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Suiza quiere aportar el eslabón que falta

Keystone

La Unión Europea se propone reducir su dependencia del suministro de gas ruso con un nuevo gasoducto que llegará a los grandes yacimientos en el Mar Caspio. Detrás del proyecto, que actualmente se perfila como favorito, está una sociedad suiza.

Al principio, eran cuatro los consorcios en liza, pero dos quedaron eliminados el año pasado. La carrera final se disputará entre Nabucco Gas Pipeline –conformado por cuatro sociedades europeas y una turca– y  Trans Adriatic Pipeline (TAP) –que agrupa, entre otras, a las sociedades suiza Axpo y noruega Statoil.

En junio se designará al ganador, que podrá transportar a través de la mitad del continente europeo el gas extraído de los yacimientos del Mar Caspio. No es solo un negocio millonario lo que está en juego, sino la creación de un nuevo corredor de sur a este que Suiza y la Unión Europea (UE) consideran estratégicamente importante.

“El gasoducto en proyecto servirá para asegurar a largo plazo el suministro de gas en Europa. Además, nos ofrecerá alternativas al gas ruso”, indica Marianne Zünd, portavoz de la Oficina Federal de Energía.

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Nuevas rutas del gas desde el Mar Caspio

Este contenido fue publicado en Dos consorcios –Trans Adriacti Pipeline y Nabucco Gas Pipeline – compiten por el eslabón que falta: el gasoducto que traerá metano de Turquía a Europa central y occidental. En junio próximo se decidirá cuál de los dos gasoductos se hace con el proyecto.

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Interés común

Construir un nuevo gasoducto representa para la Unión Europea un “proyecto de interés común” que se inscribe en el objetivo de diversificar las fuentes de aprovisionamiento. Un objetivo que se remonta como mínimo a la crisis del gas que estalló el 1 de enero de 2006, tras un enfrentamiento entre las autoridades ucranianas y rusas.

Para castigar a Ucrania, acusada de bombear de forma abusiva el gas ruso en tránsito por su territorio, Moscú cerró súbitamente los grifos del principal gasoducto ruso que abastece a Europa. En el plazo de pocas horas, muchos países –entre ellos Alemania, Francia e Italia– tuvieron que hacer frente a una caída del 25% al 30% de sus importaciones.

La crisis se resolvió en breve, pero dejó huellas. Ahora la UE quiere reducir su dependencia de Rusia y llegar a las enormes reservas que reposan en el Mar Caspio. En una primera fase, el gas se extraerá de los yacimientos de Shah Deniz, Azerbaiyán. Otros países de la región podrían figurar posteriormente entre los suministradores. El metano se transportará hasta la frontera europea de Turquía, a través del gasoducto Trans-Anatolian Pipeline, que se construirá de aquí a 2017.

El eslabón que falta

TAP y Nabucco compiten también por construir y gestionar a partir de 2018 el gasoducto que transportará el gas de Turquía a Europa occidental y centrooriental. Nabucco propone un conducto de 1.300 kilómetros que culminará en Austria, después de atravesar Bulgaria, Rumanía y Hungría. TAP, en cambio, proyecta un gasoducto de 800 kilómetros que alcanzará la red norte-sur en Italia, cruzando el territorio de Grecia, Albania y el Mar Adriático.

Dada la envergadura del negocio, ambas compañías han aunado todos los esfuerzos para conseguir el respaldo de la UE y de los gobiernos interesados. Y sobre todo, para adjudicarse –en forma de preacuerdos– las simpatías de las empresas petroleras que explotan el yacimiento de Shah Deniz: son ellas quienes determinarán cuál gasoducto gana. En enero, Nabucco ofreció a las compañías una participación del 50% en su capital. Pocos días después, TAP anunció una oferta equivalente.

Ambas sociedades tratan además de resaltar las ventajas de sus respectivos proyectos. “TAP ofrece la solución más directa y más eficiente en términos de costes para transportar el gas de Turquía a la red europea. Y sin subvenciones de los Estados y de la UE”, declara, por ejemplo, Lisa Givert, portavoz del consorcio que ha establecido su sede en el cantón de Zúrich. La favorita en ese momento parece ser la variante de TAP, aunque la balanza varía cada vez que se produce un nuevo preacuerdo.

El Trans Adriatic Pipeline (TAP) cuenta con el respaldo de una joint venture que conforman el grupo energético suizo Axpo (con el 42,5% del capital), la petrolera noruega Statoil (42,5%) y la empresa alemana E.ON Ruhrgas.

TAP está en condiciones de asegurar el tránsito de 10.000 a 20.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Inicialmente, su coste se estimaba en 1.500 millones de francos, pero es probable que supere esa cifra.

Detrás de Nabucco Gas Pipeline hay un consorcio de cinco empresas: OMV Gas & Power (Austria), FGSZ (Hungría), Transgaz (Rumanía), Bulgarian Energy Holding (Bulgaria) y Botas (Turquía).

Este gasoducto podrá transportar hasta 30.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Aún no se conoce su coste definitivo.

Respaldo del gobierno

La sociedad suiza Axpo, con presencia desde hace años en Italia, donde gestiona, entre otras, centrales de gas para la producción de electricidad, ha ideado el proyecto TAP. “Nuestro objetivo reside, ante todo, en utilizar el gas del Mar Caspio para nuestras centrales de ciclo combinado en Italia. La parte restante se venderá en el mercado europeo, por ejemplo al sector industrial”, explica Richard Rogers, portavoz de Axpo.

Con este proyecto Axpo podría asegurar su futuro. Y es que el mayor productor helvético de energía atómica corre el riesgo de ser uno de los perdedores de la nueva estrategia energética que propone el Gobierno de Berna, que prevé el abandono nuclear en las próximas décadas. Últimamente, el Ejecutivo ha multiplicado las reuniones a alto nivel con los representantes de los países interesados para promocionar el gasoducto TAP y echar una mano a la empresa suiza

Los grupos ecologistas en Suiza lo critican. “Con la ley sobre CO2, que entró en vigor en enero, Suiza compromete sus esfuerzos en la lucha por mantener por debajo de los dos grados el calentamiento del planeta. Por tanto, no es admisible que el Gobierno respalde de este modo un proyecto que prevé explotar un combustible fósil, como el gas”, afirma Patrick Hofstetter, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Varios diputados de los Verdes tienen la intención de pedir explicaciones al Gobierno durante la próxima sesión del Parlamento.

El gas natural representa más del 20% del consumo energético mundial. En los próximos veinte años, podría alcanzar incluso el 25%, según la Agencia Internacional de Energía.

En Suiza, el gas cubre algo más del 12% de la demanda energética y proviene principalmente de Noruega, Rusia, Alemania y Argelia.

Inversiones sin sentido

“No se pretende aumentar el consumo de gas. Pero tenemos que seguir garantizando el aprovisionamiento de esta fuente energética que representa el 12% del consumo nacional. El gas desempeñará durante mucho tiempo un papel importante en Suiza, al igual que en el resto de Europa”, replica Marianne Zünd.

Una visión que no comparte Patrick Hofstetter: “Dese un punto de vista político podemos entender que se quiera reducir el poder de Rusia en el sector del gas. Pero desde los aspectos energético y climático, no tiene sentido invertir en nuevas infraestructuras para extraer y transportar energías fósiles, si tenemos en cuenta que la UE ha puesto en marcha un ambicioso programa para desarrollar las energías renovables y que también Suiza avanza en esa dirección”.

(Traducción: Belén Couceiro)

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