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Flore Revalles – la seductora bailarina suiza olvidada

Bailarina sentada en el piso
Flore Revalles protagonizando Sheherazade con la compañía de los Ballets Rusos (Ballets Russes) en la década de 1910. Granger Historical Picture Archive

Fue la estrella de los Ballets Rusos en Estados Unidos en 1916, la prensa sensacionalista mostró un vivo interés por sus uñas y peinados, incluso Charlie Chaplin tenía un retrato suyo en su pared. Pero curiosamente en Suiza, donde nació y murió, cayó en el olvido. ¿Quién fue Flore Revalles?

En los años 50 Émilie Flora Cerf-Treichler alquiló un estudio en Ginebra al que llamó “Paradiso”. Decoró su interior con cosas del pasado: un cocodrilo disecado que la había acompañado durante su estancia en Estados Unidos, sables del norte de África, tapices de Egipto, pieles de serpiente, partituras y decenas de fotos de sus actuaciones en escenarios de todo el mundo… incluso del Amazonas.  Y en medio de todo aquello, dos canarios piando en una jaula. Ahí, en el “Paradiso”, también tocaba el piano, cantaba las óperas de su pasado y soñaba con los días gloriosos cuando aún recorría el mundo como Flore Revalles.

Revalles recostada en un sofá.
En aquella época -la fotografía fue tomada en la década de 1910- Flore Revalles era idolatrada. Access Rights From Art Collection / Alamy Stock Photo

En aquellos años su nombre ya se había olvidado en Suiza, y hoy es aún más difícil encontrar información sobre ella. El único que arroja un poco de luz sobre la artista es su ahijado, el actor Guy Tréjan, que le dedica unas páginas en su propia biografía. A pesar de toda la ternura puesta en la descripción, compara a su querida tía en los últimos años de su vida con la diva del cine mudo Norma Desmond en Sunset Boulevard, y tal vez algo avergonzado cuenta cómo le decía a todo el mundo: “¡Vous ne pouvez pas savoir ce que j’ai été!” (¡Usted no sabe lo que he sido!). Bueno, y ¿quién fue entonces Flore Revalles?

De Flora Emilie Treichler a Flore Revalles

Flore Revalles nació como Emilie Flora Treichler el 25 de enero de 1889 en Rolle, una pequeña localidad a orillas del lago Lemán. Tuvo dos hermanos, uno de los cuales murió pronto de tuberculosis. Poco se sabe de su infancia. En una entrevista en EE.UU. con Motion Picture ClassicEnlace externo cuenta que cuando era niña siempre estaba cantando: “And I would want people to listen, that is much, thee audience” (“Y yo quería que la gente me escuchara, que hubiera un público numeroso”). La periodista ridiculizaba su acento francés en la transcripción.

A los 16 años fue al conservatorio de París para tomar clases de canto, en contra de la opinión de su madre. Su padre ya no podía decir nada al respecto. Gustav Treichler se había marchado a Abisinia (actual Etiopía) en 1903 para construir un ferrocarril a través del país para el rey Menelik II. En las cartas que mandaba a casa, describía África como un lugar en el que las hienas merodeaban alrededor de las casas y las boas medían hasta diez metros de largo. No regresó a Europa hasta 1914, y murió de fiebre en Marsella.

En ese mismo año su hija, que ahora se hacía llamar Flore Revalles, cantaba en el Gran Teatro de Ginebra. Pero pronto viajaría también por el mundo, incluso más que su padre. Al acabar una actuación llamada “Thais” en 1915, llamaron a su camerino. Leon Bakst, escenógrafo y diseñador de vestuario del famoso Ballets Rusos, que recorría todo el mundo con el empresario Sergei Pavlovich Dhiagilev, se presentó ante ella.

Flore se sorprendió cuando Bakst quiso contratarla como bailarina. Le aseguró que no necesitaría ninguna educación en danza clásica, que lo que importaba era su “allure, votre façon de vous mouvoir, votre plastiques…” (“su elegancia, su manera de moverse, su plásticidad…”). Dhiagilev pagó el contrato de Revalles con el teatro de Ginebra y se la llevó de gira. En enero de 1916 partieron hacia Estados Unidos, primero a Nueva York y luego a la Costa Oeste.

Mujer fatal

En Estados Unidos, Émilie Flora Treichler, de Rolle, a orillas del lago Lemán, fue considerada una belleza exótica, elogiada por su “pelo oscuro” y su “sensualidad”. Con las obras “Scheherazade” y más tarde con “Cleopatra”, en la que interpretó el papel principal, los Ballets Rusos colmaron el hambre insaciable del público occidental por representaciones de estilo oriental. Los Ballets Rusos ya no tenían nada que ver con los tutús y los vestiditos blancos; ahora las chicas bailaban descalzas con vaporosos y coloridos vestidos orientales salidos de la fantasía de Léon Bakst, un estilo que se convirtió en tendencia entre las estrellas americanas alrededor de los años 1920.

Dos bailarinas
Lydia Sokolova (izquierda) y Flore Revalles en una escena de la producción de los Ballets Rusos de “Cleopatra” de Sergei Diaghilev. The Granger Collection, New York

La obra “Scheherazade” está ambientada en la corte del sah de Persia Sharyar. Convencido de que sus esposas le engañan en su ausencia, finge ir de caza. Inmediatamente después de haber salido sus esposas piden al jefe de los eunucos que abra la puerta a los hermosos esclavos cautivos para entregarse a los placeres del amor con ellos.

En el momento álgido de la orgía, aparece el sah que ordena matar a los esclavos y a las mujeres. Sin embargo, por un momento duda en condenar a Zobeida, su favorita. Aunque ella no ha podido resistirse a las apasionadas caricias del Esclavo Negro, le pide perdón al rey. Al ver que sus súplicas son en vano, se apuñala y muere en los brazos del sah.

Oriente se presenta como un lugar de violencia brutal y sexualidad salvaje. Los Ballets Rusos retrataron la figura de la vampiresa, una mujer fatal a la que los hombres no podían resistirse, y que más tarde se convertiría en un gran éxito en Hollywood.

Mujer y hombre bailarines
Flore Revalles en su papel de ninfa y Vaslav Nijinsky como fauno en la obra “L’après-midi d’un faune” (El atardecer de un fauno), Nueva York, 1916. Karl Struss

Flore Revalles aparecería pronto en revistas como “Vanity Fair” y VogueEnlace externo“. Los periódicos de todo el país elogiaban sus actuaciones. Y se hizo más famosa todavía gracias a una campaña de Edward Bernays, el inventor de las relaciones públicas. Empezó como el “Caruso of Press Agents” ayudando a los artistas del escenario, sobre todo cantantes, a atraer mayor atención. Más tarde vendería cigarrillos a las mujeres como símbolo de libertad y a losestadounidenses tostadas, beicon y zumo de naranja como ingredientes de un desayuno saludable. Su lema era: Con una buena historia puede venderse cualquier cosa.

Escena de danza con hombre y mujer
Enrico Cecchetti y Flore Revalles en Scheherazade, Nueva York, 1916. MS Thr 495 (153), Harvard Theatre Collection, Houghton Library, Harvard University

De Flore Revalles se decía que había embrujado a una serpiente con su belleza y la utilizaba para mejorar su baile de Cleopatra. Según declaró a la revista Billboard, quería que su baile fuera “aún más peligroso, aún más seductor que nunca, estudiando los fríos y deslizantes movimientos de la serpiente”. La foto de Revalles en el zoológico del Bronx jugando con una serpiente tuvo repercusión nacional y la convirtió en una estrella de la noche a la mañana: en los años siguientes se presentaría una y otra vez con su serpiente, y más tarde con un joven caimán que le regaló un admirador.

Bailarina con serpiente.
Flore Revalles con su serpiente adoptada. Underwood & Underwood

Conocida por su extravagante estilo de moda y su elegante apariencia pública, la prensa sensacionalista se hizo eco de la ropaEnlace externo que llevaba en su tiempo libre, de sus uñas y del movimiento de sus manos cuando bailaba.

Mujer mostrando sus manos y sus uñas.
Artículo del Boston Post sobre las uñas de Flore Revalles. Boston Post

Se convierte en un fantasma

Tras algunas producciones en Broadway, que también fueron bien recibidas por la prensa, interpretó el papel de esposa infiel en dos películas mudas americanas. Una de ellas, “Woman” (Mujer/1918), contaba la historia de la mujer desde Eva hasta el presente, un proyecto muy atrevido en su momento. La otra película que interpretó fue “Earthbound”  (Con los pies en la tierra/1920). Revalles representaba a una esposa que ve como su marido mata a su amante cuando este descubre esa relación. Entonces, el fantasma de su amante se le aparece para hablar con ella desde el más allá, en una especie de terapia de pareja. Esta segunda película fue también la última que rodó en Estados Unidos; después, ella misma se convirtió en cierto sentido en un fantasma y se hizo más difícil seguir su carrera.

Una mujer en brazos de un hombre.
Escena de la película muda “Earthbound” (Con los pies en la tierra/ 1920). Michael A. Dean

Su sobrino, Guy Tréjan, escribe en su libro que sentía una gran nostalgia por Europa y por el canto, por lo que se trasladó a Italia y volvió a cantar. Guy Tréjan insinúa brevemente en sus memorias que Flore Revalles cantó en galas para Mussolini y apoyó el fascismo italiano, pero no quiere dar más detalles. Ella siguió haciendo giras por todo el mundo, incluso en El Cairo, interpretando el papel de la famosa Cleopatra. En 1936 regresó a Suiza; los compromisos se redujeron y tuvo además que cuidar de su hermano que padecía una enfermedad mental y, tras la muerte de este, un año después, de su hijo. De vez en cuando siguió actuando en París.

Tras la guerra, se casó con un empresario industrial ginebrino, aunque su fábrica desgraciadamente estaba a punto de cerrar. En 1958, su marido murió y Flore Revalles se encontró en una situación económica mala, ya que su pensión de jubilación era bastante baja. No obstante, intentó mantenerse ocupada, empezó a pintar, y buscó el sentido a su vida en los mormones y en la Cruz Roja, y luchó contra los que “le quitaron” la fábrica a su marido. En 1966 murió en una clínica cerca de Leysin (VD) – su lápida lleva el nombre de Flore Cerf-Treichler.

Retrato de Flore Revalles
Flore Revalles entre 1918 y 1923. New York Public Library

Guy Tréjan: Ma vie est mon plus beau rôle. Paris 1993.

Jean-Pierre Pastoris: Soleil de nuit. La Renaissance des Ballets Russes. Lausanne 1993

Artem Lozynsky: Orientalism and the Ballets Russes. In: Situations 1/2007.

Larry Tye: The father of spin: Edward L. Bernays & the birth of public relations. New York 1998.

 Traducción del alemán: Carla Wolff

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