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Callejón sin salida: suicidio

Mil personas llaman cada año al 143, La Mano Tendida, para hablar del suicidio. Keystone

Cada tres días un joven se quita la vida en Suiza y otros diez lo intentan. La mayoría tiene entre 15 y 24 años.

Varias organizaciones recuerdan que se puede frenar el fenómeno y exigen el lanzamiento de una campaña nacional de prevención.

El 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Varias organizaciones suizas del sector de la salud y de protección de la juventud, como Pro Juventute, quieren dedicar la jornada al suicidio juvenil para concienciar a la opinión pública sobre el fenómeno y exigir un programa nacional de prevención.

De las 1.500 personas que se quitan la vida cada año en Suiza, más de cien son jóvenes – algunos no han cumplido la mayoría de edad. Eso significa que cada día se suicidan cuatro adultos, y cada tres o cuatro días un joven. Y es que el índice de suicidio juvenil es tres veces superior al número de jóvenes que mueren anualmente en accidentes de tráfico.

Además, no hay que olvidar que por cada suicidio consumado hay al menos diez intentos fallidos; es decir, entre 15.000 y 20.000 al año en toda la población, aunque obviamente son cifras basadas en estimaciones.

“Se sabe que las tentativas de suicidio y los suicidios se producen en todas las capas sociales y en todas las franjas de edades”, subraya Patrick Haemmerle, psiquiatra infantil y psicoterapeuta.

Factores de riesgo

Varios estudios demuestran que el 10% de los jóvenes intenta poner fin a su vida en la época de la adolescencia. Pero sólo una ínfima minoría (0,4%) recibe un tratamiento adecuado tras una tentativa fallida.

Es verdad que muchos se niegan a acudir a un psiquiatra o psicólogo por temor a que se les considere ‘locos’.

Pero igualmente indiscutible es que el suicidio sigue siendo un tema tabú en la sociedad y por ello el papel de los adultos – padres, profesores, médicos, etc. – es crucial para poder identificar el riesgo de suicidio en los jóvenes.

Está demostrado que una gran mayoría de las personas que logra consumar el suicidio presenta un cuadro depresivo.

“Es posible intervenir antes de que pasen al acto“, subraya Maja Perret-Catipovic, psicóloga en el Hospital Universitario de Ginebra, “ya que la depresión es una enfermedad curable”.

Además, los adolescentes que intentan quitarse la vida tienen un riesgo 19 veces mayor que el resto de conseguirlo, agrega.

Para prevenir el suicidio es crucial que el entorno familiar y social de los jóvenes sepa detectar a tiempo los factores de riesgo: un cuadro depresivo, el consumo regular de estupefacientes, una expulsión de la escuela o el trabajo, así como también jóvenes que viven a caballo entre dos culturas o que ya han intentado quitarse la vida.

A ellos se pueden sumar otras características individuales. El riesgo de conductas suicidas aumenta por ejemplo en los jóvenes que tienen antecedentes familiares de suicidio o que encuentran dificultades para asumir su homosexualidad.

Prevención

El papel de esas personas cercanas – ya sea un miembro de la familia, una maestra, un amigo o el entrenador del equipo de fútbol – puede ser crucial para prevenir nuevas muertes.

Lo fundamental es que esa persona, en el momento de percatarse de algunos síntomas de riesgo se mantenga en contacto con el afecto y busque ayuda profesional. Igualmente importante es que médicos, psicoterapeutas y psicólogos trabajen estrechamente con esas personas de referencia.

Pero lo que se necesita es un programa nacional de prevención, análogo a los que se realizan en los ámbitos de la prevención del sida o de los accidentes. Es el llamamiento que lanzan las asociaciones Pro Mente Sana y Pro Juventute a los responsables políticos en materia de salud.

Muchos jóvenes se quitan la vida porque se ven en un callejón sin salida y porque su desesperación no les deja ver otro camino. Por esa razón la sociedad debe facilitarles el acceso a centros y profesionales competentes que les brinden ayuda, sostienen.

Y es que “la prevención del suicidio no sólo es un desafío humano, sino también una tarea urgente y hasta económicamente rentable”, concluye el psiquiatra infantil, Patrick Haemmerle.

swissinfo, Belén Couceiro

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