

Si echo la vista atrás y a pesar del mucho trabajo, tengo la sensación de que el período que pasé como embajador de Alemania en Suiza fue una gran fiesta. Una declaración de amor a Suiza.

He tenido la gran suerte de pasar los últimos cuatro años de mi vida profesional en la bella Suiza. Suiza se asemeja a una isla de los afortunados si la comparamos con los errores y extravíos en Europa y el resto del mundo. Ese grado tan elevado de estabilidad política, corresponsabilidad cívica, prosperidad económica y paz social deben ser algo único en el mundo.

Otto Lampe
Otto Lampe fue embajador de Alemania en Suiza y Liechtenstein de 2013 a finales de junio de 2017. Daniel Rihs

Al principio de mi carrera tal vez hubiera preferido un lugar más exótico. Pero Suiza es más exótica de lo que uno piensa. Y no solo por la multiculturalidad del país, sino también por las a veces muy diferentes idiosincrasias regionales dentro del mismo espacio lingüístico. El Carnaval de Basilea, la Fiesta de San Albán en Winterthur, el Mercado de la Cebolla en Berna, el desfile gremial de las Campanadas de las Seis en Zúrich, la Noche del Bochsel en Weinfelden o la Fiesta de los Viticultores: la diversidad cultural es tan inagotable como expresiva. Y ello se corresponde con el amplio espectro idiomático que incluye los dialectos alemanes de los basilenses, friburgueses y los walser, así como el patois francés.

Quienes vienen del norte y piensan que Suiza es una continuación de Alemania no han comprendido absolutamente nada del país.

Superpotencia humanitaria

Alcanzando una prosperidad duradera desde la extrema pobreza en unas pocas generaciones mediante el trabajo duro, la creatividad, la disciplina, la solidaridad y un poco de apoyo del exterior, y establecer una “nación voluntad” que funciona tras siglos de conflictos sangrientos en virtud de un equilibrio regional de los intereses más o menos justo, una organización descentralizada, la subsidiariedad y una administración eficaz, son solamente dos (aunque importantes) modelos que explican el éxito sin precedentes de esta sociedad.

Conozco países que ni siquiera generan la quinta parte del PIB suizo y que se permiten el lujo de 25 ministros, sin hablar de la multitud de secretarios de Estado y otros dignatarios.

“Aquel que piensa que Suiza es una continuación de Alemania no ha entendido nada del país”

Y ciertamente juega un papel transcendental el tan eficaz modelo de la democracia directa. En los últimos cuatro años me he convertido en un gran defensor de este modelo. En Alemania se suele reducir la democracia directa a sus elementos plebiscitarios. Pero de este modo no nos damos cuenta de que, pese a todas las críticas, la democracia directa se basa en un sistema de la milicia que todavía funciona bien y en la continuidad garantizada del poder ejecutivo más allá de las elecciones. Quien hace un buen trabajo para el país se puede quedar sin más durante diez o quince años el Consejo Federal [Gobierno suizo]; y ello en una meritocracia basada en una democracia de base que aglutina a las fuerzas políticas decisivas y cuyos militantes colaboran en la búsqueda del consenso en un sistema de controles y equilibrios.

¿Qué país exitoso del mundo se rige por solo siete ministros? Conozco países que ni siquiera generan la quinta parte del PIB suizo y que se permiten el lujo de 25 ministros, sin hablar de la multitud de secretarios de Estado y otros dignatarios. En este país no hay pérdidas de sinergias causadas por campañas electorales agotadoras y negociaciones complicadas para formar coaliciones.

Aquí la política federal no es tan importante

Los suizos son modestos. No les gusta hacer alarde de sus propios méritos. Pero para completar la imagen hay que decir que Suiza no solo es un exitoso modelo económico y social. Suiza es una superpotencia humanitaria por albergar el mayor número de organizaciones humanitarias del mundo, como el Comité Internacional de la Cruz Roja, por sus exitosos proyectos de mediación, por el desarrollo en el país de un derecho internacional público humanitario, por sus largos mandatos de Estado protector y su renombre mundial de país mediador, objetivo y neutral.

“Aquí la gente conserva todavía un sentido innato y racional de la macroeconomía”

También me parece muy alentador el escaso peso que ejerce la política federal en la sociedad suiza en comparación con otros países. Es una especie de “república light”. Esto se manifiesta la actuación para nada pretenciosa de los políticos suizos en comparación internacional. No existen grandes equipos de colaboradores, limusinas enormes o servicios de seguridad despóticos. Los diputados y consejeros federales [ministros] de todos los grupos parlamentarios son personas accesibles y generalmente faltas de toda vanidad. El número del teléfono móvil figura en las tarjetas de visita y enseguida te ofrecen tutearles.

Lo mismo se puede decir de las compañeras y compañeros en el Ministerio de Exteriores: por regla general, son gente simpática, modesta y muy competente. Y pese a las quejas sobre la burocratización, impresiona el alto grado de eficacia de la política y la administración. Si se quejan, lo hacen en un nivel muy alto. ¿En qué país del mundo se debate públicamente si se debe permitir a los ministros aparcar gratuitamente delante de su ministerio si no en Suiza? En Berna uno se puede cruzarse con un ministro o una ministra al pagar la compra en la caja de un supermercado. Y todo transcurre sin que nadie haga ningún revuelo. Es otra buena señal del civismo emancipado. Se trata de un sistema discreto y altamente eficaz, un punto de referencia de buenas prácticas para democracias desarrolladas en nuestro mundo postindustrial.  

Y a ello se añade, por supuesto, el pilar que lo sustenta todo: un sistema en el cual el “dēmos” (pueblo) y el “kratós” (poder) se enlazan mutuamente de manera mucho más auténtica que en todas las demás democracias que conozco. En casi 170 años se han celebrado más de 300 votaciones populares, y contando solo las de ámbito federal. La lectura de las numerosas papeletas de votación se puede convertir en una ocupación a tiempo parcial. Las consultas populares, que se celebran cada año en todos los niveles estatales sobre una gran variedad de temas, hacen de los ciudadanos mayores de edad verdaderos soberanos.  

Hacen que los votantes se corresponsabilicen del poder ejecutivo, que —pese a las crecientes críticas— no se limiten a descargar su frustración en “los de arriba” y a velar por sus propios intereses, sino que miran por el bien general del país y, en la mayoría de los casos, usan su voto de manera escrupulosa. La última palabra la tiene el pueblo.

Los alemanes que venían de visita a Suiza nunca daban crédito cuando les contaba que los suizos votaron en contra de una semana suplementaria de vacaciones, de un salario mínimo o de la ‘Iniciativa del 1:12’. Pues aquí la gente conserva todavía un sentido intuitivo por una macroeconomía racional. ¡Espero que lo mantengan!

Suiza y el “Gran Cantón”

Alemania, el llamado “Gran Cantón”, despierta mucho interés en Suiza, y viceversa. Las opiniones sobre Alemania abarcan —según el interlocutor— desde la benevolencia, el respeto y el recelo hasta el distanciamiento, expresadas muchas veces incluso de forma simultánea. Los alemanes adoran Suiza, pero los suizos —al menos en este lado de la ‘fosa del Rösti’— no quieren que los alemanes los adoren, o por lo menos no tanto. El cielo de la política bilateral entre ambos países está totalmente despejado. Y contra ello nada pueden hacer unos sombreros de ala ancha.

“Ha sido para mí un gran privilegio vivir y trabajar en Suiza”

Sin embargo, algunos “asuntos permanentes” entre ambos Estados me mantuvieron ocupado durante mi estancia en Berna. Se trata principalmente de acuerdos firmados por Alemania, pero que en parte todavía no se habían ratificado ni llevado a la práctica. Me refiero, en primer lugar, al convenio fiscal bilateral, que en gran parte ya es obsoleto porque Suiza ha puesto en marcha la estrategia del dinero blanco, por el intercambio automático de información y por la oleada de autodenuncias interpuestas por los “evasores fiscales” alemanes. Me refiero a las obligaciones infraestructurales de Alemania, como la prometida ampliación del empalme de la NFTA [Nueva Transversal Ferroviaria Alpina] acordada en el Tratado de Lugano de 1996, así como la deficiente electrificación de las ferrovías del Alto Rin. A ello hay que añadir el fastidioso tema del ruido de los aviones que puede perturbar nuestras relaciones. 

La UE no está muy en boga

Naturalmente, las relaciones entre Suiza y la UE tuvieron un lugar privilegiado en los últimos años. La Unión Europea no está muy en boga en Suiza. Aquí interfieren, por un lado, la opinión pública y, por otro, muchos extraños clichés sobre el “monstruo de Bruselas”, que existen también en diversos Estados miembros de la UE. Además, no se muestra muy partidaria de adherirse a una unión de Estados preponderadamente más pobres. La iniciativa contra la inmigración masiva dominó a menudo la agenda de las reuniones con los socios suizos y mantuvo ocupados, con mayor o menor intensidad, a muchos de los 24 Estados miembros de la UE acreditados aquí en Berna. Gracias a la fórmula de la “preferencia nacional light” se ha encontrado una solución al dilema entre el tenor literal de la Constitución y la continuación de la senda bilateral.

Otto Lampe
Para Otto Lampe ha sido “un privilegio” vivir y trabajar en Suiza. Daniel Rihs

Es de esperar que también se encuentre una solución para armonizar los acuerdos bilaterales con el acervo comunitario. Aquí, las expectativas de los suizos se acercan, por razones evidentes, a las de los países vecinos, en particular a las del “Gran Cantón”. Sin embargo, como jurista no llegué a comprender realmente el debate sobre los “jueces foráneos”. ¿Es que existen los “jueces patrios”?

En cualquier caso, ha sido para mí un gran privilegio vivir y trabajar en Suiza. Echaré de menos muchas cosas: el esquí en el Oberland Bernés, los paisajes de ensueño, los tres besos que se dan al saludarse, la vista al monte Gurten en Berna, el fantástico jardín, los chapuzones en el río Aar y, sí, también el dialecto.

¿Mis palabras preferidas? “Zustupf” (suplemento) y “heimatberechtigt” (derecho de domicilio). Lo que no voy a echar de menos son: los precios, los atascos en la A1, el control radar, y el diario ‘Neue Zürcher Zeitung’ que, afortunadamente, puedo comprar en Berlín.

*Otto Lampe fue embajador de la República Federal de Alemania en Suiza y Liechtenstein desde 2013 hasta finales de junio de 2017.

Traducción del alemán: Antonio Suárez Varela

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