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Rostros anónimos que se vuelven visibles

Bayron Allauca: antes indocumentado, hoy conductor en el transporte público de Lausana. swissinfo.ch

El folleto 'Salir de la sombra' intenta hacer visibles a los miles de indocumentados que viven en Suiza.

Publicado en alemán – ‘Aus dem Schatten treten’- y en francés -‘Sortir de l’ombre’-, este librillo resume las biografías de 23 personas que carecen de estatus legal en este país.

Son historias de vida de las colombianas Consuelo, María, Dunia y Lara, de la boliviana Erica, de María, la ‘señora D’ y la familia Suarez, de Brasil; de un hombre de Macedonia y otro de Serbia, de la familia Krasniqi de Kosovo…

Estas personas eran parte de los más de 250 asistentes a la sala del Centro de Producción Cultural de Berna, donde se entregó el premio ‘Sin papeles’. Junto a estos inmigrantes sin estatus legal, la mayoría latinoamericanos, había suizos que apoyan su causa.

En la ceremonia, ellos también tomaron la palabra y mostraron sus rostros. El primero, Jairo Allauca, ecuatoriano de 40 años de edad, de los cuales 15 años ha vivido en Suiza, habló en francés fluido por momentos en voz alta, por momentos conteniendo el llanto.

“Como ex- ‘sin papel’, esta ceremonia me conmueve profundamente. En los 10 años que estuve en la sombra trabajé en un restaurante y pagué impuestos como todo suizo correcto. Ahora que tengo los papeles, mi vida no ha cambiado mucho, excepto que me siento libre”.

Como si se hubiesen esfumado

“Me he liberado del miedo de ser descubierto, pero no puedo ignorar que miles de personas viven lo mismo que yo. Son personas que conocen la cultura suiza, que ven a este país como si fuera el propio, pero aquí se les ignora, como si se hubiesen esfumado”, se quejó Allauca, muy comprometido en el movimiento ‘Sin papeles’.

A diferencia de él, la también ecuatoriana Mariana, la segunda oradora, sigue sin estatus legal. “Para nosotros es importante que los políticos nos apoyen, que cambien las leyes (de migración). Suiza se ha vuelto mi patria, pero este país no me quiere”.

La tercera que subió al podio fue Sandra, quien vive en Zúrich. Esta representante del movimiento dijo en español: “Estamos contentos de recibir este Oscar y agradecidos a las personas que confiaron en nosotros. No me gusta el nombre ‘sin papeles’, prefiero hablar de inmigrantes indocumentados”.

La migración, continuó Sandra, es muy antigua. “Es una pena que hoy le toque a África y a América Latina, Europa emigró hace ya mucho tiempo. Queremos lo mejor para nuestros países y también para Suiza. Ustedes no van a perder sus raíces por nosotros, sino que cada uno se va a enriquecer”, señaló.

Allauca precisó a swissinfo que vino a Suiza porque tenía problemas económicos, para ayudar a su familia financieramente y en busca de un futuro mejor para sus hijos. Vino solo y un año después llegó su esposa y sus hijos que entonces tenían 3 y 4 años.

Hoy la familia tiene permiso B (de estancia). “Mis hijos están tranquilos y ello se refleja en mejores resultados en sus estudios”, dice el hoy conductor de buses en Lausana. “Tuve suerte. Pedí legalizarme cuando había otras autoridades federales. La situación ha empeorado, familias en la misma situación que la mía reciben respuestas negativas”.

Aprender la lengua es prioritario

Lo primero que hizo Mariana al llegar a Suiza hace 9 años fue aprender francés, porque “lo primordial es aprender la lengua del país a donde uno llega”. Paralelamente, empezó a trabajar como empleada doméstica.

Peguntamos a Mariana de qué manera sufrió la explotación mencionada por un político. “No me sentí explotada, siempre tuve un salario justo, pero sé de muchas denuncias. Es una lástima que haga eso gente que se cree correcta, que se sujeta a las leyes”, dijo.

Mariana tenía en Ecuador su propia pequeña empresa, pero ésta quebró. Para pagar sus deudas tuvo que emigrar con su hija de 13 años, quien hoy tiene 22 años, ha concluido el aprendizaje para ser asistenta dental, pero no puede trabajar por falta del permiso.

¿Volver a Ecuador? No, porque la crisis actual es peor que la anterior, tal vez vaya otro país donde pueda sacar adelante a su familia, formada también por un niño de 10 años. “Mi esposo vino con nosotros, pero por problemas de adaptación y falta de trabajo nuestra relación se deterioró. La descomposición familiar es otro precio que pagamos por emigrar”.

Conocerlos de cerca para cambiar de opinión

Marianne Kilchenmann trabaja en la Oficina de Asesoramiento a los ‘sin papeles’ de Berna. “Me confronto cotidianamente con las conmovedoras historias de vida de estas personas. Ellas preguntan con frecuencia si hay posibilidades de lograr un seguro de salud o de pensiones. Se alegran de poder hablar por fin abiertamente”.

Kilchenmann está segura de que políticos y personas con animadversión hacia estas personas cambiarían de opinión si escucharan esas historias, que tendrían menos miedo y serían menos egoístas. Porque ese intento de hacer algo por cambiar sus vidas, asegurar por si mismos su existencia y cuidar de sus familias, es impresionante.

A pesar de que actualmente casi no hay posibilidad de que logren regular su situación, siguen adelante. “Un sistema que permite esto nos quita algo de humanidad”, concluye .

Los protagonistas de las historias relatadas en ‘Salir de la sombra’ muestran gran identificación con Suiza: “Es nuestra patria”, dicen, y el propósito de volver a sus países casi no existe. Sobre este desarraigo, Allauca señala:

“Siempre he mantenido vínculos con mi país, estoy pendiente de mi familia que quedó en Ecuador, no dejo de ser ecuatoriano y de querer a mi país, pero también he adquirido algo de la mentalidad y las buenas costumbres suizas. Ecuador y Suiza son como mi madre y mi padre, no puedo elegir entre estos dos amores. Uno me vio nacer y otro me permite vivir”.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

Un estudio del Centro Internacional para la Migración y la Salud, de Ginebra, realizado hace tres años mostró las dificultades que enfrentan los inmigrantes ilegales.

La mayoría carece de seguro de enfermedad y aquellos que intentan afiliarse a uno se ven ante la negativa de las compañías aseguradoras de acogerlos.

Tres de cada cuatro encuestados temen ser denunciados si contactan a los servicios sociales para solicitar ayuda.

Cuatro de cada cinco inmigrantes ilegales se declaran deprimidos y muchos presentaban problemas de índole psicosomática, como úlceras, dolores dorsales, dolor de cabeza crónico, pérdida de apetito o trastornos del sueño.

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