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Tras conquistar Nueva York, Hodler vuelve a Suiza

Ferdinand Hodler: 'Les Dents du Midi vistos desde Champéri', óleo sobre tela, 1916. Nestlé Art Collection/Fondation Beyeler

En colaboración con la Neue Galerie de Nueva York, la Fundación Beyeler de Basilea presenta una importante exposición de la obra tardía del artista suizo. Altamente calificado hoy en su país y en el extranjero, Ferdinand Hodler es presentado primero como ser humano, lo que lo hace muy accesible.

“Hodler es un pintor único. Al captar el esplendor del momento, logra expresar de manera espléndida sus emociones a través de la belleza intacta de la Naturaleza. La elección de los colores y el tratamiento de la luz crean una armonía indescriptible”. Invitado por swissinfo.ch a descubrir la obra de uno de los más grandes pintores suizos, Lechi Abaev se encuentra en su elemento. Este artista checheno comparte con Hodler la misma fascinación por la aspereza, tanto de las montañas como de la condición humana.

Esta exposición se basa en los últimos cinco años de la vida del artista que, habiendo alcanzado una gran libertad de espíritu y de trazo, retomó de manera incansable los temas que le eran caros: los paisajes alpestres y lacustres, las mujeres. Pero también el cuestionamiento en torno a la enfermedad, la muerte y la eternidad.

Gertrud Müller/Fotostiftung Schweiz

Primer artista ‘Swiss Made’

En su tiempo, Ferdinand Hodler conquistó Suiza solamente después de hacer carrera en Europa. Hoy, aquí como en el extranjero, ha sido despojado de la imagen de artista histórico y “oficial” que no entusiasmaba a las multitudes, y la obra más cercana a su persona tiene una gran demanda en el mercado mundial.

Nacido en 1853 en una familia pobre, este “musculoso bernés” perteneció a la generación de la constitución democrática de la Suiza unificada de 1848. No es de extrañar que hiciera pinturas históricas y alegóricas para apoyar a un joven Estado que necesitaba ilustrar sus raíces y que construía edificios oficiales (Palacio Federal, Museo Nacional Suizo, oficinas de correos, estaciones ferroviarias y cuarteles). Con sus monumentos a Guillermo Tell o al Juramento de Grütli, acto fundador de la Confederación en 1291, Hodler marcó la imagen interior de Suiza con cierta rudeza en el trazo, una grandeza primitiva que contrastaba con la forma italiana, francesa o alemana de su tiempo.

Según el especialista Jura Brüschweiler, “Hodler,  por su deseo de permanecer en su país, fue el primero en lograr la creación de un estilo que todo el mundo, primero en el extranjero y luego en Suiza, terminó por reconocer como típicamente helvético. No solamente en cuanto a los temas, sino también en la concepción del arte, de la manera” (Hodler et les Suisses, Ediciones Pecel Art, 1991).

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Ferdinand Hodler

Este contenido fue publicado en La exposición ‘Ferdinan Hodler. Regard dans l’Infini’ presenta unas 80 obras de los últimos cinco años de vida (1913-1918) del artista suizo. (Fotos: Fundación Beyeler)

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Un artista tan humano

Esta aureola de patriota ocultó durante mucho tiempo la otra imagen, externa, de cabecilla de la transición formal del arte europeo entre el Siglo XIX y la era moderna. Nacido en Berna pero habiendo vivido en Ginebra hasta su muerte en 1918, Hodler vivió las conmociones artísticas de la época. Las obras presentadas en Basilea acaban de regresar de la Neue Galerie de Nueva York, donde “la exhibición tuvo un gran éxito del público y de la crítica”, según la comisaria Jill Lloyd.

Las dos primeras salas están dedicadas a los autorretratos, junto con algunas fotos tomadas hasta sus últimos días por su amiga y mecenas Gertrud Müller. Hodler se representó con frecuencia, en ocho lienzos solamente en 1916. Impresionantes esas variaciones de un rostro que mira directamente a los ojos, pintado con las mismas pinceladas espesas utilizadas para sus paisajes de montaña que transparentan una gran sensibilidad.

Para Jill Lloyd, los autorretratos son incluso reinterpretados en los paisajes: “la cumbre solitaria puede ser considerada como la expresión de la fuerza vital del individuo o como el símbolo de la soledad”.

Nacido en 1853 en Berna, queda huérfano a los 14 años y deviene aprendiz de un pintor de obras en serie para turistas.

1872: se instala en Ginebra, donde frecuenta las Bellas Artes.

1884: encuentra a Agustine Dupin, modelo que le dará su primer hijo. Pinta la muerte de su amante en 1909 (L’Amour), que generará un escándalo en Zúrich.

1890: primer formato grande, La Nuit marca su reputación de pintor simbolista.

1904: invitado de honor a la Secesión de Viena, donde expone. Reconocimiento internacional.

1915: pinta la enfermedad y muerte de Valentina Godé-Darel, madre de su segundo hijo.

2007: El Lac léman vu de Saint-Prex es adjudicado a Zúrich por 10,9 millones de francos.

Paisajes, precisamente

Hodler produjo cerca de 700 paisajes, muchos de los cuales al final de su vida. Por lo tanto, ocupan varias salas de la exposición, y los comisarios no han dudado en alinear múltiples representaciones del Jungfrau o de los Dents du Midi, de los lagos de Thun y Ginebra. Tras privilegiar por mucho tiempo el dibujo y la forma, el artista bernés descubre el color y se abandona a una suerte de explosión en la que el trazo tiende a disolverse en las superficies.

Bloqueado por la enfermedad en su apartamento de Ginebra, Hodler pintó el lago de la ciudad desde su balcón, una y otra vez. Los visitantes pueden ver cómo la horizontalidad resplandeciente de las aguas y de las cumbres adquiere vuelcos cada vez más abstractos en un paralelismo que, según el propio artista, “supera el arte, ya que domina la vida”.

A Lechi Abaev le impresiona particularmente el paisaje. “Este artista logra una alta representación de sus emociones a través de sus retratos, pero sobre todo de sus paisajes”, comenta el artista checheno. Con sus juegos de luces, captaba todo, sabe expresarlo todo, lo que lo hace único”.

Valentina y la muerte

Una amplia sala está dedicada a los trabajos preparatorios y a la versión final de Regard dans l’Infini, representación monumental (446 x 895 cm) de cinco bailarinas de danza moderna, fruto de tres años de trabajo y terminada en 1916. La exposición neoyorquina tomó su nombre de ese trabajo voluptuoso.

Mencionaremos por último la cruda evocación de la vida y la muerte de  Valentina Godé-Darel, amante y madre de la hija del artista. Familiarizado éste con la muerte, ya que desde muy joven había perdido a sus padres y luego a sus hermanos y hermanas. Valentina dio a luz a la pequeña Paulette en 1913, cuando ya sufría de un cáncer que se la llevó quince meses después. También con la salud afectada, Hodler siguió las etapas que conectan al nacimiento, la enfermedad y la muerte.

Para Jill Lloyd, “la representación de la agonía de Valentina es un trabajo muy poderoso, intenso. Estas pinturas de la muerte son escalofriantes, evidentemente, pero también fascinantes. Su extraordinario valor emocional suscitó una gran respuesta en Nueva York”.

Lechi Abaev se detiene ante un lienzo de Valentina con Paulette sobre sus rodillas. “Solamente la cabeza de la madre está pintada al óleo, mientras que la forma de la niña es apenas un esbozo, como una mera huella. La combinación de los colores cálidos del rostro, de la postura tranquila de Valentina crean una intimidad tangible entre madre e hija”. Convence en particular  al artista checheno la manera en que, “al representar el último suspiro de la moribunda, Hodler supo captar con precisión ese instante fugitivo de contacto con la muerte”.

Regard dans l’Infini, presenta cerca de 80 obras realizadas durante los últimos cinco años de vida de Ferdinand Hodler.  La exposición fue realizada en colaboración entre la Fundación y la Neue Galerie de Nueva York. Las obras prestadas proceden de colecciones privadas y museos.

La exposición  está abierta hasta el de 26 de mayo de 2013 en la Fundación Beyeler, en Basilea.

De cada 100 euros invertidos en 2000 en un Hodler, la cifra promediaba 127 en 2012. En 2011, Hodler ocupa el lugar número 111 en la clasificación por  volumen de negocio de la base de datos Artprice. 90,66% de las transacciones tuvo lugar en Suiza.

Christie’s ha organizado desde 1991 ventas de arte suizo. Según Hans Peter Keller, de esa empresa, “hace diez años, un muy buen Hodler se vendía en 3 millones de francos, y hoy puede superar los 10 millones. A escala internacional, es el más caro después de Alberto Giacometti”.

Stephanie Schleining-Deschanel, de Sotheby ‘s, añade: “Hodler participó en grandes exposiciones internacionales y marcó la vanguardia de comienzos del Siglo XX. Si la gran mayoría de los compradores son suizos, los extranjeros se interesan cada vez más en las figuras simbolistas”.

Jill Lloyd, comisaria de la exposición en la Neue Galerie de Nueva York es más mesurada. “La exposición fue muy bien recibida en Nueva York. Pero, curiosamente, la reputación del artista no es tan internacional como se merece. Tal vez porque está muy presente en las colecciones suizas y hay un número limitado de obras en el mercado. No lo sé”.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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