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Pueblos desaparecidos bajo el agua para producir energía

pueblo a los pies de un embalse
Verano de 1953: finalizan las obras de la presa, el pueblo pronto desaparecerá bajo el agua. Keystone / Str

¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para producir electricidad? Hoy en día, el riesgo de una crisis energética pone en tela de juicio la normativa de protección del medio ambiente. En el pasado, incluso algunas zonas habitadas tuvieron que dejar paso a las centrales hidroeléctricas.

“¡El abuelo Silvio trabajó aquí!”. La frase se repetía a menudo en mi infancia, cuando viajábamos con la familia en coche y pasábamos por Marmorera, en los Grisones.

El abuelo, un agricultor de montaña con numerosos hijos, había encontrado a principios de los años 50 una oportunidad de trabajo temporal en la obra de construcción de la presa del paso de Giulia, la primera gran presa de tierra de Europa.

La frase sobre su abuelo solía ir seguida de un silencio embarazoso, y entonces la charla acababa recayendo en los habitantes del pueblo, “pobres” que habían tenido que abandonar sus casas para dejar paso al nuevo embalse.

“Sacrificado al gran Moloch”

Desde la Edad Media, los habitantes de Marmorera habían encontrado una fuente de ingresos en la gestión del tránsito por el paso de Giulia. “Sin embargo, la apertura del túnel ferroviario de Albula en 1903 puso en crisis el sector del transporte local”, recuerda el historiador Sebastian De Pretto.

Sebastian De Pretto es investigador en el Instituto de Cultura AlpinaEnlace externo de la Universidad de Lucerna. A partir de enero, llevará a cabo una investigación titulada ‘Presas y política de reasentamiento desde 1918: entre la participación y la marginación de las sociedades periféricas’ en el Departamento de Historia Económica, Social y MedioambientalEnlace externo del Instituto de Historia de la Universidad de Berna.

Afectado por una profunda despoblación y por dificultades financieras, el municipio de Marmorera aprobó en 1948, por amplia mayoría, la construcción de un embalse hidroeléctrico para la compañía eléctrica de Zúrich (EWZ).

En los años siguientes, los casi cien habitantes del pueblo abandonaron sus hogares. Los últimos edificios fueron demolidos en 1954, antes de que las aguas del nuevo lago sumergieran las casas que quedaban. Un nuevo pueblo se levantó un poco más arriba, pero mucha gente terminó por abandonar la región para siempre.

La difícil situación económica del municipio dificultó la aparición de un movimiento de oposición al proyecto. Sin embargo, no faltaron las voces discordantes. “¡Agl grond Moloch, Turitg, sacrifitgeschas / l’istorgia, igl lungatg, la tradiziun!” (Sacrificado al Moloch de Zúrich / la historia, la lengua, la tradición), escribió el sacerdote y poeta Alexander Lozza, originario de Marmorera.

La ciudad de Zúrich, que necesitaba urgentemente asegurarse nuevas fuentes de energía tras la Segunda Guerra Mundial, adoptó una estrategia muy eficaz para conseguir el apoyo del municipio de los Grisones, señala De Pretto: “Sus representantes concluyeron acuerdos preliminares de compra con la mayoría de los propietarios de tierras de Marmorera antes de la votación en la asamblea municipal, asegurándose su apoyo.”

No solo Marmorera

La central hidroeléctrica de Marmorera no fue la única que provocó una partida definitiva de población. Tal vez el acontecimiento más conocido en los Alpes, también gracias a la imagen del campanario de Curón surgiendo del agua, sea el del lago de Resia, en el valle de Venosta (Italia), que se construyó unos años antes que el lago de Marmorera, con la participación decisiva de capital suizo.

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En Suiza, la primera central hidroeléctrica que provocó la inundación de zonas habitadas fue la central de Eglisau-Glattfelden, en el cantón de Zúrich. La presa del Rin hizo inhabitable gran parte del pueblo de Oberriet; unas 80 personas tuvieron que abandonar sus hogares entre 1915 y 1920.

En el cantón de Schwyz, una década más tarde (1932-1937), se materializó el proyecto del SihlseeEnlace externo, el mayor lago artificial del país, construido por la Etzelwerke AG, una empresa creada por los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS por sus siglas en italiano) y los Ferrocarriles del Noreste de Suiza (NOK).

El proyecto, cuya primera concesión se remonta a finales del siglo XIX, implicaba más de 900 hectáreas de superficie productiva y cientos de explotaciones. Aproximadamente 500 personas tuvieron que abandonar la zona inundada; solo una pequeña parte permaneció en la región.

El proyecto de Sihl se había originado en relación con la electrificación de la red ferroviaria suiza, un objetivo que había adquirido importancia estratégica durante la Primera Guerra Mundial. En ese caso, el interés nacional prevaleció sobre los intereses locales también en virtud de la Ley Federal de Utilización de las Fuerzas del Agua de 1916, que autorizaba a la Confederación a utilizar los cursos de agua para cumplir sus cometidos.

Relaciones de subordinación

Después de la Segunda Guerra Mundial, el hambre de energía provocada por el auge económico reservó el mismo destino a otros asentamientos como el de Marmorera. Ese fue el caso del asentamiento de GöscheneralpEnlace externo, en el cantón de Uri, habitado por unas 70 personas, que fue cubierto por el lago del mismo nombre en 1962. FFS también participó.

Prácticamente todos los proyectos que implicaban el reasentamiento de la población se han enfrentado a algún tipo de descontento y/o resistencia. Incluso cuando no se opusieron directamente a los proyectos, las comunidades y las autoridades locales trabajaron firmemente para recibir reparaciones por los bienes perdidos.

Sin embargo, a pesar de las indemnizaciones y los intentos de reubicar a algunos de los habitantes en zonas cercanas, muchas personas abandonaron definitivamente las regiones afectadas. El impacto emocional de la destrucción de las casas que habían sido habitadas durante generaciones a veces demolidas con explosivos fue enorme, llegando a provocar incluso traumas.

En última instancia, por mucho que haya espacio para la mediación, esas operaciones siempre se desarrollaron en un marco de “relaciones subalternas y brechas de poder”, señala Sebastian De Pretto.

“¡No nos vamos!”

En algunos casos, sin embargo, la oposición de la población local logró imponerse. Es el caso de las centrales hidroeléctricas del Valle de OrseraEnlace externo, en el cantón de Uri.

El proyecto consistía en la construcción de un lago artificial que cubriría todo el valle superior, incluidos los pueblos de Realp, Hospental y Andermatt. Fue presentado por primera vez en 1920 y reformulado durante la Segunda Guerra Mundial en respuesta al espectacular aumento del consumo de electricidad debido a las dificultades de abastecimiento de carbón.

Se trataba de una planta a una escala inédita en Suiza, con una producción anual prevista de casi 3 000 GWh. El gigantismo fue probablemente la razón principal de su fracaso. Todo el municipio del Valle de Orsera se manifestó en contra del proyecto bajo el lema ‘¡No negociamos, no vendemos, no nos vamos!’

Tras innumerables discusiones y una revuelta popular en Andermatt en 1946, el proyecto se abandonó finalmente en 1951. Como compensación parcial, se construyó el lago Göscheneralp. Algo similar ocurrió en los mismos años en RheinwaldEnlace externo, en los Grisones.

Las condiciones de resistencia

A diferencia de Italia o Francia, por ejemplo, donde es el Estado central el que concede los derechos de explotación, en Suiza, en cambio, son los cantones. “En el Tesino, las concesiones de explotación hidroeléctrica las otorga el cantón, los municipios tienen poco que decir”, recuerda De Pretto. “En los Grisones la decisión corresponde a los municipios, mientras que en Uri es responsabilidad del cantón y de las asociaciones. Incluso, en el cantón de Schwyz, los distritos también deciden”.

Si la situación jurídica concedía poco margen de maniobra a las comunidades de Vinschgau afectadas por la construcción del lago Resia, el federalismo suizo favoreció en algunos casos los movimientos de oposición.

“Sin embargo, las condiciones eran diferentes en cada caso”, señala De Pretto. “Mientras que en el caso de Marmorera, el municipio y el cantón estaban a favor del proyecto, en Rheinwald los municipios más afectados por el embalse previsto se oponían rotundamente. Al final, también el cantón se puso de su parte. El proyecto de Val d’Orsera contó con la oposición municipal y del cantón”.

Y en la actualidad, ¿seguiría siendo concebible sacrificar una zona poblada de Suiza para producir energía? “Es bastante improbable. Hoy en día, las posibilidades de comunicación de las regiones periféricas son mayores, la movilización contra un proyecto de ese tipo sería mucho más fácil”, asegura De Pretto. Además, los debates públicos sobre la energía están marcados ahora por la conciencia de la importancia ecológica del espacio alpino. En los años 50, el discurso dominante era el crecimiento económico”.

Adaptado del alemán por Carla Wolff

Übertragung aus dem Italienischen: Gerhard Lob

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