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Cómo convirtió Estados Unidos la ayuda humanitaria en una herramienta de influencia

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El 3 de noviembre de 1961, el presidente John F. Kennedy firmó la Ley de Ayuda Exterior, la base jurídica para que ese mismo mes se creara USAID. Abbie Rowe. Fotografías de la Casa Blanca. Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy, Boston

Al desmantelar la USAID, Donald Trump da la espalda a una estrategia centenaria de utilizar la ayuda humanitaria como palanca de influencia en el mundo. Washington —al debilitar este pilar de su diplomacia— corre el riesgo de ir en contra de sus propios intereses.

El desmantelamiento que la nueva Administración de Donald Trump ha hecho a principios de año de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha puesto de manifiesto la dependencia que el sector humanitario tiene de la financiación estadounidense.  

De la noche a la mañana, los programas de un grupo de entidades humanitarias —agencias de la ONU, ONG internacionales y nacionales, gobiernos locales— se han sumido en una profunda incertidumbre en todo el mundo.

Este artículo es el último de una serie de tres que analiza el futuro de la ayuda humanitaria a medida que Estados Unidos y los principales donantes occidentales se desentienden del terreno. La primera entrega explora el impacto que los recortes presupuestarios tienen en el trabajo de las agencias humanitarias sobre el terreno. La segunda examina las posibilidades de que los países emergentes —e incluso los actores privados— cubran el déficit de financiación.

En Sudán —un país sumido en una de las peores crisis del mundo— más de medio millón de personas corre el riesgo de no poder acceder de manera regular a los alimentos, mientras que en Yemen unas 220.000 personas desplazadas podrían dejar de tener acceso a la atención sanitaria. Antes de los recortes —cuya magnitud todavía es difícil de calcular—, Estados Unidos financiaba el 40 % de la ayuda humanitaria mundial. Muy por delante del 8 % de Alemania, el segundo mayor donante.  

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«Este porcentaje refleja el lugar que Estados Unidos ocupa en la geopolítica del siglo XX», explica Valérie Gorin, directora de Aprendizaje del Centro de Estudios Humanitarios de Ginebra.

Herbert Hoover, padre de la ayuda alimentaria

Para comprender los orígenes de esta influencia, hay que remontarse a 1914 y la Primera Guerra Mundial.

Mientras que Bélgica —ocupada por Alemania— sufría una terrible hambruna, Estados Unidos creó un comité de ayuda para distribuir paquetes de alimentos a la población belga. El comité de ayuda lo dirigía Herbert Hoover, que más tarde sería presidente de Estados Unidos.   

En 1919 —tras la Primera Guerra Mundial— Herbert Hoover creó la American Relief Administration (ARA), precursora de la USAID. Esta organización —activa en el ámbito de la ayuda alimentaria— en un principio distribuyó los excedentes de comida que el Ejército estadounidense no entregó a sus soldados durante la guerra.

En 1921, la misión ARA intervino en la Rusia soviética, que se enfrentaba a una gran hambruna. «La cuestión era saber si había que ayudar a la población de los territorios controlados por los comunistas y, sobre todo, cómo utilizar la ayuda alimentaria como arma contra el comunismo», afirma Valérie Gorin.

Estados Unidos también suministró trigo —que producía en exceso— y maquinaria agrícola. El objetivo era promover la imagen de un país altruista, demostrar la superioridad del modelo capitalista y estimular la economía estadounidense», cuenta Bertrand Taithe, profesor de la Universidad de Manchester.

La ayuda contra el comunismo

«Estados Unidos utilizó la ayuda humanitaria con el deseo de ganar los corazones y las mentes. No fue un acto desinteresado de solidaridad, sino una herramienta de la diplomacia estadounidense», manifiesta Valérie Gorin.

Este objetivo se planteó claramente durante la Guerra Fría, que dividió al mundo en la posguerra. En 1961, el entonces presidente John F. Kennedy creó la USAID. «Como no queremos enviar tropas estadounidenses a las numerosas regiones donde está amenazada la libertad, os enviamos a vosotros», dijo Kennedy a sus reclutas, tal y como indica el Financial TimesEnlace externo

La idea era simple: la pobreza era el caldo de cultivo del comunismo, y ahí es donde Estados Unidos decidió intervenir, explica Valérie Gorin.

«La ayuda alimentaria pretendía permitir la conquista de una esfera de influencia en zonas en las que el comunismo ganaba terreno y en regiones que necesitaban estabilizarse para actuar como baluarte entre los bloques oriental y occidental», apunta la investigadora. En particular, los Estados recién descolonizados de Asia y África.

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El nacimiento de las grandes ONG

Las principales ONG internacionales estadounidenses —como CARE, Save the Children e IRC— florecieron durante el periodo de la Guerra Fría. Ya que se beneficiaron de una importante financiación estatal, que, en ocasiones, iba de la mano de estrechos vínculos con el Gobierno.

«Observamos una especie de alineamiento entre los objetivos de las ONG y los de la política exterior estadounidense», aclara Bertrand Taithe. Un alineamiento que se vio alimentado por la dependencia económica que estas organizaciones tenían del Gobierno, pero también por el hecho de que en aquella época «mucha gente huía del totalitarismo. Así que hubo un acercamiento entre quienes promovían la libertad, quienes buscaban la libertad, y quienes ayudaban a estas personas», añade.

Esta cercanía se hizo patente durante la guerra de Vietnam, entre 1955 y 1975. La mayoría de las ONG estadounidenses intervinieron únicamente en Vietnam del Sur, que se benefició del apoyo militar y económico de Washington, y no en Vietnam del Norte, controlado por un régimen comunista. Pero a medida que el conflicto fue prolongándose, parte del sector humanitario cuestionó este acercamiento.

«Las organizaciones más pacifistas, que no aprueban ni los objetivos ni los métodos de esta guerra, se distancian del Gobierno estadounidense», reconoce Bertrand Taithe. Es el caso, por ejemplo, de CARE y Oxfam America, que reconsideran su colaboración con USAID.

«Intervención militar-humanitaria»

En las décadas siguientes, las intervenciones militares estadounidenses, en Afganistán e Irak, por ejemplo, estuvieron acompañadas de ayuda humanitaria; alimentaria y médica, en particular. El objetivo de esta ayuda era estabilizar las zonas ocupadas y aumentar la legitimidad de las autoridades apoyadas por Estados Unidos.

«Hablamos de intervención militar-humanitaria, con una confusión de términos. La ayuda humanitaria se está convirtiendo en una forma de imponer las aspiraciones democráticas en determinados países», explica Valérie Gorin.

En 2001, al comienzo de la invasión de Afganistán, el secretario de Estado Colin Powell declaró explícitamente en un discurso que las ONG eran un elemento clave de los esfuerzos militares estadounidenses. Y las describió como «multiplicadoras de fuerza» y «una parte importante de nuestro equipo de combate».

Las ONG humanitarias criticaron duramente esta retórica, contraria a los principios de neutralidad e independencia. Médicos sin Fronteras (MSF) señaló que ponía en peligro a su personal y dificultaba su acceso a la población civil. Durante aquel periodo, las ONG fueron objeto de varios atentados terroristas; el más conocido, la explosión en 2003 de un camión bomba ante la oficina de la ONU en Bagdad. «Las ONG han intentado salvaguardar su independencia, pero no siempre han podido cumplir las promesas de financiación del Gobierno estadounidense», explica Bertrand Taithe.

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El 19 de agosto de 2003, un atentado terrorista contra las oficinas de la ONU en el Hotel Canal de Bagdad mató a veintidós personas —personal internacional y local de la ONU— e hirió a más de cien. Keystone / Evan Vucci

Pérdida de influencia

«Estados Unidos siempre ha utilizado la ayuda humanitaria para hacer nuevos amigos, mantener los lazos existentes y aumentar su influencia», afirma Bertrand Taithe.

La contribución de la ayuda estadounidense en algunos ámbitos —como la sanidad, sobre todo— ha sido ampliamente aplaudida y ha dado al país una proyección mundial. El Plan de emergencia para luchar contra el sida en el extranjero (PEPFAR), que el presidente George W. Bush creó en 2003, por ejemplo, ha salvado millones de vidas, sobre todo en África. Ahora, su futuro está en peligro. Al igual que lo está el futuro de muchos programas que anteriormente financiaba USAID.

+ Si quiere saber más sobre el impacto que los recortes estadounidenses están teniendo sobre todo en los programas para mujeres y VIH, escuche el último episodio de nuestro pódcast Inside Geneva (en inglés).

Como parte de su programa «Make America Great Again» [Devolvamos a Estados Unidos su grandeza], Donald Trump ha presentado la ayuda exterior como ineficiente, demasiado cara y controlada por la izquierda. Y aunque se preveía su asalto contra USAID, la velocidad y la escala de los recortes han sido una sorpresa. El presidente republicano dice centrarse en los intereses directos de Estados Unidos, pero para Bertrand Taithe, desmantelar USAID es, ante todo, una «decisión ideológica».

«Tendrá un impacto negativo en los intereses de Estados Unidos, tanto a nivel interno, porque gran parte de la ayuda es un apoyo indirecto a la agricultura, como a nivel externo, porque supone una clara pérdida de influencia en el mundo», opina.

Texto revisado por Virginie Mangin. Adaptado del francés por Lupe Calvo / CW.

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