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El valor agregado de haber trabajado en Suiza

Matias Cuadro y Valentín Stähli. Norma Dominguez

Matías Cuadro, segunda generación de suizos en Argentina, aprendió a hacer queso de cabra en la tierra natal de su abuela.

“En Argentina no está todo tan mal como todos piensan”, opina el joven argentino que vivió la experiencia de trabajar en Suiza.

De regreso en Villa General Belgrano, Matías fabrica quesos. Cuando el 16 de septiembre pasado swissinfo publicaba la noticia del hermanamiento entre Sigriswil y Villa General Belgrano, comenzaba el relato de la historia diciendo: “Hay hechos que, sin reclamar titulares, trascienden por el propósito que los inspira”.

Con sus adolescentes 18 años y un sentido de responsabilidad poco frecuente en un chico de su edad, las reflexiones de Matías Cuadro encarnan una lección de vida para sus desesperanzados compatriotas.

“En enero del 2002 vino a mi casa una delegación de suizos y vieron que teníamos cabras, entonces me invitaron a Sigriswil a aprender a hacer quesos de cabra”, dice.

Y cuenta que, entusiasmado con la idea, partió en junio para Berna, donde pudo conocer a la familia de su abuela Adelaida Schaad, quien llegó a la Argentina desde aquellas tierras, cuando apenas tenía tres años.

Días después fue recibido por el intendente (alcalde) de la comuna Hans Boss, quien luego lo llevó a la montaña donde aprendió el oficio de quesero.

Aún cuando reconoce que la primer semana fue dura y pensó en volverse, la solidaridad y camaradería suizas lo sedujeron de inmediato. “El intendente y su esposa me adoptaron y me trataron como si fuera un hijo más”, relata.

El oficio del quesero

“Me explicaron en un día el trabajo y al día siguiente ya estaba haciendo quesos. Era bastante rudimentario, como lo hacían hace 500 años”, explica y deja entrever su sorpresa cuando vio que allí “no había ni agua, ni luz, ni baño, ni teléfono”.

Aunque no lo dejaron hacer queso de vaca, “porque es más difícil”, Matías aprendió el oficio con maestría y se trajo de allí los cultivos y las recetas para llevar adelante su proyecto.

Hoy fabrica quesos en su casa de Villa General Belgrano, pero “adaptados al paladar argentino” porque “los suizos comen cualquier tipo de quesos” en cambio, los argentinos son más particulares.

Una lección de vida

“Más importante que hacer los quesos fue haber salido de Argentina y ver que no está todo tan mal como todos piensan, y que con un poco de ganas, de conocimiento y de seriedad se pueden hacer muchísimas cosas”, afirma.

En su paso por Sigriswil, Matías aprendió, entre otras cosas, que en su país también se puede prosperar: “Los mismos suizos te dicen que acá uno tiene futuro porque está todo por hacer, mientras que allí está todo hecho y sólo resta mantenerlo.”

Una apuesta al futuro para los jóvenes

La “presentación en sociedad” del hermanamiento se realizó el mes pasado en la residencia del embajador suizo en Buenos Aires, Armin Ritz, quien consideró este gesto de amistad muy importante para el país: “Si juntamos muchos pequeños esfuerzos como éste, creo que ayudamos a la salida de la crisis en Argentina”.

Por su parte, el consejero económico de la legación diplomática argentina en Berna, Edgardo Malaroda, también destacó que vio que este hermanamiento podía ser un ejemplo a imitar por otros pueblos y una posibilidad de desarrollo para los jóvenes. “Hasta hay pasantes que se han puesto de novio con belgranenses”, confesó.

“Villa General Belgrano está situado en el valle cordobés de Calamuchita y es un lugar muy particular donde la comunidad suiza tiene gran organización”, relató a swissinfo Sergio Favot, intendente del Municipio y uno de los impulsores de esta idea.

“Se hicieron muchísimas cosas en estos tres años, y una de las más importantes es el tema de las pasantías, que nos ayuda a conocernos mejor y abrir puertas para otros intercambios en el futuro.”

“Nuestros chicos se alojan con familias suizas y los jóvenes de Suiza con familias de aquí, lo que los ayuda a perfeccionar el idioma. En cuanto al trabajo se aprenden diferentes formas de producir, de manejarse en ciertas áreas, bajo el compromiso de transmitirlo en su comuna cuando regresan”

Valentín Stähli, presidente del centro helvético de Calamuchita, aseguró que espera recibir más suizos en la Argentina porque “Suiza está quedando un poco más angosta para sus chicos y ya han llegado varias parejas de jóvenes a vivir a nuestro valle”. Las oportunidades son muchísimas porque, asegura, “acá todo está abierto y por hacer”.

El respeto a las reglas, el valor por el fruto del trabajo y por lo que se tiene, es la lección que los argentinos aprenden de sus hermanos suizos. Ellos, por su parte, se llevan consigo el sabor de la calidez de las familias argentinas y la lección de que la libertad sin orden puede ser complicada.

Norma Domínguez, Buenos Aires

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