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Emil Bührle o el arte de la guerra

Emil Bührle con un general indio en 1950
Emil Bührle (a la derecha de la imagen) y el general indio Kondanera Madappa Cariappa durante una prueba de armas en 1950. Keystone / Str

Su colección de arte se presentará este año en el museo Kunsthaus de Zúrich. Pero su historia sigue siendo objeto de debate. ¿Quién era realmente Emil Bührle? Y, ¿cómo es que este miembro de la pequeña burguesía alemana se convirtió en el hombre más rico de Suiza y en un coleccionista de fama mundial?

“Emil Bührle llegó a Suiza en 1924 con su esposa, tres pinturas y un trabajo”, cuenta Mathieu Leimgruber, historiador de la Universidad de Zúrich.

En 1940, su colección ya incluye 50 pinturas y esculturas, a las que durante los años de la guerra se suman alrededor de 90 objetos más. En la década de los 50, sus beneficios crecen de manera exponencial, igual que sus adquisiciones de arte. A su muerte, su colección cuenta con 638 obras.

A partir de este año 2021, en el museo Kunsthaus de Zúrich se va a mostrar una selección de 200 obras de su colección. Mathieu Leimgruber está al frente de un estudioEnlace externo que la ciudad y el cantón de Zúrich han encargado para esclarecer la controvertida figura de este famoso mecenas y comerciante de armas.   

La historia de la Colección Bührle está estrechamente ligada al surgimiento del mayor fabricante suizo de material de guerra de la época.

A raíz de las acusaciones de un antiguo colaborador del proyecto de investigación –de las que da cuenta la prensa– la Universidad de Zúrich presenta su estudio sobre Emil Bührle a dos historiadores externos: Jakob Tanner y Esther Tisa Francini.

Las acusaciones en particular se refieren a ciertos cambios de redacción relativos a la participación de Bührle en los Cuerpos Francos y a su antisemitismo. Cambios sugeridos por los miembros del comité directivo del estudio.  

Las evaluaciones externas confirman la calidad científica del informe, pero consideran problemáticas, desde el punto de vista de las “buenas prácticas” de la investigación histórica, las intervenciones del comité. Los pasajes en cuestión se han restablecido o reformulado.

Bührle –hijo de un funcionario fiscal– crece en Friburgo de Brisgovia (Alemania), donde estudia historia del arte y literatura. Su experiencia en el frente lo convierte en alguien que ve “en los ojos, con sobriedad, la cruda realidad”, tal y como él mismo dice, revelando una concepción masculina y guerrera del mundo, típica de su época.   

Al acabar la Primera Guerra Mundial, no regresa de inmediato a la vida civil. Se le encuentra como oficial en uno de los Cuerpos Francos que participan en la represión de las insurrecciones comunistas en Alemania. En este período conoce a la que será su esposa, Charlotte Schalk, hija de un banquero de Magdeburgo. “Su encuentro con la familia Schalk fue fundamental”, explica Leimgruber.

Por Alemania y por sus propios intereses

Su suegro (que comparte con él una visión muy conservadora del mundo) le abre las puertas de la industria del metal. Emil Bührle deja el ejército y se une a la Magdeburger Werkzeug und Maschinenfabrik. En 1924, lo envían a Suiza, donde la empresa alemana acaba de adquirir la Werkzeugmaschinenfabrik Oerlikon (WO).

En poco tiempo, y gracias a una patente de un arma automática adquirida a otra empresa, WO se convierte en fábrica de armas. En su nuevo rol, Emil Bührle forma parte de una red de contactos industriales y militares transnacionales cuyas ramificaciones se extienden a la élite suiza. Una red que trabaja para el rearme clandestino de Alemania. Es el comienzo del ascenso del joven director de empresa.

Emil Bührle se mueve con facilidad en este ambiente y disfruta de excelentes contactos con la jerarquía militar alemana. Sin embargo, guiado por su propio oportunismo, logra mantener un equilibrio entre sus relaciones con Alemania y sus ambiciones personales. Vende armas no solo a Berlín sino también a otros países, entre ellos a la Unión Soviética y a la España republicana más tarde. Poco a poco, apoyado por el capital de su suegro, se las arregla para hacerse con el control de la WO. En 1938, se convierte en el único accionista y transforma la empresa en una sociedad limitada. Todo el riesgo es para él; también, todas las oportunidades.

Hombres y material bélico
Haile Selassie I, el último emperador de Etiopía, durante un viaje oficial a Suiza, visita la fábrica de armas Oerlikon el 26 de noviembre de 1954. Keystone / Ilse Guenther, Ilse Mayer-guenth

El industrial expande su red

En ese momento la carrera de Emil Bührle está en auge. Su patrimonio y su prestigio social van de la mano. La fundación de Contraves, en 1936, y de Pilatus, dos años más tarde (ambas nacidas en el contexto de la modernización de la aviación) ofrecen oportunidades de contactos con importantes círculos políticos e industriales.

Su integración gradual en la élite económica, apoyada por su enriquecimiento, se ve facilitada al adquirir la nacionalidad suiza en 1937. “Bührle sigue encontrando ciertas reticencias entre los industriales, pero puede contar con el interés de los bancos, que ante todo identifican oportunidades de inversión”, aclara Mathieu Leimgruber.   

En 1939, se convierte en miembro de los órganos directivos de la patronal de la industria de la ingeniería mecánica. Asimismo, en 1940, su colección de arte (ya considerable) le abre las puertas de la Zürcher Kunstgesellschaft (Sociedad de Arte de Zúrich).

Beneficios de la guerra

Hasta finales de los años 30, la WO es una empresa (aunque todavía marginal) en pleno crecimiento. Sin embargo todo cambia con la Segunda Guerra Mundial. Los primeros pedidos, que ascienden a 60 millones de francos, llegan de Francia y Gran Bretaña. Pero las exportaciones pronto son casi exclusivamente a las Potencias del Eje [Italia, Alemania y Japón].

La historia de Emil Bührle está íntimamente ligada a la del museo Kunsthaus de Zúrich. En 1943, aquí presenta por primera vez parte de su colección.

En 1952, asume el coste total de la primera ampliación del museo. El ala nueva se inaugura en 1958, después de su muerte.   

A partir de 2021, las cerca de 200 obras de arte de la Fundación Bührle estarán alojadas en el nuevo edificio del Kunsthaus, diseñado por el arquitecto británico David Chipperfield.

Entre 1940 y 1944, Bührle vende más de 400 millones de francos de material bélico a Alemania y casi 100 millones de francos a Italia. Indirectamente y de forma bastante limitada, Bührle –a través de un acuerdo de licencia con Ikaria, que produce cañones para aviones– también se beneficia del trabajo forzoso en Alemania.

La industria bélica suiza, antes bastante modesta en términos de exportaciones, representa el 14% del total en 1941. Y la empresa WO tiene un peso dominante. Durante los años de la guerra, la fortuna de Emil Bührle aumenta de manera espectacular, superando los 160 millones de francos en 1945. Él es el mayor contribuyente del cantón de Zúrich.   

Busto y cuadros
Un busto de Emil Bührle realizado por el escultor Charles Baenniger. Keystone/eddy Risch

Un anticomunista en su apogeo

Pero al final de la guerra Emil Bührle se encuentra con algunas dificultades. En octubre de 1944, el Gobierno suizo prohíbe las exportaciones de armas; prohibición que se renueva en junio de 1946. El fabricante figura en una lista negra de los aliados por sus estrechas relaciones comerciales con Alemania.

Para construir su colección de arte, Bührle se aprovecha de la persecución de los judíos. ¿Alimenta también sentimientos antijudíos? El estudio de la Universidad de Zúrich cita un documento en el que en 1940 Bührle, reaccionando a una caricatura del periódico satírico Nebelspalter, recurre al estereotipo del industrial judío avaro. Insuficiente para emitir un juicio definitivo, incluso si eso demuestra que el industrial compartía los tópicos antisemitas de su época.

Emil Bührle busca diversificar su producción. Al mismo tiempo, el Acuerdo de WashingtonEnlace externo de 1946 permite a Suiza resolver su disputa con los aliados sobre sus relaciones económicas con las Potencias del Eje. La normalización de las relaciones con los Estados occidentales y la aparición de la confrontación entre bloques en el contexto de la Guerra Fría abren nuevas perspectivas para los productores de material de guerra. Bührle y el resto de los actores del sector llevan a cabo una exitosa campaña para obtener un régimen de exportación más liberal.

Ya en 1948, los nuevos misiles balísticos desarrollados por su compañía atraen la atención del ejército estadounidense. Tres años más tarde, Washington decide usarlos durante la Guerra de Corea. A pesar de algunas dudas por parte de las autoridades suizas, en 1953 Bührle obtiene su aval para exportar 300 000 misiles a Estados Unidos. Al mismo tiempo, el ejército suizo invierte en un amplio programa de rearme.  

Emil Bührle es ya el hombre más rico del país y está en la cima del éxito. Su antiguo anticomunismo está en perfecta armonía con los intereses geoestratégicos de Occidente, y su reputación como coleccionista de arte ha adquirido fama mundial. En 1955, la revista Fortune lo sitúa entre los cinco mejores coleccionistas del mundo. Un año más tarde, muere de un infarto.

El oportunismo de un coleccionista

El destino de este empresario de origen pequeñoburgués y simpatía reaccionaria que llegó a la cúspide de la sociedad de Zúrich y de la industria bélica europea está estrechamente ligado a su colección. Una colección que se ha desarrollado en paralelo a su éxito empresarial y que es consecuencia importante de ello. “Bührle puede tener pasión por el arte, pero también es consciente del prestigio social que su papel de coleccionista y mecenas conlleva. El coleccionismo es un instrumento de integración entre la élite de Zúrich”, observa Mathieu Leimgruber.

Se sabe que trece obras de arte que Emil Bührle adquiere durante la guerra son obras de arte robadas, ya que fueron confiscadas a coleccionistas judíos. Tras la guerra el industrial tiene que devolverlas a sus legítimos dueños. Después de nuevo compra varias. Además de las obras literalmente robadas, Bührle aprovecha sin escrúpulos las oportunidades que surgen en el mercado del arte, como resultado de liquidar las colecciones de los judíos obligados a huir de Europa.      

La Colección Bührle es, sin duda, fruto de la guerra. ¿Debe entonces mostrarse? “Sí. Si lo escondiéramos, no hablaríamos de ello. Y hay que hablar de ello”, dice Leimgruber.

Traducción del francés: Lupe Calvo

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