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Inmigrantes, base de la prostitución en Suiza

Los clientes también tienen la responsabilidad moral de denunciar abusos de derechos humanos en el sector de la prostitución. Keystone

Víctimas o figuras mal vistas por la mirada pública: visiones extremas para calificar a las personas que ejercen esta actividad –legal en Suiza- donde subsisten zonas grises que dan cabida a la explotación.

Ejemplo de ello es el caso resuelto ante el Tribunal Penal Federal sobre trata de blancas de mujeres provenientes de Brasil a inicios de diciembre.

Un suizo de 60 años fue condenado a una pena de prisión de cuatro años y medio por varios cargos, entre ellos, trata de seres humanos.

El proxeneta, junto con otras personas, entre ellas varias brasileñas ya asentadas en Suiza, organizaba pasajes aéreos y pagos por adelantado para que supuestas turistas llegaran a Suiza y comenzarán así su labor en los burdeles helvéticos.

El principal acusado en el caso les confiscaba el pasaporte para evitar que volvieran a Brasil sin pagar las deudas contraídas en el proceso de reclutamiento, y de las que tuvieron conocimiento después de su arribo a Suiza (entre 10.000 y 15.000 francos suizos).

“Había mujeres encerradas en los burdeles, otras que controlaban, pero que en una primera etapa fueron también víctimas”, explica Doro Winkler, del Centro de apoyo a mujeres migrantes y víctimas de trata de mujeres (FIZ en sus siglas en alemán), y que desde 2007 acompañó a diez de las personas afectadas en este expediente.

Mujeres con derechos

FIZ saludó la decisión del Tribunal por las multas de hasta 33.000 francos suizos a nueve mujeres por daños, además de indemnizaciones por perjuicio moral de hasta 12.000 francos, ya que así “se ha reconocido parcialmente el sufrimiento y la explotación al que se expusieron”.

  

Las diez personas que acompaño el FIZ “tras haber tenido el valor de declarar, regresaron a su país en la misma situación de pobreza en la que antes se encontraban y con el trauma de la experiencia; querían volver a ver a sus hijos”.

Winkler observa avances en los esfuerzos para la defensa de las afectadas por la trata de blancas en Suiza. Señala, por ejemplo, que en otro caso más reciente unas mujeres húngaras obtuvieron de las autoridades helvéticas el permiso humanitario de estancia por correr peligro inminente si volvían a su país”.

Feminización de la pobreza

Así, entre la imagen de víctimas y de personas de mala reputación, las trabajadoras del sexo en Suiza –entre 14.000 y 20.000, según estimaciones- “son mayoritariamente inmigrantes, madres solteras, por lo que es evidente que carecen de un círculo social que las cobije en caso de dificultad, y que la decisión de ejercer esta actividad en uno de los países más ricos del  mundo tiene razones básicamente de índole económico. Tienen que dar de comer”, observa Winkler.

“A partir de la década de 1990 se incrementó considerablemente el número de trabajadoras del sexo migrantes y contribuyó a la prostitución no familiarizada con las condiciones del lugar”, subraya, por su parte, la socióloga Agnes Földhazi, quien dedicó su tesis doctoral al análisis de la construcción del mercado del sexo en Ginebra.

En esa ciudad como en otras del territorio helvético, el sector comercial sexual es alimentado “por mujeres del ex bloque soviético, de América Latina, del norte africano, aunque es un ámbito muy cambiante”, señala.

“La feminización de la migración es una estrategia de sobrevivencia; de la feminización de la pobreza”, indica al respecto Irma Nicasio, en su estudio ‘Cuatro Décadas de Migración Femenina’, donde observa el caso de las mujeres de República Dominicana.

Nicasio demuestra cómo la migración de estas mujeres hacia Europa -Suiza incluida- “es una estrategia de sobrevivencia para sí mismas y sus familias -con remesas mensuales de alrededor de 800 euros-, insertándose laboralmente en economías dominantes que sustentan políticas no inclusivas”.

Suiza, neoliberal

En ese sentido, Földhazi comenta que Suiza sigue un patrón neoreglamentista, mismo que considera a la prostitución como un mal necesario: “En Suiza, la vida de las personas que se prostituyen (migrantes) se inscribe en un régimen reglamentista neoliberal, caracterizado por una actitud pragmática focalizada en la salud pública”.

De acuerdo al análisis de Földhazi, de origen húngaro, existe una lectura que victimiza a las inmigrantes y que rechaza su capacidad de actuar, de elegir. Esta perspectiva, alimentada por un pánico moral focalizado en la trata de seres humanos, tendría por objetivo mantener a migrantes potenciales en su país de origen a nombre de su protección”.

Földhazi opina además que las bases internacionales en vigor en contra de la trata y el tráfico de personas “no corresponden a la realidad del terreno, puesto que los casos que se producen resultan mucho más complejos”.

Terminar con la estigmatización es la tarea principal para evitar espacios de explotación “porque en Suiza es legal la prostitución, lo condenable es el proxenetismo”, reitera Claudette Plumey, ella misma trabajadora del sexo y presidenta de la asociación Aspasie, que da voz a las mujeres que desarrollan esta profesión en la parte francófona de Suiza.

Los clientes: tema tabú

“Es básico diferenciar la prostitución del tráfico de mujeres, punto de partida para todo el trabajo de sensibilización a nivel político”, coincide Doro Winkler.

En cuanto a la actividad legal de la prostitución, “Suiza en este ámbito no se ha movido mucho en la última década, puesto que las leyes al respecto se centran en registros de prostitutas que nada tienen que ver con su protección o con mejoras en sus condiciones de trabajo.”

Winkler, en contacto con las trabajadoras del sexo desde hace más de 15 años, lamenta que solo se hable de ellas y no de los clientes. “Es un tabú, lo que me parece un problema profundo; no se habla de la demanda, la gente lo evita y prefiere restringir el tema a ‘sex and crime”.

La prostitución es legal en Suiza desde 1942 si la persona es mayor de 16 años o tiene un permiso de estancia que permita ejercer una labor lucrativa.

Ginebra es el único cantón que en 2009 modificó el límite de edad a partir de 18 años, para ejercer la prostitución (ley en vigor desde mayo de 2010).

A nivel nacional, el Ejecutivo helvético firmó en junio de 2010 el Convenio Europeo para penalizar la prostitución de menores de edad.

En el terreno, personas adultas (mayores de 18 años) se ocupan de esta actividad, sobre todo mujeres extranjeras.

Las trabajadoras sexuales en Suiza son, sobre todo, migrantes de Europa del Este y de Latinoamérica.

Se calcula que unas 14.000 mujeres se dedican a esta actividad lucrativa.

350.000 personas (principalmente hombres) al menos una vez al año utilizan los servicios de la prostitución.

Los ingresos generados anualmente en el sector se calculan en torno a los 3.500 millones de francos suizos.

Las mujeres de países fuera de Europa que se prostituyen en Suiza se encuentran de modo ilegal en Suiza o tienen permiso de residencia o la nacionalidad por matrimonio con un ciudadano helvético.

Suiza también otorga los permisos de artistas de cabaret que permiten a una mujer extraeuropea venir a Suiza por 8 meses al año para hacer stripteases en cabarets, pero es ilegal que se prostituyan. No obstante, se habla de un secreto a voces el hecho de que también se prostituyen. por decisión propia o forzadas a hacerlo.

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