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Robert Frank, en la mirada de los otros

Robert Frank, ojeando el catálogo de la exposición en Buenos Aires. Leila Makarius

Lejos de los clichés con que se lo describe -parco, hostil, excéntrico, difícil, oscuro-, existe un Robert Frank humano, infantil, sensible, divertido, intuitivo...

Para descubrirlo, hizo falta verlo en la mirada de los que compartieron tiempo con él, lo conocen por su obra y sueñan con tener algo de su talento.

swissinfo se propuso conocer al ‘verdadero’ Robert Frank, al ser humano que existe delante y detrás de la mística. Y con él, al artista que sacude con sus imágenes, que provoca, que conmueve, que intriga…

Leila Makarius, fotógrafa y curadora de la muestra que se presentó en Buenos Aires y que ahora llega a Chile, y Daniel Merle, periodista del diario argentino ‘La Nación’ y uno de los pocos privilegiados que pudo entrevistarlo durante tres días en su estudio de Nueva York, hablan del ‘hombre’ que descubrieron.

Más que humano

Frank era un fotógrafo clásico, como hubo un montón en su época, pero cuando llegó a Estados Unidos se le “partió la cabeza”, sostiene Leila Makarius:

“Descubrió un mundo totalmente diferente, y a partir de ahí comenzó a cambiar su búsqueda y su mirada. No era lo mismo que Suiza, que era una isla chiquita y perfecta dentro de Europa. Él dice en una carta que le escribe a sus padres: ‘Esto es como estar adentro de una película… Jamás en mi vida imaginé que podían pasar tantas cosas en tan pocos días”.

Hace siete años que esta fotógrafa y admiradora de la obra de Frank tenía la idea de presentar esta muestra:

“Después de dar la vuelta al mundo, de un museo al otro, durante un viaje a Nueva York lo fui a visitar. Ya lo había llamado antes por teléfono desde Argentina, y me dijo que cuando esté por allá lo vaya a visitar, que le parecía muy buena la idea de hacer una muestra en Buenos Aires. Y ahí tomé envión…”, recuerda emocionada.

Cuando lo fue a ver, hace seis años, estaba muy nerviosa, confiesa, pero el trato cordial, amable y sencillo de Frank le hicieron superar rápidamente la tensión:”Toqué el timbre y se asomó por la ventana; así, como es él: despeinado, desprolijo… Me sentí cómoda de inmediato”, asegura.

“Estuvimos dos horas charlando en el ‘living’ de su casa, donde todo es un desorden. Tengo que decir que fue muy, muy simpático, y le encantó la idea de hacer una muestra en Argentina, ya que tenía mucho conocimiento de lo que era nuestro país”.

Leila tuvo dos encuentros personales e infinitas y largas charlas telefónicas con el fotógrafo suizo.

“Hablábamos de todo: estaba al tanto de la crisis económica del país, del cambio de presidente, de que había nevado en Buenos Aires y me hacía bromas sobre eso… Me preguntaba de mis tíos, de mis hijos, de cosas de la vida…”, relata.

“Lo que más me sorprendió fue la relación que entabló conmigo. Le gustó que organice cosas con la Embajada de Suiza, y todo el tiempo me decía: ‘No te imaginas cuánto te agradezco que pongas tanta energía en una muestra mía’.

“Yo no dejaba de sorprenderme. Es súper humano, muy humilde, muy agradecido… pero sinceramente, sin posturas. A veces le importa mucho más este tipo de contactos que el contacto con gente muy esnob o con empresarios internacionales”, precisa.

“Está más allá del tema del dinero… Le interesa que las muestras salgan bien, le interesa el catálogo, le fascinó saber que el 70% de la gente que vio su expo es gente joven, menor de 30 años en promedio”.

Un espíritu positivo

“Frank es muy sensible y tiene muchísimo sentido de humor. Juega mucho con las palabras. Hay mucha gente que critica su obra y la ve como pesimista, pero él está muy lejos de eso, tiene mucha energía”, asegura la curadora.

“Hay gente que cree que cuando él dice que se fue de Suiza porque le quedaba chico, lo lee como si hubiera sido un desprecio, mientras que en realidad se trataba de que él es una persona con mucha ‘polenta’ y se sentía en un lugar muy encasillado, muy encuadrado, y no sentía que podía desarrollarse”, explica.

“Él sigue siendo suizo, siempre vuelve a Suiza y sin duda algo lo ata a su país. Aunque siempre dice que no quiere saber más nada de los suizos, en realidad nunca deja de volver. Le critica a Suiza que es todo muy lujoso, muy ordenado… y él aguanta por un tiempo, pero después necesita volver a Estados Unidos, al desorden, al ritmo. Fíjate que él vive entre el Soho de Nueva York y una casita en medio de la nada, en Mabou, Canadá”.

Leila Makarius anota que Frank hace muchísimas fotos, todo el tiempo: del tipo que le carga nafta (gasolina), de la gente tomando café, de algo que vio en la calle, de cualquier cosa, y cuenta que ahora anda con una camarita rusa, de plástico, marca Lomo.

“Hacer visible lo esencial”

A finales de julio pasado, cuando entrevistó durante tres días a Frank en su estudio de la calle Bleecker de Nueva York, Daniel Merle descubrió a un maestro de la intuición.

“Es un artista que no se reconoce como tal y que elude de manera persistente todo encasillamiento. Es un ‘outsider’ que hoy concluye sabiamente que esa vocación marginal se ha transformado, sobre el final de su vida, en un sentimiento de soledad, a pesar de ser aclamado en el mundo entero como uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX”.

Merle no lo describe como un intelectual. “Es una persona bastante humilde, que no tiene una visión intelectual de la fotografía y ni siquiera se piensa a sí mismo como un artista. Él simplemente piensa que es un fotógrafo y lo manifiesta en todos sus dichos. Me sorprendió mucho que siendo un artista de este reconocimiento carezca totalmente de vanidad”, confiesa.

“Habla poco, es de frases cortas (en general las deja inconclusas), es extremadamente lúcido y tiene como una especie de picardía ingenua que le da mucho ángel”, asegura.

“Diría que nuestro diálogo fue casi personal. No le gusta mucho hablar de sus fotos ni de cómo las hace, y mucho menos de su libro ‘Los Americanos’… Creo que le gustó mucho que habláramos de su infancia, de sus recuerdos, de sus hijos…”, destaca y agrega:

“Suiza estuvo siempre presente en las charlas, porque su niñez, sus primeros pasos en la fotografía y su familia estuvieron también todo el tiempo presentes. Tuve la sensación de que es un hombre muy emocional y que, al final de su vida, sigue atravesado por la tragedia que vivió con la muerte de sus dos hijos”, sostiene el periodista.

“Nunca olvidaré, los tres emotivos encuentros que tuve con Robert Frank. Y me doy cuenta que ese hombre ha transitado su vida buscando un imposible: hacer visible lo esencial”.

swissinfo, Norma Domínguez, Buenos Aires

Con más de 30.000 visitantes, las instalaciones del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, de Buenos Aires, quebraron su récord de visitas entre el 23 de agosto y el 21 de octubre.

Durante ese periodo se expusieron las 73 obras de Robert Frank seleccionadas por los curadores Jorge Cometti y Leila Makarius.

La exposición, que organizaron conjuntamente la dirección del Museo y la Embajada de Suiza en Buenos Aires con el apoyo de la fundación Pro Helvetia, contó con la aprobación personal del fotógrafo.

En paralelo, durante el mes de septiembre se realizaron una ‘exposición homenaje’ de jóvenes fotógrafos y encuentros con profesionales de diversos campos del quehacer cultural en los que se analizó desde diferentes ópticas la labor de Frank.

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