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“La inseguridad extrema impera en Haití”

Paola Iten vive en Haiti desde hace tres décadas. Actualmente se encuentra en Suiza. swissinfo.ch

A casi un año y medio de la destitución del ex presidente Jean Bertrand Aristide, Haití vive uno de los momentos más complejos de su historia contemporánea.

La violencia cotidiana y la inseguridad ciudadana han alcanzado niveles sin precedentes, sostiene la voluntaria suiza, Paola Iten.

Tal es la lectura de la realidad que hace Paola Iten, voluntaria laica suiza que vive en ese país desde inicios de la década de los setenta y que se encuentra de visita en Suiza. “Por primera vez en tantos años de vivir allá, mis amigos haitianos me dicen que no regrese… La inseguridad aumenta en la capital, Puerto Príncipe, y llega a límites inimaginables”, afirma iniciando su diálogo exclusivo con swissinfo.

Apoyada desde siempre por una parroquia católica de Winterthur, Paola Iten ha colaborado en estos últimos decenios con numerosas organizaciones religiosas, comunidades de base y movimientos de mujeres, campesinos, artesanos y pescadores haitianos, realizando múltiples tareas de desarrollo social. “En los últimos años integro el consejo de fundación o los comités de varias organizaciones de promoción económica, microcréditos, agricultura, biosalud”, explica.

Inseguridad e insatisfacción

“Nadie está a salvo hoy en Haití. Cualquiera puede ser secuestrado o asesinado en el momento menos esperado”, enfatiza la experimentada cooperante suiza. En general, los secuestros son “para exigir el pago de un rescate”. Ante el aumento constante de la pobreza y de la miseria, “el secuestro se ha convertido en un medio de sobrevivencia o de negocio, especialmente en Puerto Príncipe”.

El año pasado, se hablaba de “barrios calientes” para indicar a aquellos grupos poblacionales donde se encuentran los simpatizantes del ex presidente Aristide. “Pero el fenómeno de la violencia va mucho más allá. Todo se mezcla. Lo político, lo social, la tremenda crisis económica con precios tan elevados que la gente no los puede pagar”.

Hasta hace algún tiempo “los secuestros eran en la calle”. Desde hace un tiempo, sin embargo, “te vienen a buscar a tu casa”. La inestabilidad es cada vez mayor y mucha gente se va hacia el campo, donde la situación es un poco menos grave, explica.

Sólo en lo que va de mes dos hechos impactaron sensiblemente al país. La intervención militar en Cité Soleil, el pasado 6 de julio, y el asesinato del periodista Jacques Roche, el 14 del mismo mes. Lo más sorprendente, señala Iten, es que cuando destituyeron a Aristide, el 29 de febrero del 2004, los “nuevos gobernantes proclamaron el inicio de la recuperación, de la pacificación”. Lo que sucede en realidad, “es todo lo contrario… Todo va mucho peor, la situación es incontrolable y la crisis política aumenta”.

Existen importantes sectores, especialmente mucha gente marginada y muy pobre, que siguen apoyando al ex presidente, subraya. “Todos saben que si hoy se hace una elección libre y lo dejan participar, Aristide gana porque los pobres son la mayoría”.

Una mirada hacia atrás

La intervención de febrero del año pasado “fue una especie de golpe de Estado, promovido por los Estados Unidos y por Francia”. ¿El objetivo del mismo?. “No sólo sacar a Aristide, sino también atacar a Cuba, que estaba presente con unos 600 a 800 médicos distribuidos en todo el país, en las zonas más alejadas y empobrecidas”, señala la cooperante suiza. Asimismo menciona la construcción de una Universidad de Medicina en la capital Puerto Príncipe, con el apoyo de Cuba y de otros países.

“Cuando entraron las tropas de Estados Unidos en febrero pasado, ese recinto fue utilizado como base por las tropas… Se suspendieron las clases. Los estudiantes estaban muy enojados… Finalmente, 280 de ellos viajaron a Cuba para poder continuar sus estudios de medicina”.

Los estudiantes admitidos eran “jóvenes pobres y exclusivamente del campo”, que nunca hubieran podido cursar estudios superiores de medicina, subraya Iten. Recuerda, además, que no hay suficientes puestos de estudios en el país: “Para 120.000 bachilleres hay apenas 2.000 cupos en la universidad del Estado”.

“La vida en Haití no tiene ningún valor”

En ese clima de tensiones, no puede haber estabilidad. “Todo el mundo está armado”. A ello se suma que “todavía están vivas las secuelas de los ciclones que devastaron dos veces el país el año pasado”, pues no existe una cooperación internacional significativa a la altura de los daños de esos cataclismos. “Sólo el ciclón Dennis dejó 40 muertos y más de 1.500 viviendas destruidas”.

El pasado 14 de julio, durante un viaje a Francia, el presidente de Brasil Lula da Silva insistió nuevamente en la necesidad de que la comunidad internacional se responsabilice de Haití. Lula -cuyo país juega un rol clave entre las fuerzas que componen el contingente de las Naciones Unidas- subrayó que sin un real desarrollo no se podrá resolver el problema haitiano.

Para ello es urgente agilizar la ayuda financiera internacional. En el 2004 hubo promesas de ayuda a Haití por más de mil millones de dólares. “Una parte insignificante de la misma ha llegado hasta ahora”, sostiene Iten.

La pausa, un momento de reflexión y la proyección hacia el futuro. “Es difícil predecir. No es fácil entender quién se beneficia realmente en este clima de inestabilidad. La vida en Haití parece no tener ningún valor. Y los políticos no se preocupan si los pobres no logran sobrevivir”.

En cuanto a la salida política, “hay elecciones previstas para octubre de este año”. Lavalas –el movimiento creado por Aristide- anticipó su decisión de participar, a condición de que se cumplan ciertas condiciones como la libertad de los presos políticos, señala Iten.

Por el momento, “todo está abierto y nada es claro”. El sistema en Haití “está en un callejón sin salida… No querían a Aristide, lo secuestraron, lo sacaron, y sin embargo, no se resuelve nada”. Luego de dos años “no sólo no logran normalizar la situación, sino que ésta se degrada”. Esto es un verdadero laberinto. “Y la respuesta parece no estar ni a la mano, ni a corto plazo”, concluye.

swissinfo, Sergio Ferrari

El 29 de febrero del 2004, en un clima de polarización política creciente, el entonces presidente Jean Bertrand Aristide, fue destituido y condenado al exilio en Sudáfrica.

Para controlar la situación, se instaló en el país la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), que cuenta con más de 6.000 efectivos, entre ellos cerca de 1.200 de Brasil.

Pese a la presencia militar internacional, la situación está lejos de normalizarse. El secuestro generalizado, los asesinatos diarios –un promedio de una decena por día- y la inseguridad ciudadana alcanzan niveles sin precedentes.

Para fines de año están previstas elecciones generales, pero la crisis económica y social y la violencia creciente restan efectividad a cualquier salida política.

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