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El trabajo del CERN cambia nuestras vidas

La red World Wide Web y su inventor: el científico del CERN, Tim Berners-Lee. cern.ch

La investigación en el campo de la física de las partículas no sirve sólo al puro conocimiento. Técnicas surgidas del CERN han modificado nuestro entorno. Comenzando por la red mundial que permite leer estas líneas.

La medicina, el medio ambiente y la arqueología se benefician también de los descubrimientos realizados en este laboratorio.

“La Red de Internet es como nuestro velcro”, dice en tono humorístico James Gillies, portavoz del CERN.

El físico se refiere a la banda adhesiva (de concepción suiza) inventada para fijar a las paredes de las cápsulas espaciales de Estados Unidos
las cosas de los astronautas en ausencia de gravedad. Hasta hoy, el velcro es, por excelencia, un objeto que el gran público debe a la NASA.

Lo mismo sucede con la ‘world wide web’, la Red, originalmente creada para el uso de la ciencia.

Desde los años setenta el CERN ocupa el centro de un tramado mundial de universidades y laboratorios. Los físicos han sido pues ( después de los militares) los primeros en servirse de la naciente Internet.

Al comienzo, el envío de un simple correo era una tarea fastidiosa reservada a los especialistas. Los sistemas eran raramente compatibles y era necesario conocer las vías de encaminamiento y los códigos de acceso para acceder.

“Tuvimos la suerte de haber tenido con nosotros a un informático llamado Tim Berners-Lee, que tuvo la idea de reunir Internet y el hipertexto, es decir, los enlaces sobre los cuales se puede clicar”, recuerda James Gillies.

De aquel matrimonio nació la Red, lenguaje de comunicación entre ordenadores y simplificación extrema de las conexiones para los usuarios.

Afinada por su inventor y por otro genio de la informática, Robert Cailliau, la innovación salió pronto del CERN para extenderse por todo el mundo con el éxito que conocemos.

20 millones de CD-ROM por año

No sorprende que el CERN sea un centro de competencias muy refinadas en el campo de la informática. Las experiencias realizadas en sus aceleradores de partículas producen cantidades verdaderamente astronómicas de datos.

“Hasta ahora la frecuencia de nuestras colisiones de partículas se contaba en decenas por segundo. Con la puesta en servicio del LHC, (Large Hadron Collider), en 2007, se contarán en cientos de millones por segundo”, precisa James Gillies.

De modo que la nueva máquina del CERN generará cada año suficientes datos brutos para llenar 20 millones de CD-ROM. Algo que equivale a todas las redes de telecomunicaciones de Europa reunidas. El 1% de la cantitad total de informaciones producidas cada día en el mundo saldrá de las experiencias del LHC.

“Desde luego, ni siquiera imaginamos que todos esos datos van a ser almacenados. Estas informaciones sólo confirmarán cosas que ya sabemos. De modo que serán destruídas rápidamente porque lo que buscamos es muy raro”, agrega Gillies.

Sin embargo, para separar el buen grano de la cizaña, habrá que tratar todo. Y para hacerlo, serán necesarias potencias de cálculo que simplemente en este momento no existen.

La ‘malla’ después de la Red

Para hacer frente a este desafío, el CERN prepara ya el superordenador del futuro. Un computador disperso en los cuatro rincones del mundo.

Llamado ‘grid’ (la malla) este proyecto tiende a concectar en red los cerebros electrónicos de las diferentes universidades que participan en los experimentos; un poco como sucede con las neuronas que están ligadas en un mismo y único cerebro humano.

“La idea que está detrás del ‘grid’ consiste en dar la posibilidad a un investigador que se encuentra en cualquier lugar del mundo de tener el mismo acceso a las potencias informáticas que tiene alguien en el CERN”, precisa James Gillies.

Al servicio de la medicina

Aparte de la informática es seguramente la medicina la que más se beneficia del resultado de los trabajos del CERN.

En el campo de las imágenes de diagnóstico cada día se utilizan más productos radiactivos (inofensivos para el organismo) que saben fijarse con exactitud en los tejidos que se quieren observar. Al desintegrarse, estos productos emiten partículas que determinan la forma del tumor o del lugar que debe tratarse.

Esta tecnología es directamente derivada de aquella de los aceleradores de partículas. Una de sus formas más conocidas es la tomografía por emisión de positrones, cuyo desarrollo se ha debido, conjuntamente, al CERN y al Hospital Cantonal Universitario de Ginebra.

Ahora bien, el aporte de la física fundamental a la medicina no termina en el diagnóstico. Actualmente más de uno entre cada dos pacientes de cáncer se beneficia de los tratamientos con rayos X, electrones o protones, cuyos haces son capaces de esterilizar las células de los tumores al seccionar su ADN.

Estas especies de ‘super laser’ no son otra cosa, sino aceleradores similares a los del CERN, pero en dimensiones mucho más pequeñas.

Al servicio del medio ambiente y de la arqueología

También se pronostica un gran futuro para los aceleradores en la protección ambiental. Dentro de poco podrían ser capaces de transformar en materia inofensiva los resíduos de larga vida.

Trátese de basuras químicas o radiactivas el principio es el mismo. Bombardeándolas con haces de altas energías se fabrican neutrones que se van a combinar con los productos peligrosos forzándolos a dividirse en elementos estables e inofensivos.

Es largo el catálogo de realizaciones o perspectivas surgidas de las tecnologías inventadas o desarrolladas por el CERN.

Va desde la industria de los circuitos electrónicos, hasta los motores de aviones, pasando por medidas de precisión como aquellas que fueron necesarias para cavar el Eurotúnel bajo el canal de la Mancha. Sin olvidar el famoso método de datación de objetos antiguos con carbono 14, tan útil en la arqueología.

Swissinfo, Marc-André Miserez
(Traducción, Jaime Ortega)

Como mayor laboratorio de física de las partículas del mundo, el CERN está también en el corazón de una red de casi 500 universidades de 80 países.
6.500 investigadores tienen acceso a sus instalaciones. Es decir, la mitad de los físicos de las partículas del planeta.

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