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Expo.02: Un pueblo se entretiene

¿Fue un simple pasatiempo o incitó a una reflexión crítica sobre Suiza? Keystone

Un ambiente relajado, experiencias agradables, un público satisfecho, pero pocas provocaciones.

La Expo.02 se termina. ¿Qué nos deja el evento? Algunas opiniones desde el extranjero.

159 días de exposiciones, precedidas y acompañadas de miradas curiosas, críticas, entusiastas, escépticas, distraídas, aburridas. 10 millones de visitantes, cada uno con su propia perspectiva, recorrieron los espacios de la Expo.02.

Es difícil trazar un balance de ‘la mirada externa’ sobre la Expo02, si así puede llamarse, pues los espectadores no son propiamente externos a la exposición nacional.. Aún así hicimos el intento, concientes de la pluralidad de tal mirada.

El verdadero balance se verá con el transcurso del tiempo, con el lento proceso de destilación que conduce a la formación de una memoria colectiva. Dentro de diez, veinte, treinta años se sabrá tal vez con mayor claridad cuál fue el papel de la Expo.02 en un momento histórico lleno de incógnitas para Suiza.

Casualidades significativas

Mientras tanto se pueden señalar, como lo hace el historiador y redactor del diario alemán ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’, Jürg Altwegg, “las coincidencias significativas”. La Expo estaba programada para el 2001, pero las dificultades financieras y de organización obligaron a aplazarla un año.

“Hoy podemos decir que el accidentado devenir de la Expo.02 fue una suerte”, señala Altwegg. La exposición llegó después de un decenio turbulento, después de la discusión sobre la adhesión a Europa y sobre el pasado de Suiza, después de la quiebra de Swissair, de la matanza de Zug, del accidente del Gotardo. En este sentido, es quizás signo de una nueva paz interna alcanzada en el país”.

Los millones cuentan

Pero las coincidencias no engloban los posibles significados de una exposición nacional. Ciertamente se puede coincidir con el antropólogo Jacques Hainard, conservador del Museo de Etnología de Neuchâtel, que “nos encontramos frente a un fenómeno antropológico importante; si millones de personas se desplazan, significa que algo está sucediendo.”

Pero Hainard no se hace demasiadas ilusiones: “Se pueden reconocer las características de una cultura de masa: la gente la visita porque hay espectáculos, animaciones, colas. Esto atrae. El público se reencuentra.”

La antropología de las colas

Puede parecer curioso, pero para un pueblo como el suizo que se distingue por su eficiencia, las colas, la larga espera delante de las ‘arteplayas’ y los pabellones, son un evento en sí.

“Durante la espera, nos acercamos unos a otros, conversamos, superando las barreras lingüísticas”, señala el humorista suizoalemán Franz Hohler. “La gente estaba increíblemente relajada, no estaba impaciente, no empujaba.”

Pero no todos se lo tomaron así de bien. “Si se quiere organizar una exposición innovadora, no se hace esperar a la gente durante dos horas en una cola”, sostiene Franziska Teuscher, copresidenta del Partido Ecologista y partidaria de que se creara una comisión parlamentaria para investigar la gestión financiera de la Expo.

Si se trataba sólo de hacer cola, más valía organizar la Expo a la entrada del túnel San Gotardo o inventar algún chanchullo burocrático en la ventanilla de una oficina pública.

Pero más allá de estas experiencias cultura y lingüística en las interminables colas, ¿qué huellas ha dejado la exposición nacional?

“La Expo creó una atmósfera, en una época en la que no se pueden emitir mensajes equívocos”, agrega Franz Hohler. He visto muchas suizas y muchos suizos en una nueva actitud, para mí desconocida, la de un pueblo que sabe pasear y mirar alrededor con curiosidad y sin prisa”.

“A la gente verdaderamente le gustó esta exposición”, coincide Jacques Hainard. “La Expo.02 ofreció una agradable experiencia de convivencia a millones de personas”.

Una cultura crítica

El antropólogo tiene cierta reserva respecto al contenido cultural de la Expo. “¿Se trata realmente de una cultura crítica, que plantea preguntas, que conlleva a redefinición de algunos parámetros de referencia en Suiza? Lo dudo”, afirma Hainard.

Jürg Altwegg, por su parte, se muestra desilusionado por la incapacidad de la exposición nacional de incidir en el debate político actual.

¿Se necesitaba una Expo.02 con cierto espíritu de provocación? No, es la respuesta de Lucrecia Meier-Schatz, parlamentaria democristiana. “El objetivo de la Expo no era el de provocar, sino ofrecer otros estímulos”.

“Hubiera podido ser más crítica y menos orientada al consenso,” afirma Franziska Teuscher.

Esto nos incita a preguntarnos: ¿Mereció la pena organizar Expo.02? Quedan por lo menos 25 años para reflexionar sobre ello, siempre y cuando se quiera repetir la aventura.

Andrea Tognina

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