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El segundo de la ONU elogia a Suiza y a los emergentes

Carlos Lopes en su despacho, en Ginebra. swissinfo.ch

El guineano Carlos Lopes trabaja desde hace 20 años en la ONU y, por ende, conoce perfectamente los mecanismos de la organización mundial. El alto directivo no elude las críticas y afirma que Naciones Unidas sigue siendo indispensable para dar legitimidad a las naciones.

En entrevista exclusiva con swissinfo pondera el empeño de Suiza en las discusiones sobre las reformas de la ONU y destaca el creciente papel de los emergentes.

Su oficina amplia y sencilla está decorada con objetos y fotos de Guinea Bissau, su país natal. Está en el edificio denominado ‘Casa del Medioambiente’, en un barrio de Ginebra.

Al leer la tarjeta del periodista visitante, Carlos Lopes constata que “no ha cambiado la dirección” y cuenta que hace 27 años trabajó como corresponsal en Ginebra de Radio Suiza Internacional, predecesora de swissinfo. “Fue mi primer contacto con la ONU”, afirma quien hoy es subsecretario general de la ONU. Entrevista exclusiva.

swissinfo: Usted dirige una de las instituciones menos conocidas de la ONU. ¿Qué hace UNITAR (Instituto de Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones)?

Carlos Lopes: UNITAR es un órgano de formación e investigaciones creado en 1965 y, por ende, es una de las instituciones más antiguas de la ONU. Como ocupa un nicho particular, no es necesariamente conocida; salvo por los beneficiarios, que son muchos: unos 80.000 por año. No hacemos campañas como otros órganos de la ONU; somos una organización algo tímida, y es bueno que así sea.

swissinfo: Usted trabaja en la ONU desde hace 20 años. ¿Qué fue lo mejor y lo peor que ocurrió durante ese periodo?

C.L.: Yo comencé en el área del desarrollo, y allí sucedieron muchas cosas buenas. A pesar de todo lo que se habla hoy en día: los precios altos de los alimentos, la energía, los cambios climáticos y sus implicaciones, nosotros podemos decir que hubo una evolución considerable. Hubo mejoras que se pueden ver en las estadísticas y, al contrario de lo que esas personas dicen, hay cada vez menos pobres. Cuando se elaboraron los objetivos del milenio, en el 2000, se les dio un enfoque de desarrollo que contribuya de modo contundente para cambiar la situación de las personas en muchas partes del mundo. Esa es una buena noticia.

Lo peor que pasó en esos veinte años fueron los conflictos, en particular el de Irak, que creó muchas consecuencias negativas para la ONU: cambios en las formas de trabajo, división y polarización de los Estados miembros, alteraciones considerables en la justicia penal, los derechos humanos y el derecho humanitario internacional, entre otros. Así que, el debate actual está todavía un poco tenso, a causa de la invasión y la guerra en Irak.

swissinfo: ¿Perdió la ONU prestigio e importancia?

C.L.: Eso es algo que desde el comienzo de la organización se dice. Si consultamos los diarios de la época de la creación de la ONU veremos que el debate no era muy distinto al de hoy en día. La diferencia es que estamos en una fase en la cual la información circula muy rápidamente. En consecuencia, cualquier problema que la organización afronte en términos de ética, en cualquier parte del mundo, tiene una visibilidad mundial. Si surgiera un problema de explotación sexual de un casco azul, ocuparía la primera página de todos los diarios.

Sólo que las personas no saben que existen 110.000 cascos azules en servicio; las personas no saben que la ONU es más que cascos azules, paz y seguridad; no saben que para viajar en avión, los vuelos son regulados por la Organización Internacional de Aviación Civil (organismo de la ONU); que no pueden hacer un telefonema desde su celular sin las normas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (organismo de la ONU), que no pueden siquiera mandar una tarjeta por el correo sin la intervención de la Unión Postal Universal (organismo de la ONU) y por el estilo. Por lo tanto, las personas no se dan cuenta de que en su actividad diaria están lidiando con situaciones que no son posibles sin una regulación internacional y que esa regulación es establecida por la ONU.

swissinfo: ¿Están los cascos azules allí donde fracasaron los proyectos de desarrollo?

C.L.: Los cascos azules pueden ser vistos de dos maneras: como una prueba de éxito o de una de fracaso. Si queremos verlos como prueba de fracaso, podemos decir que nunca hubo tantos cascos azules como ahora, lo que significa que la ONU debe servir de bombero en muchas situaciones complejas.

Si queremos verlos de otra manera, diremos que el número de conflictos en el planeta disminuyó considerablemente. En África tenemos actualmente tres conflictos considerados complejos y 13 guerras civiles que hasta hace siete años existían y que desparecerán porque hay cascos azules, mediación y negociación. Esa labor de hormiga no suele ser reconocida, y considero que es preciso dar un poco más de crédito al trabajo que toda esa gente hace con valentía para ayudar a transformar el mundo.

swissinfo: ¿Cómo están los tres pilares de la ONU: seguridad, desarrollo y ayuda humanitaria y derechos humanos?

C.L.: Estamos en una situación en la que prácticamente todas las áreas de intervención de Naciones Unidas registran cambios notables. Por ejemplo, en el área del derecho internacional tenemos que enfrentar cuestiones complejas como el derecho a la salud y a la propiedad intelectual; en el derecho humanitario tenemos que proteger poblaciones contra el genocidio, incluso en el área penal internacional que hasta hace diez años no existía. Lo mismo ocurre en otras áreas y, a raíz de estas transformaciones, es natural que las personas tengan cierta ansiedad. Cuando todo funciona, muchos se quejan del éxito; y si hay un pequeño problema, critican al regulador, que es la ONU.

swissinfo: Nadie habló de Naciones Unidas durante los últimos hechos en Osetia del Sur y en Abjasia. ¿Es la ONU cada vez más esquivada?

C.L.: En conflictos regionales siempre hubo otros órganos de mediación y, luego, para darle un sello internacional se recurre a la ONU. Es así desde hace 60 años, pero hoy en día, a causa del inmediato acceso que tenemos a las imágenes, se amplifica la impresión con respecto al pasado. En el Consejo de Seguridad están los países, y enterados de que cinco de ellos tienen derecho de veto, sabemos que cualquier cosa que afecte a uno de esos cinco países (n.d.lr. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) tiene que ser negociada antes de llegar allí.

swissinfo: Tanto en las ONG como en el G8, la Unión Europea, el Foro Económico Mundial o el Foro Social Mundial aumentó la competencia, ¿no?

C.L.: Aumentó significativamente. Hoy en día hay partes de la ONU que están más expuestas y que necesitan cambiar completamente debido a esa competencia. El número de actores internacionales es hoy mayor que nunca antes porque las capacidades de trabajo en red son infinitas a través de internet.

Entonces, es natural que las personas no se reconozcan necesariamente en una estructura de gobiernos donde los asuntos, en la Asamblea General, necesitan ser aprobadas por consenso, con una estructura de poder asimétrica que no corresponde al mundo actual. Algunos países que salieron victoriosos de la Segunda Guerra Mundial tienen un peso preponderante con respecto a otras potencias emergentes que en política, economía, ciencia, etc. no tienen el mismo espacio. Por eso es natural que las personas cuestionen esos mecanismos y se procuren otras alianzas y formas de relacionamiento.

Lo cierto es que el nivel de legalidad que la ONU confiere a las decisiones sigue siendo único. Ninguna decisión del G8 o del Foro Social Mundial, por más participativa que sea, tendrá el peso de legitimidad de Naciones Unidas o el de una Convención. Ninguna interconexión entre el sector privado y los gobiernos en el Foro de Davos podrá superar el diálogo que Naciones Unidas ofrece al sector privado. Naciones Unidas está señalada porque ahora existe competencia, pero no pierde el primer lugar en términos de legitimidad internacional.

swissinfo: En el contexto geopolítico de hegemonía de Estados Unidos, ¿no está sobrepasada la ONU?

C.L.: Si lo estuviera, Estados Unidos no necesitaría de la ONU, pero la verdad es que para legalizar cualquier decisión importante, incluso cuando en cierto momento creyeron que la ONU es innecesaria, tuvieron que volver y tener una resolución aprobada por la ONU. Así que, si una potencia con todos esos atributos tiene que seguir pasando por la ONU para legitimar sus propias posiciones y construir mayorías, quiere decir que la ONU sirve aún para algo.

swissinfo: A pesar de ser el principal contribuyente, cuando surge una nueva instancia, como el Tribunal Penal Internacional, Estados Unidos simplemente boicotea…

C.L.: Sí, pero el Tribunal sigue funcionando y cuando el TPI afirmó que puede acusar al presidente de Sudán, Omar el Bachir, Estados Unidos emitió un comunicando afirmando que las decisiones del Tribunal deben ser cumplidas. Que Estados Unidos no esté de acuerdo con la existencia de un tribunal es una cosa. Si considera que un tribunal puede existir, pero no quieren colaborar, es otra cosa. Esa es una decisión que cada país puede tomar. Ningún país está obligado a ratificar las convenciones que considere inútiles. Hay muchas convenciones que otros países no ratificaron y Estados Unidos lo hizo. Es difícil encontrar una convención ratificada por todos los países del mundo. Yo conozco una: la Convención de los Derechos del Niño.

swissinfo: Desde hace mucho se habla de la necesidad de reformas en la ONU. ¿Por qué no se hacen esas reformas?

C.L.: Seguiremos hablando porque una reforma no es algo que se haga pronto. El ciclo de transformaciones de la humanidad se ha acelerado. En el espacio de una generación hay demasiados cambios para tener un momento de comodidad. Esto es cierto en las empresas como en las organizaciones, especialmente en las organizaciones mundiales. Por eso siempre habrá reformas, y muchas serán realizadas. Depende de lo que hablamos: si del sistema de licitaciones, de jubilaciones, del sistema administrativo, que es completamente distinto al de la reforma del Consejo de Seguridad. En fin, son muchas reformas y aún quedan muchas por hacer.

swissinfo: Una de esas reformas –que transformó la Comisión en Consejo de Derechos Humanos-, fue hecha a iniciativa de Suiza y aún no funciona bien. ¿Los pequeños países tienen todavía un papel que desempeñar en Naciones Unidas?

C.L.: El debate sobre los derechos humanos está muy polarizado y es verdad que nadie está totalmente satisfecho con el nuevo Consejo, porque se creyó que era una especie de panacea para resolverlo todo. No resolvió todo, pero ya resolvió algunas cosas. Una de ellas, muy interesante, es el mecanismo de observaciones de pares que permite que cualquier país sea analizado por el Consejo, y ello impone un poco de modestia a los países occidentales que gustaban de dar lecciones a los otros. Por lo tanto, hay cosas positivas, aunque la gente esté ansiosa de mejores resultados. Dicho esto, Suiza es un país muy activo en el debate conceptual sobre las reformas y tiene toda la razón de serlo porque tiene una relación muy especial con Naciones Unidas, a pesar de ser un miembro reciente. Muchas organizaciones tienen su sede en Suiza, que siempre fue un importante contribuyente financiero.

swissinfo: ¿Ha crecido la participación de los países emergentes?

C.L.: Los países emergentes han tenido una participación creciente e incluso de liderazgo en ciertas áreas como el comercio, las discusiones sobre energía –el Protocolo de Kioto fue impulsado por el peso de los países emergentes-, y también con tropas de mantenimiento de la paz, donde son mayoría. El impase al que llegaron las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio es una señal de que el mundo ha cambiado. Si quisiéramos tomar una foto de la relación de fuerzas en el mundo actual, esa foto sería imperfecta en el Consejo de Seguridad, pero perfecta si se la hace en la OMC. Lo que ocurre en la OMC es el reflejo de la correlación de fuerzas actuales, en las que si no hay ganancia para todas, no hay avance.

swissinfo, Claudiné Gonçalves
(Traducción, Juan Espinoza)

Carlos Lopes es oriundo de Cachungo, Guinea Bissau. Estudió en el Instituto de Estudios para el Desarrollo de Ginebra (IUED) y se doctoró en Historia en la Universidad de París.

Luego de desempeñar funciones en la investigación, diplomacia y planeamiento en Guinea Bissau comenzó en 1998 a trabajar en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Fue coordinador del PNUD en Brasil desde junio de 2003 hasta agosto de 2005.

Fue consultor de varias organizaciones, entre ellas la UNESCO, la Comisión Económica de la ONU para África (CENUMA) y la Agencia sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI).

Escribió y coordinó 20 libros, entre ellos, “Desarrollo de Céticos”, publicado en Brasil, en 2007. Disertó en varias universidades (Lisboa, Coimbra, México, Zúrich, Sâo Paulo, Rio de Janeiro).

Fue director de asuntos políticos del entonces secretario general de la ONU Kofi Annan y, desde marzo de 2007 es director ejecutivo del Instituto de Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones (UNITAR), cargo que acumula junto al de subsecretario general de la ONU.

El Instituto de Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones fue fundado en 1965 para dar más eficiencia a la ONU mediante un programa de formación e investigación.

Cuenta con un consejo de administración y un director.

Los recursos provienen de donaciones voluntarias de gobiernos, organizaciones intergubernamentales, fundaciones y otros donantes.

La formación está destinada a funcionarios de Naciones Unidas o de gobiernos nacionales que participan en las actividades de Naciones Unidas.
El Instituto coopera con universidades y otras instituciones de enseñanza.

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