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ONG suiza contra la esclavitud moderna

'Mantenerse vigilante para no caer en la esclavitud': es el lema de la campaña de la CPT. Brücke-Le Pont

La OIT estima que 12 millones de personas en el mundo viven en condición de esclavos. La ONG suiza Brücke - Le Pont (El Puente) alza su voz de condena y adhiere a una campaña promovida por la Comisión Pastoral de la Tierra de Brasil.

A pesar de su abolición hace ya más de 120 años, aparecen en ese país sudamericano – y en otras regiones del planeta- nuevas formas de esclavitud.

Seres humanos que trabajan en condiciones infrahumanas en plantaciones, fábricas cerradas, minas, carboneras, etc. Diversas fuentes estiman que cerca de 40 mil brasileros están actualmente condenados a una situación de esclavitud “moderna”.

Situación que motiva a la Comisión Pastoral de la Tierra – organización con fuerte inserción rural- a lanzar su campaña de denuncia: ‘Mantenerse vigilantes para evitar la esclavitud’.

Su contraparte suiza, Brücke – Le Pont, que apoya a diversas organizaciones locales en el Estado nordestino de Piauí, se asocia a la estrategia.  

“Es muy importante la solidaridad internacional para denunciar esa realidad inhumana que se da todavía en mi país” explica  la ingeniera agrónoma Rosa Lidia Morais da Silva, de visita en Suiza invitada por Brücke – Le pont.

Morais, voluntaria nacional de la organización ‘Haciendo la Paz’ – coparte de Brücke-, se desempeña como responsable de gestión interna de la Acción Social Arquidiocesana (ASA), reconocida ONG brasilera que reúne en su trabajo  a diversos actores de la sociedad civil local como las pastorales de la Tierra, de los Emigrantes, de los Niños, de la Salud.

“Lo que define legalmente la situación de esclavitud son dos elementos: condiciones degradantes de trabajo y vida; y la privación de libertad”, precisa Morais a swissinfo.ch.

Realidad con aire de ficción

“Un personaje denominado “gato”  (Ndr: dado que captura gente como a ratones), llega a un municipio aislado,  que padece normalmente un alto nivel de desocupación, ofreciendo trabajo”, narra Morais al explicar el funcionamiento del esclavismo moderno.

Entrega anticipadamente algo de dinero a la familia y fleta un bus, en general de bastante lujo, para transportar al grupo de personas contratadas.

Luego de un viaje largo, que puede ser de varios cientos o incluso miles de kilómetros -y a lo largo del cual los pasajeros son trasladados a vehículos cada vez menos confortables hasta terminar en unidades incómodas y poco seguras-, los trabajadores son repartidos en diferentes haciendas o explotaciones rurales.

En esas condiciones “que se degradan con el paso de las horas”, los contratados llegan a  un lugar aislado, muchas veces zonas boscosas, donde trabajarán en el desmonte o a parcelas rurales que serán destinadas luego para  el agro-negocio, precisa la joven agrónoma brasilera.

“Los trabajadores llegan ya endeudados a su lugar de trabajo. Porque el ‘gato’ les descontará de sus ridículos salarios los gastos de transporte y la alimentación durante el viaje. Comienzan desde el primer momento a soportar condiciones inhumanas de vida y de trabajo, agravadas por el aislamiento total de sus familias y su pueblo de origen”, explica Morais.

“La existencia de esta esclavitud moderna y del mecanismo de contratación que la origina solo se puede explicar por la ignorancia de la persona desempleada, por la falta de información sobre lo que le va a esperar, y por la propia desesperación surgida de su situación económica”, explica Rosa Lidia Morais. Es el resultado directo de la “pobreza extrema, de la miseria, del hambre, de la falta de acceso a la educación”, enfatiza.

Crimen

 El artículo 149 del Código Penal brasilero considera el “esclavismo como un crimen”, explica la ingeniera agrónoma, quien reconoce “los esfuerzos serios del Estado para tratar de confrontar esta realidad indigna”.

La voluntad política existe y se expresa, por ejemplo, a través de un Plan Nacional contra el tráfico de personas,  que combate el trabajo en esclavitud, la venta de órganos y el comercio sexual.

Además, enfatiza Morais, “el Ministerio de Trabajo y Empleo ha creado comisiones especializadas para combatir esa forma de explotación humana. Sus funcionarios actúan junto con la Policía Nacional y muchas veces corren grandes riesgos ya que los propietarios de las haciendas cuentan normalmente con milicias armadas para proteger sus propiedades”.

Elemento también significativo: el Ministerio publica regularmente una “lista sucia” de las empresas denunciadas por violaciones graves, como contratar mano de obra esclava. “Esas empresas quedan entonces excluidas de todo tipo de licitación pública y no pueden aspirar a recibir créditos bancarios”, subraya Morais.

Advierte sin embargo que  a pesar de las leyes y de la voluntad política del Estado y del Gobierno actual, “la esclavitud moderna en Brasil existirá en tanto amplios sectores sociales sigan viviendo en la miseria”.

La especialista lanza un llamado a la cooperación y la solidaridad internacional para sumarse a la campaña de las ONG brasileras. Las tareas principales: “informar dentro y fuera del país. Promover campañas de divulgación sobre el trabajo en condiciones de esclavitud. Sensibilizar sobre su efecto perverso. Reforzar a los actores de la sociedad civil nacional que lo combatan abiertamente”, concluye Moreira.

 Según las Comisión Pastoral de la Tierra,  Pará es el Estado “campeón” en cuanto a mayores denuncias de trabajo en condiciones de esclavitud.

En 2010, en ese Estado fueron rescatadas 562 personas que vivían en condiciones de explotación.

Siguen en el ranking del esclavismo moderno brasilero Mato Grosso, Maranhão, Goiás y Tocantina.

El mismo año, 3.054 personas fueron liberadas de la esclavitud en esas regiones.

En la historia colonial, Brasil fue el principal receptor de esclavos, superando incluso a las islas caribeñas.

Unos 12 millones de africanos fueron capturados y trasladados al país sudamericano.

Entre 3 y 5 millones soportaron las condiciones inhumanas del viaje.

El esclavismo en Brasil fue abolido  oficialmente el 13 de mayo de 1888, a través de la denominada Ley Aurea.

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