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Viticultores suizos apuestan al bueno vino en Castilla

Max, Marcela, Martina y Max Egolf Pfister (de izq. a der.) Antonio Real Hurtado

“Nuestra vida, vuestro vino” es el lema de los suizos Martina Pfister y Max Egolf, quienes iniciaron un viñedo en Castilla en 1998. Pero, mientras que los vinos industriales dominan en la región, ellos apostaron a la creación de bebidas de calidad.

Los últimos kilómetros no están asfaltados. El vehículo se cubre de polvo. Estamos en una meseta a unos 800 metros de altitud, en la parte de Castilla denominada La Mancha, al noroeste de Alicante. Acudimos a casa de Martina Pfister y Max Egolf, propietarios de un viñedo original para la región.

“Nos encanta el vino blanco, pero solamente producimos vino tinto, ya que las regiones muy calientes no son propicias para la uva blanca. Los ácidos son insuficientes”, señala la pareja y subraya su rechazo a añadirlos de manera posterior.   

“Nuestro sueño era crear un viñedo de calidad. Nosotros no regamos las plantas de las viñas – como los otros viticultores de la región- ni recurrimos a técnicas modernas de almacenamiento”. Las uvas son cosechadas y seleccionadas a mano antes de ser colocadas en un recipiente de metal.

“La fermentación espontánea se produce después de tres o cuatro días”, prosiguen. “No utilizamos levadura ni encimas. Gracias al muy favorable clima que prevalece aquí, no hay prácticamente ninguna enfermedad en el viñedo y nuestras uvas están sanas”.  

Viticultores “pre enólogos”

Los dos suizos son una excepción en el paisaje vitivinícola de alta tecnología de España. “Nosotros no queremos uno de esos jarabes australianos, aunque podríamos producirlo. Preferimos tratar los ácidos y no agregar sabores artificiales. Buscamos la elegancia y la finura”.  

Es por ello que la pareja prefiere los tradicionales toneles grandes de madera a las pequeñas barricas de roble. Puristas, Martina Pfister y Max Egolf se dicen viticultores de la época “pre- enológica”, expresión de Max para designar los tiempos en los que no había estrellas de la enología, técnicas de almacenamiento, ni procesos técnicos de maduración. A ellos les gusta producir y apreciar el buen vino.

Max Egolf es un conocedor. Antes de convertirse en viticultor coleccionó ejemplares de las grandes cosechas de Francia del siglo XX, como observamos en las etiquetas que expone en un muro. “Con nuestra experiencia, creemos que sabemos lo que es bueno”. La pareja no emplea más que sus propias uvas y produce solamente el número de botellas para la venta; es decir, 12.000. “Este año no utilizamos todas las uvas, ya que no tiene sentido producir de más”.

No es fácil con las autoridades …

Denominado Bodega Ampelos, el viñedo es una empresa familiar. Martina Pfister y Max Egolf hacen todo ellos mismos, incluido el trabajo administrativo. Sus dos hijos nacieron aquí y van a la escuela en Almansa. Son bilingües.

“Nos sentimos bien integrados, tenemos vecinos agradables y dispuestos a echar una mano. Por el contrario, las relaciones con las autoridades son muy difíciles”. Para Max Egolf, el comportamiento de las autoridades es una mezcla de corrupción y negligencia.  

Cuando fueron a informarse sobre los pasos requeridos para abrir y explotar sus viñedos, se rieron de ellos. “La administración prolonga los trámites, luego culpa a los que piden los documentos y les impone fuertes multas. Lo mismo les sucedió a nuestros vecinos españoles”.

Casi arruinados

Hace dos años, tractores y remolques llegaron a arrancar las cosechas ya listas de doce hectáreas de viñedos. 240.000 francos se evaporaron en un momento, sin contar una multa de 50.000 francos. “Eso casi nos mata”, recuerda Max Egolf.

La acción fue decidida por las autoridades de la provincia debido a la presión sobre España de la Unión Europea. Poco antes, una estafa en subvenciones había sido descubierta en una plantación de lino.

Como la mayoría de los viticultores de la región, Martina Pfister y Max Egolf no habían adquirido los derechos para sus cepas. Después de aquello, plantaron nuevas vides y resolvieron el problema de los derechos.

Refugiados climáticos

Antes de emigrar en 1998 a Almansa, Martina Pfister era enfermera y Max Egolf director de teatro y realizador de documentales. “Nos consideramos como refugiados climáticos”, dicen. “El gris invierno de Zúrich no nos iba. Estamos más felices cuando hay luz…”

“No pensábamos en España”, puntualiza Martina. “Nuestra primera parada fue en el sur de Francia. Pasamos año y medio en un viñedo para aprender el oficio”. Como fue vana la búsqueda de un viñedo financiable entre los dos, la pareja siguió su camino, más al sur de la frontera española.

Mala reputación: una oportunidad

“Nuestra lista de deseos incluía un terreno cerca de un convento en una región vitivinícola”, explica Max al mostrar la foto aérea del convento.

Situada a proximidad de dos regiones productoras de vino industrial vendido en ‘tetrapack’, Yecla y Jumilla, Almansa tiene una mala reputación.

“Pero resultó ser una oportunidad para nosotros, porque nadie esperaba encontrar buenos vinos aquí. Además, somos los únicos extranjeros en el comercio”.

Con el tiempo, Martina Pfister y Max Egolf se hicieron un nombre. El papa de la gastronomía española, Rafael García Santos, los visitó de manera reciente. Para él, el vino tinto de la pareja suiza es uno de los mejores de Castilla-La Mancha …

El campo de la Bodega Ampelos se encuentra sobre una meseta a 777 metros de altitud, cerca de Alicante, en la Costa Blanca.

  

El clima es mixto, continental y mediterráneo. Los vientos  son fuertes en invierno y en verano muy calientes con noches frescas. Los suelos, arenosos y calcáreos, retienen bien el agua. 

El dominio produce 12.000 botellas de vino. Es una de las menores producciones de España. Las más grandes superan los 100 millones de botellas y los que se denominan “pequeños” productores venden entre 3 y 5 millones.

Martina Pfister y Max Egolf producen tres vinos diferentes. Una mezcla de grenache, yrah y  monastrell («mourvèdre» en Francia), otro de cabernet sauvignon y de merlot, y un tercero, vino de mesa, de  grenache.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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