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“Turismo con llamas”: la idea surgió en Bolivia

Nadia Cathomen en su establo en Surrein. Lamaventura

Es difícil conciliar el sueño a 5.000 metros de altura.

En una de esas noches en vela, mientras viajaba por los Andes bolivianos, a Nadia Cathomen se le ocurrió la idea de hacer excursiones con llamas en su pueblo, Surrein, en el cantón de Grisones.

Han pasado cuatro años y ese sueño es realidad. Nadia (27), profesora de primaria, y su esposo, el agricultor David Deplazes (35), tienen ocho llamas con las que han iniciado el “turismo con llamas”, actividad que empieza a rendir frutos.

“No podemos quejarnos. Todo va despacio, pero cada vez mejor. En las vacaciones de verano nuestra oferta está cubierta”, dice Nadia.

Mientras un macho cuesta a partir de 1.000 francos (unos cientos más si es reproductor), una hembra es valorizada a partir de 3.000 francos. “Si está preñada, su precio no baja de 4.000 francos y puede llegar hasta los 15.000”, dice Nadia.

Los Deplazes-Cathomen planean comprar tres hembras más, ahora sólo tienen una. Proyectan la reproducción de los animales para emplearlos en el turismo y venderlos a terceros.

Felices con muy poco

Después de esta inversión inicial, la crianza de llamas, a diferencia de la de los bovinos, no requiere mayores gastos. “Se contentan con muy poco. Sólo les damos pasto seco, agua y sal con selenio, mineral que abunda en el suelo de los Andes”.

A cambio son capaces de transportar equipajes de 15 a 25 kilos, de acuerdo a su tamaño y a la distancia por recorrer. Además, ofrecen lana de buena calidad, por esquileo entre 8 y 10 kilos. “Negociar con lana de llama no me parece rentable. Es mejor importarla de Sudamérica”, afirma la empresaria.

No causan erosión

La crianza de camélidos sudamericanos tiene otros puntos a su favor. Son animales livianos, se desplazan con sus pezuñas suaves por las pendientes escarpadas sin provocar erosión.

“A diferencia de las vacas, las llamas consumen el pasto de las pendientes sin afectar a la raíz, sin causar daños colaterales. Y en las excursiones, con paso cauteloso, pisan exactamente sobre las huellas que dejaron los zapatos de montaña, en movimientos sincronizados”, indica.

Nadia no cree que con la crianza de llamas en Suiza esté quitando una fuente de ingresos a los campesinos de los Andes. “En Bolivia conocí a las llamas en una excursión”.

Ha habido intentos por prohibir la exportación de llamas en varios países andinos, pero han fracasado. Lo que hay que evitar es la venta de los mejores ejemplares, porque las poblaciones indígenas deben mantener esos recursos genéticos, agrega.

El hombre como rival

Cuando los Deplazes-Cathomen reflexionaban en Bolivia sobre su futura empresa, encontraron similitudes entre los Andes y los Alpes. “El otoño en Suiza es como el invierno en Bolivia, cuando todo es marrón y frugal, casi árido. El paisaje es muy parecido”.

Pero las apariencias engañan. No sólo la alimentación es distinta, también, por decirlo así, el estilo de vida. Las llamas han debido pasar de un estado casi silvestre, en grandes rebaños, a una existencia en la que predomina el contacto con el hombre.

“Hay una enfermedad que ataca a los machos con el contacto muy estrecho. Además, si estos animales son tratados como mascotas pierden el miedo al hombre y empiezan a verlo como uno de la misma especie”, observa Nadia.

Tampoco es raro que en la pubertad los machos vean al ser humano como un rival y lo ataquen si sienten que éste invade su territorio. Entonces se vuelven peligrosos. Por eso, es necesario cierta distancia.

Llamas carismáticas

Nadia había visto llamas en fotos y documentales. en Bolivia las vio cara a cara. “Me parecieron impresionantes. Tienen un carisma especial, una mezcla de majestuosidad y de sosiego, de testarudez y de modestia”.

El hecho que las llamas sean conocidas sobre todo por sus escupitajos es una fama mal ganada. “Después de unas horas uno conoce su otra cara. Escupir es sólo una señal de jerarquía”, sostiene.

De acuerdo a su experiencia, las llamas no gustan de las caricias, prefieren estar en la naturaleza, en libertad. Por eso cuando llega el verano, previo esquileo, el rebaño es trasladado a las montañas, donde tienen frialdad y sequedad, casi como en los Andes.

En Suiza tienen “vacaciones”

“El verano del 2003 fue problemático para estos animales”, refiere Nadia. “Me parece que la alimentación diferente y el calor intenso y prolongado aumenta la tasa de abortos. Las altas temperaturas también parecen disminuir la formación de esperma en los machos”.

Nueve de la mañana, tempratura de 10 grados bajo cero. Todo Surrein está cubierto de nieve. ¿Acaso no es un frío extremo para las llamas?, preguntamos. “Al contrario, les gusta mucho”, responde Nadia, mientras sus animales le dan la bienvenida.

Las llamas salen del establo una tras otra. Dorado prefiere dar un pequeño paseo. Otras muestran curiosidad por los visitantes y se acercan. Nero y Benito tiran sus orejas hacia atrás, pero el temido escupitajo no se produce.

Las llamas empiezan a jugar entre ellas. Es invierno y no tienen trabajo. En los Andes tendrían que buscar su alimento, en los Alpes lo reciben del hombre. El cambio de estilo de vida implica también tener vacaciones.

Swissinfo, Rosa Amelia Fierro

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