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Sonría, está siendo filmado…

Se multiplican las videocámaras, pero no detrás de cada una hay un policía. Keystone

Las cámaras de vigilancia están omnipresentes. ¿Qué vigilan exactamente? Un profesor universitario y un comandante de policía hacen un balance sobre una tecnología que suscita muchas fantasías.

La muchedumbre desfila frente a la cámara. Lo hace acelerada, anónima, compacta. De pronto, un bip. La imagen se congela. Y entonces vemos un cuadro blanco que parpadea y enmarca un rostro.

          -¡Ahí está, creo que éste es nuestro hombre!

          -¿Puedes ampliar la imagen?

Unos clics y el rostro cubre la mitad de la pantalla. La otra mitad presenta la foto antropomórfica del individuo en cuestión y de pronto aparece la inscripción MATCH. En rojo.

Es una escena habitual en las películas de acción y las series policíacas, sobre todo las estadounidenses. En la realidad, la tecnología de la videovigilancia está muy lejos aún de realizar esta suerte de proezas.

“Por supuesto, cuando un ladrón se presenta a robar en la caja de un banco con el rostro descubierto, todo es fácil. Pero basta con que utilice una capucha, una gorra, o en el peor de los casos, un pasamontañas, para que las cosas se vuelvan mucho más complicadas”, afirma Olivier Guéniat.

El comandante de la policía del cantón del Jura sabe, por experiencia, que la calidad de las imágenes “frecuentemente es frustrante”. Sobre todo en la noche, cuando el trabajo de las cámaras es “francamente malo”.

Con respecto al reconocimiento facial automático de un individuo dentro de una multitud en movimiento, aún hay mucho camino por andar.

“Hace muchos años que se utilizan sistemas de identificación en los pasillos de las estaciones de tren de Alemania. Y ahí estamos muy cerca del objetivo. Cuando todo el mundo camina en la misma dirección, es relativamente fácil. Es en las salas de los aeropuertos, o en los lugares públicos, donde todo es mucho más complejo”, explica Francisco Klauser, del Instituto de Geografía de la Universidad de Neuchâtel.

Autor de una tesis y de múltiples publicaciones sobre el tema de la videovigilancia, este joven profesor asistente también es coeditor del doble número especial de la publicación Information Polity, el primer gran recuento que existe sobre el uso y los efectos de la videovigilancia en los espacios públicos de 12 países europeos.

Un idilio de 6 meses

Una constatación: Si hace 15 años se hablaba profusamente de la revolución de la videovigilancia en Inglaterra, país que es campeón internacional en esta disciplina (cada transeúnte londinense es filmado unas 300 veces al día), hoy las cámaras ya son parte del paisaje.

Pero en Suiza, el país de la democracia directa por excelencia, su instalación es incluso motivo para acudir a las urnas, como ha sucedido en San Gall, Lucerna o Renens. Francisco Klauser estima que en el país existen entre 100.000 y 150.000 cámaras.

Y si bien pueden resultar útiles para identificar al autor de un delito, la realidad es que su efecto preventivo es muy limitado.

“Todos los estudios que yo conozco, y hay algunos realmente buenos en Inglaterra, evidencian que al principio la criminalidad disminuye y el sentimiento de seguridad aumenta. Pero pasados 5, 6 o 7 meses, ambos efectos desaparecen fácilmente”, refiere el profesor.

“Cuando veo el número de comercios o de bancos que a pesar de haber instalado cámaras son asaltados, me digo que no son realmente una herramienta disuasiva”, afirma Olivier Guéniat. “Y Los pequeños delincuentes callejeros tienden a desplazarse a otro sitio cuando se instala una cámara, pero no tardan en regresar. Cuando se percatan de que no pasa nada, vuelven a las andadas”, precisa.

¿Quién vigila?

“Nos gusta dar la impresión de que filmar permite resolver los problemas. Pero esto es falso”, agrega el policía aunque reconoce que las cámaras pueden ser “endiabladamente eficaces” en algunos casos concretos. Por ejemplo, “nos permiten hacer un diagnóstico sin estar presente en el lugar de los hechos. Pero no sirve de nada ponerlas por doquier, porque entonces nos volvemos incapaces de explotar toda la información que generan”.

El problema reside en que una cámara sin una persona que esté detrás es tan inútil como una cámara ficticia (que sí existen). “A veces hay operadores que vigilan sistemáticamente, como en los aeropuertos o los centros comerciales. Pero aún faltan las personas necesarias para intervenir en caso de agresión o robo”, afirma Francisco Klauser.

En ruta

“Un sitio donde la videovigilancia puede ser muy útil son las autopistas. Las encontramos en todos los sitios en Suiza para identificar accidentes y guiar las intervenciones que se realizan. También suelen estar conectadas a programas que identifican, por ejemplo, los objetos inmóviles. Hace 10 años ya que marchan muy bien”.

La Ferrocarriles Federales Suizos (FFS), principal utilizador de estos sistemas en este país, se dice ampliamente satisfecha de sus cámaras.

“Tres cuartas partes de los clientes encuestados se sienten más seguros en los trenes equipados con videocámaras que en aquellos que no las tienen. Y el número de agresiones contra el personal decrece constantemente. En 2010, se contaron solo 147 casos de este tipo, frente a los 278 de 2005”, indica la oficina de prensa de FFS.

Pero la tecnología no es la única responsable de este avance. La disminución en la delincuencia contra el personal se debe a la aplicación de un concepto integral que incluye también agentes de seguridad en los trenes de la mañana, la tarde y los fines de semana, así como patrullas de la policía de transportes en las estaciones de tren.

La gran paranoia

Entonces qué… ¿El gran hermano te vigila, como lo han proclamado los defensores de las teorías de complot? La novela 1984 de George Orwell sigue siendo una obra de ciencia ficción, y como señala Francisco Klauser, “en Suiza, la vigilancia no está centralizada. Casi me aventuraría a decir que es bastante desordenada. Se desarrolla por aquí y por allá sin que nadie conozca realmente quién tiene cámaras ni qué se hace con las imágenes grabadas…”.

Olivier Guéniat tampoco ve que las cosas evolucionen hacia una vigilancia constante de los mínimos gestos de los ciudadanos. En su opinión, “la gente que tiene miedo de que esto suceda es una minoría. Y aún existe gran desconocimiento sobre la verdadera ineficacia de las cámaras”.

En Suiza, la videovigilancia en las calles, las plazas y lugares públicos está reservada exclusivamente a las autoridades y prohibida para los particulares. Se tolera, no obstante, que las cámaras en los cajeros automáticos de los bancos graben una mínima parte de la acera en la que se ubican.

En el lugar de trabajo están prohibidas las cámaras destinadas a supervisar el comportamiento de los empleados. Pero se consienten excepciones en el caso de la supervisión de la producción.

En otros sitios, como tiendas, aparcamientos, trenes y estaciones, la videovigilancia está autorizada, pero estrictamente reglamentada.

La protección de datos impone que las imágenes sean utilizadas solo para la protección de las personas y sus bienes. Pero exige que solo sean visibles para un número limitado de personas y que los vídeos se destruyan con rapidez, generalmente, unas 24 horas después de su grabación.

Las cámaras de vigilancia son una herramienta exclusiva de las policías municipal y de tráfico. Los transportes públicos, aeropuertos, aparcamientos, tiendas y bancos también echan mano de ellas. Pero como nadie las contabiliza de forma sistemática, es imposible saber exactamente cuántas cámaras hay en Suiza.

1.240 millones de euros. Fue el valor del mercado de la videovigilancia en la Unión Europea (UE) en 2010, según un estudio realizado por la oficina alemana de asesoramiento empresarial Mario Fischer.

Inglaterra es el país con más videovigilancia del mundo (una cámara por cada 14 habitantes), lo que se debe a una policía altamente centralizada y a una protección de la esfera privada menos estricta que en el resto de Europa. Pero las 500.000 cámaras que hay en Londres no la convierten en la ciudad más segura del mundo. En 2008, Scotland Yard admitió que solo el 3% de los delitos cometidos en las calles habían sido resueltos gracias a la existencia de vídeos. Y se estima que el país cuenta con 5 millones de cámaras.

 

En Francia, el debate ha sido sobre todo ideológico entre las ciudades de derecha, que optan por un esquema de Gran hermano, y las de izquierda que lo rechazan. Hoy, las ciudades donde gobierna la izquierda están 3 veces menos videovigiladas -o videoprotegidas, según la nueva terminología oficial- que las de derecha. En julio de 2010, el diario Le Figaro estimó que el país contaba con unas 570.000 cámaras.

(Traducción: Andrea Ornelas)

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