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«Faltó pegada»

El Club Suizo de Madrid, donde se reunió la 'afición helvética'. swissinfo.ch

La ausencia de goleadores natos y la mala suerte fueron, en opinión de los aficionados helvéticos que se reunieron en Madrid, las principales causas de la derrota de Suiza ante Turquía por 1-2.

La victoria turca deja al combinado suizo sin opciones de pasar a los cuartos de final. swissinfo siguió el partido desde el Club Suizo de Madrid.

Los aficionados van llegando poco a poco al Club Suizo de Madrid, quejándose de las incomodidades provocadas por la huelga de transportistas que ha paralizado este miércoles los accesos a la capital española.

El restaurante del Club ha sido renovado recientemente y cuenta ahora con unas instalaciones amplias, confortables y modernas. ‘El Chalet Suizo’ es regentado por Mariano Rodríguez, un experto restaurador que posee otro establecimiento en el centro de Madrid.

«Hemos hecho un gran esfuerzo por estar a la altura y merecer ser el punto de encuentro de la colonia suiza en esta ciudad,» nos dice Mariano Rodríguez, dándonos la bienvenida a su restaurante.

Al final, un nutrido grupo de aficionados ha ido tomando sitio frente a la pantalla. Es un grupo heterogéneo, en el que, desde luego, predominan los hombres. Hay algunas camisetas rojas con la cruz alba. Sobre las mesas abundan las jarras de cerveza y los platos de queso.

Comienza el partido. Las conversaciones cesan de repente y crece entonces un silencio tenso y espeso que se rompe a menudo con una voz común, unísona, como un rugido, que se alza para lamentar los fallos o celebrar los aciertos.

Inadvertidamente, las sillas se han ido apretando durante los primeros minutos, como un ejército que cierra filas frente al rival. En la pantalla, Inler dispara a puerta y surge otra vez el rugido, generoso, espontáneo y atronador, lamentando la oportunidad fallada.

Al cuarto de hora, una cortina de agua se abate sobre el estadio St. Jakobpark de Basilea. En pocos minutos el terreno de juego queda convertido en una piscina y el juego se hace casi impracticable, además de peligroso.

«Gäubi Charte, gäubi Charte» (tarjeta amarilla), grita desaforada una señora con aspecto de pacífica ama de casa ante la entrada escalofriante de un jugador turco a Magnin. El juego se detiene y vuelve el rumor de las conversaciones. Hay quien aprovecha ese momento para llegar hasta la barra y pedir otra cerveza.

Al filo de la media hora Derdiyok se interna en el área, dribla al portero en su salida y manda un balón al centro de la portería que parece tardar una eternidad en llegar a Yakin.

Algunos aficionados se han levantado de sus asientos y con sus gritos parecen querer empujar un balón que el agua ha ido frenando. Por fin, Hakan Yakin conecta su pierna derecha y el balón traspasa la línea de gol. Es el 1-0 y el inicio del camino a los cuartos.

«Haubzyt», dice alguien coincidiendo con el silbato del árbitro que indica el final del primer tiempo. Todo el mundo se levanta entonces para desentumecer la tensión que se ha ido acumulando en las piernas. Algunos aprovechan también para ir al baño.

Descanso

En el tiempo de descanso la conversación surge espontánea entre quienes comparten mesa o barra. Denis es técnico en optometría. Vive en Madrid desde hace casi cinco años. Dice que le disgustan los comentarios que pretenden ver la selección como una sucursal de la «legión extranjera».

«Para mí todos esos chicos son igual de suizos que yo o que cualquiera de los que estamos aquí. Defienden los colores nacionales con la misma entrega y pasión que los nacidos en Suiza. El color de la piel o sus apellidos es sólo circunstancial», afirma convencido.

Alguien le recuerda entonces que el autor del primer gol suizo en esta Eurocopa no ha querido celebrarlo. Denis se defiende señalando que tampoco lo celebró Podolsky en el partido de Alemania contra Polonia.

Desde el fondo de la barra, un aficionado con aspecto de ejecutivo se suma al debate y afirma que todo eso de los extranjeros en los equipos nacionales es normal. «Es el signo de los tiempos que vivimos», sentencia filosóficamente.

Eduardo viene acompañando a su novia, Paula Bürki. Se conocieron hace unos meses en la universidad. Paula llegó hace dos años con una beca Erasmus y decidió quedarse. «A los suizos les pasa un poco como a la selección española. No acaban de creer en sí mismos», comenta Eduardo en tono algo pesimista.

«Tenemos un equipo joven y fuerte, pero les falta algo de confianza», apostilla Paula, que compagina sus estudios de filología con un trabajo en una agencia de viajes. «Si mejoran ese aspecto creo que podrían llegar muy lejos».

Comienza el desastre

Los aficionados vuelven a ocupar sus sillas cuando el árbitro silba el comienzo de la segunda parte. Ha dejado de llover y el campo está algo mejor para la práctica del juego.

Sin embargo, la alegría iba a durar poco entre los aficionados helvéticos. En el minuto 56 Sentürk culmina una espléndida jugada de la delantera turca e instala el 1-1 en el marcador. Y la duda en la afición suiza.

El partido entra entonces en una dinámica de ataques alternativos con oportunidades por ambos bandos. Poco antes del minuto 90 un contraataque de cuatro jugadores suizos contra un defensa turco pone en pie a la afición.

Sin embargo, serían los turcos los que lograran marcar en la última jugada del partido y alzarse finalmente con el triunfo.

Fuera de la Eurocopa

La derrota deja a Suiza matemáticamente fuera de los cuartos de final. Sin embargo, un aficionado recuerda, no sin cierta dosis de humor, que «no debemos olvidar que nuestro gran reto en este campeonato no era ganar el trofeo, sino organizar la mejor Eurocopa de la historia. Y en ello estamos».

El Club Suizo de Madrid va quedándose poco a poco vacío. Mariano despide a sus clientes con una sonrisa y emplazándolos al domingo, último partido de Suiza ante Portugal.

La sala ha quedado vacía, las sillas desocupadas. Por la pantalla discurren ahora imágenes a las que nadie presta ya atención. Cada cual ha vuelto a su casa, a sus quehaceres y sus rutinas.

En el aparcamiento, a la salida del restaurante, dos amigos se despiden. Antes de meterse en el coche, uno le dice al otro: «Por lo menos nos queda España».

swissinfo, José Manuel Wolff, Madrid

El Club Suizo de Madrid se fundó a finales de 1901 bajo el nombre de Sociedad Suiza Helvetia, con objeto de facilitar a los suizos residentes en España un centro de encuentro.

A comienzos de los años setenta, gracias a la venta de su sede en la calle Hermosilla y al apoyo financiero de varias empresas y asociados suizos establecidos en España, la Asociación adquirió una parcela a las afueras de Madrid, en la que se pudieron construir las instalaciones que actualmente comparten el Colegio y el Club suizos de Madrid.

Hoy, el Club Suizo ofrece a sus asociados unos salones privados, el restaurante típico «El Chalet Suizo», las instalaciones deportivas del Pádel Club Suizo, jardines y piscina, así como numerosos actos culturales, lúdicos, deportivos y típicamente suizos a lo largo del año.

Entre ellos destacan la celebración de la Fiesta Nacional Suiza del 1 de agosto, el Bazar Benéfico de Navidad que organiza la Asociación de Damas Suizas, la visita de San Nicolás en diciembre, las reuniones del Swiss Treff, y otros festejos de carácter hispano-suizo.

Además de otras actividades, el Club Suizo edita, en colaboración con la Asociación Económica Hispano Suiza, la revista Crónicas Helvéticas y Nexos Hispanosuizos.

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