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Nalgadas, prohibiciones, chantajes: ¿educación?

Aún hay muchos padres que golpean a sus hijos en Suiza. swissinfo C Helmle

En Suiza, los padres de familia recurren menos que hace catorce años a los castigos corporales de sus hijos.

Empero, más de 35.000 niños reciben “de tiempo en tiempo” o incluso “muy frecuentemente”, un guantazo, según un estudio de la Universidad de Friburgo.

“La tendencia a infligir puniciones corporales ha disminuido. Hay ahora una cierta moral y los padres saben más que en 1990, que es inapropiado castigar a los niños de manera corporal”, indica a swissinfo el psicólogo Dominik Schöbi. Precisa que ahora hay también menos violencia en la aplicación de esas sanciones.

Coautor -con el profesor Meinrad Perrez- del estudio intitulado Modos de punición practicados por los padres de familia en Suiza, el especialista lamenta que aún exista en Suiza un alto número de menores cuyos padres recurren a los golpes como estrategia correctiva, y atribuye buena parte de esa tendencia al estrés.

“En los últimos 14 años los padres de familia han aprendido que no es bueno infligir puniciones corporales a sus hijos. Inclusive, en los cuestionarios que se aplican, las personas tienen más reticencias a admitir que golpean a sus niños. Sin embargo, persiste esa forma de comportamiento”, precisa el psicólogo.

La investigación sobre los castigos aplicados en Suiza por los padres de familia fue realizada por los expertos del Departamento de Psicología de la Universidad de Friburgo entre 2003 y 2004, con base en un universo de 1.240 progenitores de menores de 16 años, de las regiones suizas de habla francesa y alemana.

Situación preocupante

“Todavía hay un grupo muy numeroso de niños que son castigados de manera corporal y eso es absolutamente inadecuado”, destaca Dominik Schöbi.

El contraste entre los resultados del estudio recién efectuado y la primera investigación sobre el particular, realizada en Suiza en 1990 por mandato de las autoridades, permite determinar que la forma en que los padres penalizan a sus hijos ha cambiado en el curso de los últimos catorce años.

Así, por ejemplo, mientras que un 13.2% de padres de familia evitó poner la mano encima de sus hijos en 1990, la proporción se incrementó al 26.4% en el 2004.

No obstante, los resultados de la reciente encuesta muestran que la situación sigue siendo preocupante:

Alrededor de 35.000 niños reciben –con mayor o menor frecuencia- una nalgada. Más de 13.000 –en edades que van hasta dos años y medio- han sufrido una bofetada. Más de 18.000, un tirón de cabellos y unos 1.700 han sido golpeados con algún objeto.

Golpes a bebés

“De los más pequeños -de menos de dos años-, no se puede decir que sean castigados con más frecuencia que en 1990, pero sí que siguen siendo castigados con demasía de manera corporal”, asienta Dominik Schöbi.

En general, cuanto más jóvenes son los niños, más sufren de puniciones físicas. En porcentaje, la franja de edad más afectada es aquella de entre dos años y medio y cuatro años. Le sigue luego la de los pequeños de menos de dos años y medio.

La causa más frecuente de castigo es la desobediencia bajo todas sus formas, según lo indicado por 70% de los progenitores de pequeños de hasta dos años y medio de edad.

Empero, “exigir una obediencia total de parte de niños tan pequeños es imposible si se tiene en cuenta su desarrollo psicológico”, apuntan los autores del estudio.

Dominik Schöbi explica que entre los pequeños de edad más temprana se encuentran formas de comportamiento derivadas de su tendencia natural a explorar el mundo y que los llevan a situaciones tales como deshojar un libro, que generan reacciones inadecuadas y excesivas por parte de los progenitores.

La mitad de los padres de esos chiquillos de tan corta edad se dicen molestos por las crisis frecuentes de sus niños, por sus modales en la mesa o inclusive por lo que denominan “mala educación”.

Se requiere adoptar medidas

Para los investigadores friburgueses, esos resultados ponen de manifiesto la necesidad de adoptar medidas de prevención contra la violencia familiar.

“Los castigos corporales impactan la integridad física y psíquica de los niños”, asientan los autores del estudio y precisan que “cuanto más jóvenes son los chicos, son más vulnerables”.

El estudio también pone en evidencia que los padres que fueron maltratados durante su infancia imponen, con mayor frecuencia, correctivos físicos a sus hijos, y que la actividad profesional también influye en ese fenómeno:

Los padres y las madres más jóvenes y que no trabajan tienen más tendencia a recurrir a las manos.

El tradicional regaño

En lo que respecta a los correctivos que se traducen en privaciones y que se aplican a chicos de mayor edad, hay una cierta variedad: prohibición de mirar la televisión (53.5%), quedarse en su dormitorio (51.3%) supresiones de salidas (30.8%).

De acuerdo con el estudio de Perrez y Schöbi los regaños se mantienen como la medida más corriente (89.2%) de sanción, amén de que se constata una permanencia en el empleo de formas morales de castigo que pueden llegar hasta el chantaje, sobre todo de parte de las madres.

Precisa la investigación que, en general, las madres recurren más a las sanciones verbales, mientras que los padres privilegian las penalizaciones corporales o las prohibiciones, y que los progenitores más jóvenes tienen debilidad por las prohibiciones.

Los especialistas interrogaron a los encuestados sobre las conductas más sujetas a sanciones y encontraron que entre éstas se encuentran: robar dinero, responder a un golpe, desgarrar los libros, regresar tarde a casa, mostrarse insolente, molestar a la clase, obtener malas notas y rehusarse a comer.

swissinfo, Marcela Águila Rubín

En general, cuanto más jóvenes son los niños, más sufren de puniciones físicas.

En porcentaje, la franja de edad más afectada es aquella de entre dos años y medio y cuatro años.

Le sigue la de los pequeños de menos de dos años y medio.

La causa más frecuente de castigo es la desobediencia.

Alrededor de 35.000 niños reciben –con mayor o menor frecuencia- una nalgada.

Más de 13.000 –en edades que van hasta dos años y medio- han sufrido una bofetada.

Más de 18.000, un tirón de cabellos y unos 1.700 han sido golpeados con algún objeto.

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