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Sudáfrica: adiós ilusiones

Sepp Blatter(i) muestra el trofeo de la FIFA y Franz Beckenbauer el certificado que confiere a su país la sede del Campeonato Mundial 2006. swissinfo.ch

Alemania organizará el Campeonato Mundial de Fútbol de 2006. Sudáfrica queda en el camino con el sueño postergado y la necesidad de una explicación lógica a una aspiración legítima. El margen, anunciado en Zúrich, fue estrecho (12-11 y una abstención).

Por lo visto, Alemania supo hacer mejor las operaciones aritméticas y en el momento decisivo conseguir el voto que quebraría la igualdad. La abstención del delegado de Oceanía en el Comité Ejecutivo facilitó el desenlace que llenó de júbilo a las huestes del “Kaiser” Beckenbauer y sumió en la tristeza a un continente obligado a conformarse con la esperanza de organizar, algún día, tan importante acontecimiento deportivo.

La FIFA nació en 1904 y desde 1930 organiza, cada cuatro años, uno de los dos grandes acontecimientos deportivos en el planeta: el Campeonato Mundial de Fútbol, cuya dimensión es comparable únicamente a la de los Juegos Olímpicos.

Consiguientemente, organizar semejante ceremonia representa prestigio, pero, sobre todo, movilización económica y comercial. Derechos de televisión, publicidad, construcción de infraestructura, modernización de los sistemas de comunicaciones, etc. En síntesis, acción económica apoyada en el deporte.

No cabe duda que Alemania reúne las condiciones exigidas, experiencia, infraestructura, estabilidad política, poder económico y el debido “know how”, pero la presencia de Sudáfrica entre las candidaturas finalistas constituía la oportunidad de atreverse al cambio, a dar una señal política, más que deportiva, a un continente empeñado en desarrollar su democracia y su futuro económico.

El fenómeno social fútbol mueve grandes intereses, buenos y malos. A partir de este hecho es posible encontrar algunas explicaciones.

En plena era de la mundialización de la economía y del acercamiento entre los pueblos, gracias a las autopistas de la comunicación electrónica, aún no se quiere confiar a los “pequeños”, en términos financieros, la realización de grandes acontecimientos del deporte.

Y a diferencia de las grandes desigualdades que separan a los países altamente desarrollados del Norte de los del Sur, el fútbol es una excepción. Para darse cuenta de ello es suficiente echar un vistazo a las plantillas de jugadores en las grandes ligas, sobre todo, de Europa.

El presidente de la FIFA, el suizo Sepp Blatter, no se vio en el dilema de dirimir en un empate pero tampoco vio realizarse uno de los postulados de su gestión: conceder la sede de un torneo mundial a Africa.


A fin de cuentas, Alemania logra una satisfacción “diplomática” que compensa en parte la desilusión que le causó su seleccionado nacional en el reciente Campeonato Europeo de Fútbol.

Por lo demás, nadie duda que Franz Beckenbauer y sus colaboradores organizarán un buen Campeonato Mundial de Fútbol en el año 2006. Tal vez entonces soplen otros vientos en el balompié universal.

Juan Espinoza












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