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“Suiza nos permitió volver a vivir sin miedos”

Víctor Recanatesi y su familia. Victor Recanatesi

A treinta años del golpe militar que desató la dictadura más sangrienta de la Argentina, Víctor Recanatesi agradece al país alpino haberle dado asilo político en esos años.

“Suiza me dio la posibilidad de volver a vivir como una persona normal”, asegura.

El 24 de marzo de hace treinta años sorprendió (o no) a los argentinos con un nuevo atentado a la democracia: el sexto golpe militar exitoso en menos de 43 años, pero esta vez a manos de una junta militar encabezada por el teniente general Jorge Rafael Videla.

Corría el año 1978 y la Argentina vivía en creciente violencia política. Víctor Recanatesi tenía entonces 33 años y estaba casado con Mónica, madre de sus dos primeros hijos, Mauro y Paula. Sus vidas transcurrían en Córdoba, mientras él trabajaba como visitador médico y ella atendía la casa.

Ambos tenían acercamiento a diversas organizaciones que luchaban contra la dictadura, aunque no pertenecían a ninguna fuerza armada, y ni siquiera eran militantes comunistas, como se lo trató de acusar a Víctor.

Varios hechos sustanciales comenzaron a trazar el destino de la familia: el asesinato de la hermana menor de Mónica (Patricia, de 19 años) y la desaparición de otra hermana (Liliana) y su esposo. Y las medianoches que en distintos operativos los paramilitares buscaban al visitador médico.

swissinfo se entrevistó con Recanatesi, quien contó cómo ‘pudo volver a vivir’ a partir del asilo político en Ginebra y destacó la ayuda que Suiza le brindó en esos años.

Un largo y peligroso camino

“Al principio nos fuimos al norte, a Salta, porque no queríamos irnos del país. En ese momento teníamos cuatro hijos: los nuestros y los dos pequeños de Liliana, la hermana desaparecida”.

“Pero pocos meses después de llegar a Salta, incendiaron la casa de mi suegra y ahí comenzamos a orquestar la salida del país”, comienza relatando Víctor, mientras va hilvanando los recuerdos.

De Argentina a Brasil, de allí a Colombia –donde pudieron estar dos años hasta que se ordenó la captura de Víctor por participar en grupos que denunciaban la dictadura en el sur de América-, y de allí a Suiza, gracias a la ayuda de muchos.

ACNUR, Caritas, la Cruz Roja, Amnistía Internacional…

Mientras permanecieron en Colombia, la familia no tenía refugio político del gobierno, pero sí tenía esa categoría en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de Colombia.

Tras participar en una marcha denunciando el uso del Mundial 78 para justificar la dictadura, los domicilios de cinco refugiados argentinos fueron allanados y se emitió orden de captura sobre ellos. Tres fueron arrestados y dos huyeron, uno fue Víctor.

“Pedimos asilo político en tres consulados: Suiza, Suecia y Holanda. Gracias a la ayuda de un colombiano que trabajaba para la Cruz Roja nos dieron la visa de entrada a Suiza.”

“Caritas (Confederación de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia católica) y otras ONGs ayudaron a Mónica y a los chicos a salir hacia Suiza”, cuenta.

Si bien su entonces esposa pudo salir con los chicos, para Víctor fue más complicado. Tuvo que pasar ilegalmente a Venezuela hasta que recibió un pasaje a Ginebra, que también fue facilitado por Amnistía Internacional.

“El 5 de agosto de 1978 arribé a Ginebra. Cuando llegué mi familia ya estaba alojada en el Hotel de l’Union, cerca de las vías del ferrocarril.”

“Volver a caminar sin cuidarme la espalda”

“Cuando llegué ya había un pequeño grupo de refugiados argentinos. Con el tiempo llegamos a ser unas quince familias”, recuerda.

Rápidamente se conectaron con las otras familias y quedaron a la espera del asilo político. Mónica y los niños lo obtuvieron relativamente rápido (unos tres meses), pero el suyo demoró alrededor de nueve, porque su salida de Colombia no quedaba muy clara para las autoridades ginebrinas.

Además de sorprenderles la velocidad con que recibieron ayuda económica, destaca que les dieron clases de francés para agilizar su integración y prontamente consiguió un trabajo como técnico en una empresa local.

“Me sorprendía salir a caminar sin sentirme perseguido, sin mirar para atrás para ver si me seguían. Poco a poco fuimos entrando en una normalidad y a vivir como gente común. Nos dieron hasta apoyo psicológico y estuvimos siempre contenidos.”

“Además, todo era muy organizado: a los dos años de entrar a la empresa ya me habían ascendido”.

“Suiza me dio la posibilidad de empezar una nueva vida”

Al poco tiempo de llegar a Suiza, Víctor y Mónica se separaron. Los tres chicos mayores se fueron a vivir con él a Meyrin (a orillas de Ginebra).

Su realidad de refugiado hizo que a principios de 1979 conociera a Patricia, su actual mujer, quien arribó a Ginebra en febrero de ese año.

“Patricia había sido secuestrada, desaparecida y luego estuvo presa en una cárcel de La Plata. Estaba en cuarto año de medicina en la Universidad Nacional platense. Yo ya estaba separado de mi ex esposa, y hacia finales del 79 formamos pareja.”

“Ella pudo volver a estudiar medicina (sólo le reconocieron un año de los cuatro que tenía), y se recibió en Ginebra. Tuvimos tres hijos: Jorge Luis, Javier y Juan Martín, y ellos cuatro tienen ciudadanía helvética”.

Durante su vida en Suiza la pareja ayudaba a los refugiados, acompañaba a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo cuando llegaban a Ginebra a hacer denuncias, los alojaban en sus casas. Contribuían desde sus espacios con las organizaciones de los Derechos Humanos.

Pensar en la vuelta

Superar el desarraigo puede ser imposible. Tanto así, que en la comuna de Meyrin se suicidaron 6 o 7 personas porque no pudieron afrontarlo.

“El destierro es terrible. El dolor, la ausencia de la familia y los amigos… nosotros lo vivimos y poco a poco tratamos de acercarnos y cubrirnos”, explica Víctor, quien luego de que la democracia volvió a la Argentina, en 1983, decidió renunciar a su condición de refugiado político:

“Sentí que ya no correspondía tenerla. Ya pensábamos en volver al país, otras parejas amigas lo habían hecho, pero Patricia estaba terminando la carrera.”

“En ese momento yo trabajaba con Naciones Unidas y me ofrecieron ir a Honduras como técnico en asistencia al desarrollo. Fuimos (mi mujer vino unos meses después, cuando terminó la carrera) y vivimos allí unos años, hasta que volvimos a Argentina.”

Alegrías y amarguras

Hoy Víctor tiene 62 años y Patricia 51, y viven felices en Mar del Plata con sus tres hijos.

Aunque la vuelta a su tierra trajo todas las alegrías lógicas de volver a estar en su país, su lugar, de reunirse con sus amigos y sus familiares, no todo fue fácil para los que sobrevivieron al exilio:

“Mónica, mi ex-mujer y madre de mis hijos Mauro y Paula, se suicidó en Buenos Aires el 24 de abril de 1986, junto con su compañero Hugo. Ella y sus dos hermanas murieron o desaparecieron en un mes de abril. En ese momento yo estaba en misión en Honduras y debí volver con mis hijos a Ginebra”, concluye.

swissinfo, Norma Domínguez en Buenos Aires

El 24 de marzo de 1976, el general Jorge Videla se hizo al poder en Argentina. Una represión funesta que se prolongó hasta 1983.
Durante la dictadura desaparecieron 30.000 jóvenes.
2.300 personas fueron asesinadas y 10.000 detenidas.
Se registraron entre 20.000 y 30.000 desaparecidos.
En Suiza fueron recibidos 295 refugiados políticos de Argentina.

– En Suiza, a partir de 1973, como consecuencia del golpe de Estado del general Augusto Pinochet en Chile, se inicia un largo éxodo de latinoamericanos hacia Europa, en particular hacia Suiza, donde perseguidos políticos encontraron refugio.

– 295 argentinos vivieron en esa época como refugiados políticos en Suiza.

– La comuna de Meyrin (cantón Ginebra) se encuentra el “Jardín de los Desparecidos” en honor a las víctimas de desapariciones forzosas en el mundo entero.

– Patricia, Jorge Luis, Javier y Juan Martín son ciudadanos suizos.

– Víctor Recanatesi y su familia volvieron a Ginebra en 1996, donde se reencontraron con sus afectos y recuerdos.

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