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REPORTAJE-1Una suiza defensora de los pueblos sin voz

Verena Graf, secretaria general permanente de la LIDIP en Suiza. swissinfo.ch

Verena Graf es una suiza que lleva 25 años luchando sin claudicar por la defensa de los derechos de los pueblos a pesar de las presiones políticas y de las dificultades financieras de su organización.

Es la representante helvética de la Liga Internacional por los Derechos de los Pueblos (LIDLIP), una ONG con sede en la Casa de las Asociaciones de Ginebra. Entrevista.

Verena Graf proviene de la capital federal Berna. Llegó a Ginebra en 1974 a trabajar como secretaria en un importante estudio de abogados ginebrinos, especializado en temas laborales y sociales.

Con los juristas adquirió una importante experiencia en el manejo del lenguaje del derecho internacional y del tratamiento de expedientes judiciales y de diferentes formas de negociación.

Toma de conciencia

Pero su compromiso por la causa de los derechos de los pueblos nació después de un viaje iniciático por América del Sur, en particular durante su estadía en Brasil:

“Fue allí donde me di cuenta de las injusticias y donde tomé conciencia de que nunca más podría estar de lado de los poderosos. Fue como un nuevo despertar en mi vida y me dije a mi retorno a Ginebra que no podría pasar el resto de mi vida encerrada en una oficina,” explica.

Cabe señalar que en los años 70 Ginebra se había convertido en la capital de los derechos humanos. Cada año se daban cita representantes de diferentes agrupaciones que acudían al Palacio de las Naciones a presentar denuncias sobre las violaciones de los derechos fundamentales de las personas.

Era la década de las dictaduras latinoamericanas: Bolivia, Perú, Uruguay, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil, eran países gobernados por presidentes de facto y en los cuales las violaciones de los derechos humanos eran moneda corriente.

Fueron los años del exilio masivo, de la tortura institucionalizada, de la desaparición de personas, de leyes de impunidad. Al mismo tiempo, en Europa y en particular en Suiza, la solidaridad se organizaba, denunciaba.

En ese contexto de solidaridad, una mujer con la sensibilidad que caracteriza a Verena, no podía quedar al margen, ni ser espectadora de lo que sucedía a su alrededor. Decidió involucrarse.

Representante en la ONU

“Comencé a trabajar oficialmente en 1979, cuando la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos (LIDLIP) recibió su estatus consultivo en la ONU y necesitaba de una secretaría benévola que asumiera la representación en Suiza”, precisa Verena Graf.

Se puede decir que ahí empezó su “carrera” en Naciones Unidas, como representante de la Liga, una de las primeras ONG creadas en el contexto de la época y fundada en Italia por Lelio Basso.

“Mi rol era negociar en las instancias de la ONU un espacio para poder hablar sobre los pueblos que no tienen voz y que no estaban representados en esos organismos, o que no tienen ni tendrán nunca la posibilidad de ser escuchados en esas esferas”, agrega.

Inicios muy difíciles

A la hora del balance, Verena Graf es categórica en afirmar que no solamente los inicios fueron duros y difíciles, sino también lo son tiempos actuales, “porque siempre nos enfrentamos a gobiernos, a Estados que no representan a sus pueblos.”

“Para nosotros el problema es doble, porque nuestro tema es el derecho de los pueblos y entonces entramos al terreno político porque siempre nos hemos ocupados de movimientos, de pueblos que luchaban por su liberación e independencia”.

“Desde los comienzos nos calificaron como terroristas, ya en esa época y no solamente después del 11 de septiembre del 2001 como se podría creer”, afirma.

Por ejemplo, Verena Graf recuerda el caso de Eritrea. “Cuando interveníamos por ellos en la ONU, el delegado de Etiopía durante la asamblea plenaria me acusó de ser la portavoz de los bandidos”.

“Lo mismo cuando defendíamos al pueblo saharaui, el embajador de Marruecos me acusó también en la ONU de ser una mercenaria de las palabras.”

Sin contar los casos de presiones de delegados oficiales que intentaban de impedir que Verena Graf tomara la palabra para hablar por ejemplo a nombre de los pueblos indígenas. O de las amenazas veladas, cartas anónimas, llamadas telefónicas insultantes y otros tipos de acosos.

El hecho de que Verena Graf es ciudadana suiza, le ha servido siempre de protección. Pero ello no le evitó de integrar la lista de “personas no gratas” en Chile y Argentina en particular. Durante los años de dictadura, su entrada a estos países estaba prohibida. Es más, su vida corría peligro.

Este reportaje sigue en ‘Más sobre el tema’.


swissinfo, Alberto Dufey

Una experiencia de 25 años en favor de la libre determinación de los pueblos.

La Liga apoya las luchas contra toda forma de opresión, de dominación y discriminación. En su acción política, cultural e informativa trabaja por la creación de un derecho internacional basado en la defensa de los derechos de las personas y de los pueblos.

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