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Emigré a Suiza por amor… también a mí misma

Sara Moreno sentada en una roca con las montañas y el lago al fondo
Sara Moreno llegó a Suiza hace cuatro años y vive en Zúrich. Sara Moreno

Aunque emigrar es una vivencia a la que a menudo se asocian connotaciones negativas, siempre pensé que tener la oportunidad de vivir en otro lugar y en otro idioma, de acuerdo a otra cultura y tradiciones, en contacto con personas que de otra forma habría sido imposible conocer… debía ser una experiencia apasionante y a todas luces enriquecedora.

Nacida en Talavera de la Reina, preciosa “ciudad de la cerámica” de la provincia de Toledo, pasé mi adolescencia soñando con mudarme a Madrid, no tanto porque no fuese feliz en Talavera, sino porque siempre me atrajeron la gran ciudad y sus posibilidades.

Mudarse a un nuevo país es una experiencia enriquecedora, pero la integración en la sociedad de acogida no siempre fácil. Este es el primer artículo de una serie sobre ‘Mujeres y emigración’.

Así, al finalizar el bachillerato, me trasladé a la capital para estudiar Periodismo. Antes de acabar la carrera empecé a trabajar en medios de comunicación y posteriormente, tras especializarme en Economía, orienté mi trayectoria hacia la gestión de la comunicación de grandes empresas, en su mayoría bancos y aseguradoras.

Y en esas estaba cuando, en un momento de total estabilidad personal y laboral, una empresa suiza contactó con mi pareja para ofrecerle un trabajo que cambió por completo el rumbo previsto. Más allá de la oferta en sí, la perspectiva de una vida en Suiza reavivó mi curiosidad por la llamada ‘experiencia internacional’ o, más apegado a la realidad, por EMIGRAR a secas.

Lo cierto es que no me costó mucho tomar la decisión pero, antes de aceptar, valoré lo afortunada que era por poder elegir. Me informé todo lo que pude sobre Suiza (coste de la vida, sistema sanitario y educativo, mercado de trabajo, perspectivas laborales…), sopesé lo que dejaba atrás y lo que podía esperar de la vida en mi nuevo destino y, finalmente, decidí que sí, que estaba dispuesta a dejarlo todo, acompañar a mi pareja y, como dicen, emigrar por amor… pero sobre todo por amor a mí.

Porque aún cuando el amor es el motivo principal por el que decidimos cambiar de país, es sano reflexionar sobre las implicaciones del cambio en nuestra vida a nivel estrictamente personal, y concluir que también va a ser beneficioso para nosotros en otros planos, más allá del amoroso; que emigrar nos va a reportar conocimiento, nuevas experiencias, una vida mejor y/o satisfactoria, y es, en definitiva, un acto de amor hacia nosotros mismos.

Mi aterrizaje en la Suiza alemana fue suave y según lo previsto. Nada más llegar me centré en descubrir el paraíso natural que se extendía en cualquier dirección y en estudiar alemán, consciente de la importancia de manejarme en ese idioma. Meses después empecé a buscar trabajo y la realidad no tardó en llamar a mi puerta y confirmar algo que hasta el momento me había pasado desapercibido: que al mudarme mi vida se había convertido en una hoja en blanco que debía reescribir, especialmente en el ámbito profesional.

En el proceso me ayudaron mi pareja, mi familia y amigos de siempre, mis nuevos amigos de Suiza, implicarme en causas sociales y actividades que me llenaban a nivel personal, y volver a escribir con más ganas que nunca y un objetivo: compartir mi aprendizaje y experiencia migratoria con otras personas a través de un blog, La Vida en SuizaEnlace externo, que hoy trato con mimo y sigo actualizando.

Tras meses de solicitudes y entrevistas, el ansiado trabajo llegó acompañado de un ‘chute’ de autoestima, bonanza económica y estabilidad personal. Y aunque mi actual empleo en una entidad financiera no tiene nada que ver con anteriores trabajos, me ha aportado nuevos conocimientos, demostrado que es posible salirse del guión y creer en eso de “el que la sigue, la consigue”.

Actualmente vivo en Zúrich, tengo un trabajo que por fortuna me gusta y viajo todo lo que puedo. También sigo escribiendo sobre mi experiencia y, de un tiempo a esta parte, explorando nuevos terrenos como son la integración, la igualdad de oportunidades para todos en este país y especialmente para la mujer. Para no perder la costumbre, sigo acometiendo nuevos retos profesionales, como escribir para vosotros desde el espacio que me brinda swissinfo.ch, y personales, ya que voy a convertirme en mamá-por-primera-vez en unos meses.

Cuatro años después de instalarme en Suiza, puedo asegurar que emigrar no es fácil; que es un reto constante, sobre todo al principio; que aún cuando se elige libremente y con alegría se sufre el temido “choque cultural”; que añoré Madrid, mi familia y amigos; que llegué a rechazar todo lo que Suiza me ofrecía; que superar los malos momentos me ayudó a descubrir capacidades y carencias en mí que desconocía; que me volví a enamorar de este país; que la experiencia me ha hecho crecer a todos los niveles; que he conocido a gente maravillosa a la que hoy llamo “amigos” y en algunos casos hasta “familia”; que España bien, pero de momento de vacaciones; que soy feliz aquí y ahora, y seguiré en Suiza mientras quiera, pueda y me convenga, a ser posible en ese orden. 

Porque la vida se trata de ser feliz.

¡Un saludo y feliz emigración!

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