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“De Cuba se habla sólo cuando hay algo feo…”

Nelly Bianchini, una historia de tesón, trabajo y compromiso. swissinfo.ch

Nelly Bianchini ha sido testigo de los cambios que la isla ha vivido a pesar de la agresividad de que es objeto.

Esta ciudadana suiza, que llegó a La Habana en los albores de la Revolución, elogia los avances del sistema pero rechaza la burocracia, “que también he vivido en países europeos”.

“He visto cambios, muchísimos, porque aunque la gente piensa que no cambia nada, hay cambios, lentos, pero hay cambios. Y mejorías, hay muchas mejorías. El mundo no sabe de esto porque nunca se habla de esto. Se habla solamente cuando hay algo que llama la atención y que es feo, entonces hay que hablar de Cuba, pero cuando hay algo bueno, nadie habla”.

Nelly Bianchini explica que los cambios operados en Cuba se han producido a pesar del clima de agresividad que sufre el país desde hace mucho tiempo “y que hace que esta isla viva una especie de estado de guerra”.

Casi cuatro décadas

Con casi 40 años de residencia en la Perla del Caribe, Nelly Bianchini Schaer ha presenciado esas transformaciones. Más aún, ha tomado parte.

Llegó a La Habana en 1969, del brazo de su esposo, un ingeniero italiano del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) –‘técnico extranjero’, según la denominación de entonces-, y con sus dos hijos, Katia y Marco, de 8 y 6 años, en forma respectiva.

Con ella, también, una clara línea de pensamiento: En la puerta de su casa de Villeneuve (Francia), una inscripción evocaba al poeta cubano José Martí: ‘Patria es Humanidad’.

A la muerte de Ernesto ‘Che’ Guevara, en 1967, sus hijos -que sabían que Jesús había sido un revolucionario que había vivido para mejorar la suerte de la gente-, acudieron al círculo infantil con la noticia de que “¡otro Cristo murió, un Cristo que había sido amigo de papá y mamá!”.

Una historia de compromiso

La historia de Nelly Bianchini Shaer es una síntesis del compromiso social.

En forma previa a su llegada a Cuba, realizó labores en beneficio de una comunidad de Calabria (Italia) y ya una vez instalada en La Habana, viajó a Nicaragua para colaborar en la rehabilitación de menores que las fuerzas somocistas habían entrenado como torturadores.

Pero en su conversación con swissinfo, en La Habana, Nelly evoca sobre todo sus muchos años en ese país antillano al que ama profundamente…

“Me siento tan feliz cuando veo por la mañana un bus lleno de niños con síndrome de Down cantando felices porque van a la escuela, escuelas especiales, ¡claro!, aquí hay tantas… No hay ningún niño discapacitado, mental o físico, que no tenga su escuela. Pasan cerca de mi casa tan contentos. Son cosas… ¿Dónde voy a encontrar esto? ¿En qué otro lugar?”

… pero del que también reconoce:

“A veces me pongo brava. Hay cosas que deben ser cambiadas y no cambian. Mis amistades cubanas también (piensan) ¿hasta cuándo, hasta cuándo? ¡Paciencia!”

Nelly reconoce, sin embargo, que el país ha enfrentado dificultades en la introducción de cambios como resultado del clima de agresividad de que es objeto

¿Qué es lo que más pesa?, inquirimos.

“La burocracia, ciertas formas de jerarquía que pienso que provienen aún de los españoles. Un cierto casi pensamiento feudal que persiste a pesar de…”

Empero, la burocracia, “no es mucho peor de la que he vivido en países europeos (aunque no en Suiza)”.

Y, con respecto a lo que denomina “pensamiento feudal”, explica que se trata de una suerte de herencia que persiste en Cuba y en muchos otros países, no sólo de origen hispano sino latinos en general, que tiende a enfatizar los títulos o las jerarquías.

Cuando vino Fidel

A poco de su llegada a La Habana, Nelly comenzó a trabajar en una fábrica de ‘guaguas’ (autobuses), en la que introdujo un programa de recreación con gimnasio y biblioteca y de la que guarda recuerdos extraordinarios.

“Normalmente me iba a las seis o siete, pero ese día me fui como a las cuatro porque uno de los niños estaba enfermo. Al día siguiente me dijo el colega capacitador: Lo que te perdiste, vino El Caballo (Fidel Castro), miró todo y dijo que esto era maravilloso y que había que hacerlo en todas las fábricas.”

Nelly sonríe al evocar ese “gran chance” que perdió de encontrarse con Fidel. Suspira: “Y yo le digo, si yo estoy ahí en aquel momento, hablando con el máximo dirigente, el Comandante, creo que nadie me lleva a Prensa Latina”.

Pero en aquel entonces no había alternativa.

“Tuve que dejar la fábrica porque mi esposo entonces decidió regresar a Europa, él no estaba contento con su trabajo y yo tan feliz con mi fábrica que no me di cuenta que él era infeliz, y esto nos separó un poco y decidió regresar, yo seguí sola con los muchachos y tuve que cambiar de trabajo”.

Y es que la familia del ingeniero Bianchini, contaba con una casa destinada a los “técnicos extranjeros”, y, al partir éste, Nelly y sus hijos ya no podían disponer de ese beneficio. Más aún, al ingresar a la fábrica, había renunciado a su salario, ya que la familia contaba con el sueldo del jefe de familia.

Así pues, con la decisión del cooperante de partir de Cuba, Nelly se quedaba sin esposo, sin casa, sin salario, con dos niños en edad temprana y en un país que no era el suyo.

Abrise paso

Empezó entonces una labor que habría de prolongarse por más de 20 años en la agencia cubana de información, Prensa Latina. Traducía los despachos al francés y a veces también se ocupaba de algunas redacciones.

“Era algo muy difícil para mí cambiarme de profesión. Además de todo, no fue sólo un momento, fueron unos años difíciles, y mi esposo se fue, mis hijos chiquiticos y con el cambio de profesión y de trabajo. Difícil… Leía ‘Le Monde’ todas las noches para estar bien en el estilo periodístico al día siguiente…”

Pero Nelly salió adelante. Trabajó también algunos años en el órgano informativo local, Granma, para completar una historia laboral de 27 años con la que llegó a la edad de la jubilación.

Su pensión (procedente de Suiza, donde nunca dejó de cotizar) le permite dedicarse ahora a otros quehaceres que también la hacen feliz: escribe, promueve la cultura y, junto con un geólogo, bosqueja el proyecto de crear la Casa de la Piedra en Cuba, amén de que acaricia la idea de impulsar el establecimiento de albergues juveniles en la isla.

En fin, una vida llena de trabajo, de compromiso, de realizaciones. Una vida en la que Nelly ha compartido el amor por su Suiza natal, de la que se mantiene informada –antes mediante las emisiones de Radio Suiza Internacional, hoy a través de swissinfo-, con el amor por esa Cuba a la que ha consagrado la mayor parte de su vida y la que le regaló tres nietecillos.

“Cuando uno tiene dos o tres Patrias, ¿es entonces la Humanidad que deviene Patria?”

swissinfo Marcela Águila Rubín, de vuelta de La Habana

Nelly Bianchini Schaer se recibió como trabajadora social.

En Calabria (Italia) efectuó labores vinculadas con su formación.

Antes de viajar a Cuba vivía en Villeneuve, Francia.

La familia Bianchini llegó a Cuba en 1969.

Nelly llegó acompañada de su esposo, un ingeniero del CERN, y con sus hijos, Marco y Katia, de 6 y 8 años, respectivamente.

Trabajó en forma voluntaria en una fábrica de ‘guaguas’.

Su esposo decidió regresar a Suiza.

Nelly se quedó sola en Cuba con los niños, sin casa y sin salario.

En 1974 ingresó a Prensa Latina donde trabajó por más de 20 años.

También laboró en Granma.

Hoy, ya jubilada, se dedica a escribir y a promover el arte.

Siempre se ha mantenido informada sobre Suiza, primero mediante Radio Suiza Internacional, ahora a través de swissinfo.

Nelly tiene un amor intenso y compartido entre su patria de origen, Suiza, y su patria de acogida, Cuba.

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