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“Somos el 99% y no nos vamos a callar”

El campamento de los indignados al margen de Davos, donde se reúnen dirigentes polítiicos y económicos en el marco del WEF. swissinfo.ch

Desafiando el frío y a las fuerzas del orden, el movimiento de los indignados se reunió en Davos para denunciar la ilegitimidad del WEF y reivindicar el retorno a la democracia auténtica. Reportaje desde la pequeña aldea de hielo.

“Estamos convencidos de que más allá de las eslóganes triunfalistas del WEF, en los últimos años el capitalismo y el libre mercado han generado todo lo contrario: una mayor desigualdad social y económica. Por ello estamos aquí en Davos: para protestar contra ese 1% en cuyas manos está el destino del mundo, sin legitimidad democrática alguna y a sabiendas de que esas personas sirven a la economía y no al pueblo”.  

Edward tiene aún los ojos soñolientos y el cuerpo entumecido por el frío, pero su voz se hace clara y fuerte a medida que comienza a explicar las razones de su protesta. Nos encontramos con él por la mañana en el campamento de tiendas de campaña e iglúes construidos por el movimiento ‘Occupy WEF’.

“Pedimos ser oídos, ser reconocidos como portadores de un mensaje de cambio.  Y esto no como las principales víctimas de una crisis económica causada por la especulación y el capitalismo salvaje”, dice el joven estadounidense afincado en Suiza desde hace cuatro años. “El aspecto más importante de nuestra acción es el diálogo con la población y los activistas de todo el mundo. Queremos demostrar que el movimiento de los indignados no cayó en el letargo: estamos activos, continuamos la lucha y esperamos que otras voces se unan al coro”.

Occupy Davos genera solidaridad …

El campamento de los indignados se ubica lejos del centro de Davos.  Marginalizado. Por razones de seguridad, arguyeron las autoridades. En represalia, acusan los manifestantes. Algunas personas duermen en tiendas de campaña protegidos por el calor de una pequeña estufa y otros desafían el frío al interior de un iglú. “El sábado éramos unos cincuenta… pero anoche vinieron a dormir solamente unas treinta personas”, nos dice Sasha.

Algunos transeúntes se detienen curiosos para observar a los jóvenes o leer las consignas: “Somos el 99% y no vamos a callarnos”. Algunos desaparecen sin proferir palabra, otros piden que se les explique. Hablan de política y economía.  “La gente nos recibió con calidez, diría yo. El alcalde Peter Michel nos dio una mano para construir el iglú. Hay gente que nos ha traído de comer, otros que nos propusieron una cama y una ducha caliente”.  

“Se necesita coraje para dormir en una tienda de campaña con este frío”, dijo un anciano de la región. “Comparto su indignación y entiendo que los jóvenes quieran salir a la calle y hacer oír su voz. Pero, francamente, no creo que este tipo de protesta tenga un real impacto en la política mundial ….”

… y desconfianza

Las autoridades del orden desplegaron una presencia masiva en Davos, lo que generó malestar entre los indignados. “Nos controlan a cada paso. Nos miran como si fuéramos bestias o jóvenes escandalosos de pelo largo, aretes en los labios y cervezas en las manos”, dice Edward lacónicamente.

“Nuestra iniciativa ha provocado una reacción extrema por parte de las fuerzas del orden y eso es una clara violación de nuestra libertad, un ataque a la democracia misma. Es una pura táctica de intimidación. Por esta razón queremos multiplicar las acciones pacíficas aquí en Davos, para demostrar que no estamos haciendo nada ilegal y que solamente reclamamos el derecho a la palabra”.

Pero la tensión es palpable y la policía sigue con escepticismo las afirmaciones de estos jóvenes pacifistas. Querían manifestarse en la plaza principal durante la clausura del Foro de Davos, pero las autoridades cantonales impusieron su veto. Así que el miércoles (25.01) una docena de entre ellos se aventuraron a saludar a los líderes del mundo con una bandera y algunos globos.  “¡Hola WEF:  ¿Dónde están los otros 6 mil 999 millones?”  Huelga decir que no llegaron muy lejos.

Romper el molde

Para muchos de estos jóvenes la de Davos no es la primera experiencia de “ocupación”. Algunos acamparon ya el 15 de octubre en la Paradeplatz en Zúrich y en otros lugares simbólicos de Suiza. Y, aunque el movimiento en el Cantón de los Grisones se ha producido sin líder o programa, sí con la indignación común contra un sistema en el cual ya no se sienten representados.

“La naturaleza de las reivindicaciones es similar a la de los grupos anti-globalización surgidos en los años noventa”, explica por teléfono Marco Giugni, Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Ginebra y experto en movimientos contestatarios. “En este caso, sin embargo, nos encontramos con un grupo más homogéneo, compuesto casi exclusivamente de jóvenes. Exigen un futuro digno y hallan en la protesta una manera de expresar su malestar. Es una forma diferente de hacer política, sin duda menos institucionalizada, pero no menos relevante”.

Como sucedió con los altermundialistas, el movimiento de los indignados con frecuencia es acusado de carecer de propuestas concretas y de limitarse a gritar su rabia al mundo. Marco Giugni, sin embargo, piensa de otra manera:

“Es injusto culpar a los movimientos sociales de ausencia de agenda política. Se pretende transformar a estos grupos en actores políticos, pero ese no es su papel.  La característica de los movimientos sociales es la de romper las reglas, de abrir  espacios a la contestación, de proponer alternativas sociales y culturales”.

Pero el hecho es que sin una estructura organizativa y una base ideológica fuerte, no será fácil asegurar la continuidad de estos movimientos, admite Marco Giugni. “Esto no significa empero que no hayan dejado huella y abierto una hendidura para el cambio”.

En Davos, seguramente han enviado una señal, por lo menos de perfil mediático. “Ayer había más periodistas que activistas. Muchos nos pidieron entrar al iglú, pero hasta ahora solamente uno decidió quedarse a dormir”, dice sonriendo Sasha al tiempo que, pala en mano, saluda a la tropa de periodistas estadounidenses que acaban de llegar a esta aldea de hielo.

España, 15 de mayo 2011: Al menos 20.000 personas “sin hogar, sin trabajo, sin pensión y sin miedo” ganan las calles en diversas ciudades para mostrar su indignación. Nace entonces el movimiento 15-M y se da la ocupación de la plaza madrileña de la Puerta del Sol.

Europa, junio 2011: Después de Madrid, cientos de miles de personas salen a las calles en Bruselas, Londres, París y Atenas. Se les denomina “indignados”, término utilizado por el partidario escritor francés Stéphan Hessel.  

Estados Unidos, finales de septiembre 2011: La protesta cruza el Atlántico.   Con el lema “Somos el 99%”, los manifestantes ocupan el Parque Zuccotti (denominado Plaza de la Libertad), a pocos pasos de Wall Street.

15 de octubre 2011: Integrantes de los indignados se reúnen en más de 400 ciudades de todo el mundo para pedir una democracia auténtica  y un cambio global.  En Suiza, algunos cientos de jóvenes acampan en Zúrich y Ginebra. 

La edición 2012 del WEF tiene como tema central: “El gran cambio: configurando nuevos modelos” y se celebra del 25 al 29 de enero.

El foro convoca a  2.600 líderes

políticos, empresariales, académicos, sociales y artistas.

La inauguración estuvo a cargo de la canciller alemana

Angela Merkel, y entre los invitados están también el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; la directora gerente del FMI, Christine Lagarde; el presidente del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick; y el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner.

Entre las personalidades iberoamericanas: Joaquín Almunia, vicepresidente de la UE y comisario de Competencia; Felipe Calderón, presidente de México; Ollanta Humala, presidente del Perú; y Ricardo Martinelli, presidente de Panamá.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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