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La crisis del coronavirus nutre esperanza de más democracia en el trabajo

La agencia de viajes de Globetrotter marcó el primer paso a la democratización en el ámbito laboral. Keystone / Alessandro Della Bella

La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia que tienen ciertos trabajadores. Por ejemplo, en todo el mundo se ha aplaudido al personal sanitario, comercial y de logística. Según los expertos, es el momento oportuno para exigir no solo aplausos, sino también tener voz en la empresa. Pero, ¿es realmente la crisis el marco adecuado para lograrlo?


El verano pasado, en plena pandemia, la empresa suiza Globetrotter fue noticia inesperada: la cadena de agencias de viajes con sede en Berna proclamó la sociocracia. De repente, los empleados disponían de voz y voto en las decisiones importantes, como, por ejemplo, quiénes debían dejar la empresa.

Globetrotter abordó así un tema que actualmente es objeto de un acalorado debate a escala internacional: la democratización del mundo laboral. La crisis del coronavirus ha dejado clara la importancia de los trabajadores. ¿Dónde estaríamos sin el personal sanitario que ha atendido a nuestros enfermos, sin los vendedores que mantuvieron abiertas nuestras tiendas de comestibles incluso durante el confinamiento? Y si son tan importantes para una empresa, ¿por qué no van a poder tener voz cuando se trate de tomar decisiones clave?

El término democracia en el lugar de trabajo se refiere a toda una serie de medidas e instrumentos que dan mayor participación a los empleados. Entre ellos hay planteamientos sindicales clásicos como el derecho de huelga, el derecho a organizarse como empleados y los comités de personal.

Sin embargo, el concepto incluye también ideas de mayor alcance, como la participación directa en la toma de decisiones sobre las cargas y procedimientos de trabajo, sobre la dirección estratégica de la empresa, así como sobre los directivos democráticamente elegidos.

“Por encima de todo, las crisis nos han enseñado que las personas nunca son un recurso. Invierten sus vidas, su tiempo y su sudor por las empresas para las que trabajan y sus clientes”, afirma la profesora de economía y sociología Julie Battilana en un artículo publicado en la página web de su empleador, la elitista Universidad de Harvard. Junto con Isabelle Ferreras, quien al igual que Battilana enseña en Cambridge (Massachusetts), y la profesora de sociología Dominique Méda, de la Universidad de Paris-Dauphine, publicó un manifiesto en mayo del año pasado.

Desde entonces, más de 6 000 académicos y académicas de todo el mundo han firmado la declaración titulada “Democratizar, desmercantilizar, descontaminar”Enlace externo. Una de las primeras en firmar fue la suiza Rahel Jaeggi, profesora de filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín.

La crisis pone los problemas sobre la mesa

¿Por qué lanzar una campaña a favor de más democracia precisamente durante la crisis? ¿No son las posibilidades de éxito particularmente escasas ahora, justo cuando los empleados temen por sus puestos de trabajo y las empresas tienen que reaccionar de inmediato ante circunstancias que cambian con una enorme rapidez?

“Una crisis es siempre un momento de decisiones. Es entonces cuando las cosas llegan a un punto crítico, cuando se aceleran. Al final, tienes algo mejor o peor”, explica Jaeggi en una entrevista a SWI swissinfo.ch.

Ahora hay una oportunidad porque la crisis del coronavirus ha sacado a la luz algunas situaciones de emergencia: la carga de trabajo en el sistema sanitario, los problemas surgidos por la externalización de tareas, o las precarias condiciones laborales en la industria cárnica alemana. “Estos problemas no son nuevos, pero ahora tienen mucha más cobertura mediática y se discuten en las noticias de la noche”, afirma la profesora nacida en Berna.

El coronavirus también ha demostrado que se puede hacer muchas cosas, asegura Jaeggi. “Por ejemplo, el dogma «no endeudarse» parece, de un día para otro, no tener ya validez. De repente, hay muchas, muchas posibilidades de apoyo estatal que nadie hubiera creído posible antes”.

Deterioro tras la crisis financiera

Sin embargo, incluso durante la crisis financiera, los expertos vieron mayor necesidad y posibilidades de lograr más democracia en el lugar de trabajo. Por ejemplo, Russell Lansbury, profesor de economía australiano, que en un discurso pronunciado en 2009 afirmó: “La crisis financiera mundial ofrece […] una oportunidad para abordar reformas que creen un mundo laboral más democrático”. Una de las razones de su optimismo era que las empresas muchas veces se reinventan, sobre todo en tiempos de crisis; después de que ha quedado demostrado que las viejas formas organizativas no funcionan, se buscan nuevas posibilidades.

Después sucedió lo contrario. No existen estudios cuantitativos sobre el nivel de democratización en el mundo laboral. No obstante, el Índice Global de los Derechos, elaborado por la Confederación Sindical Internacional (CSI), puede valer como aproximación. Este índice examina en diferentes países el grado en que se han limitado o violado los derechos de los trabajadores. En los años que siguieron a la crisis financiera este índice se deterioró bastante. En su informe actual para 2020Enlace externo, la CSI afirma que los derechos de los trabajadores se han violado más que en cualquier otro momento de los últimos siete años, lo que coincide con la tendencia de estos últimos años.

La Confederación Sindical Internacional (CSI) clasifica a doce países en la categoría uno en su Índice Global de los Derechos: Alemania, Austria, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Irlanda, Islandia, Italia, Noruega, Países Bajos, Suecia, y Uruguay. En los países de esta categoría superior, los derechos de los trabajadores se violan solo de manera esporádica.

Suiza y otros 26 países como España, Francia, Canadá, Japón, Singapur y Namibia solo entran en la categoría dos del índice. La CSI no ofrece ninguna explicación al respecto, incluso después de habérselo preguntado repetidas veces. Sin embargo, es probable que esté relacionado con el ejercicio del derecho de huelga: la Constitución Federal concede este derecho, pero al mismo tiempo lo limita. Por ejemplo, una ley puede “prohibir que determinadas categorías de personas se declaren en huelga”.

Entre los países de la OCDE, los que obtienen peor resultado son EE. UU., México (ambos en la categoría cuatro, los derechos de los trabajadores se violan sistemáticamente), Corea del Sur, Grecia y Turquía (en categoría cinco, no se garantizan los derechos). Turquía figura incluso en el círculo poco glorioso de los diez peores países.

Jaeggi no descarta esta posibilidad: “Por supuesto, también podría ocurrir que las cosas salieran de otra manera esta vez y que los derechos se restringieran aún más en lugar de ampliarse”, reconoce. “Las crisis económicas pueden llevar a la gente a decirse a sí misma: ‘La situación es tan precaria en este momento que simplemente me alegro de tener un trabajo’ en lugar de pensar en la democracia en el puesto de trabajo. Eso reduce el poder de negociación de los trabajadores”. En cambio, debido a la crisis el poder de negociación del personal sanitario es mayor de lo que ha sido desde hace mucho tiempo.

En una entrevista a Common-Wealth, un laboratorio de ideas sobre democracia, Ferreras también expresa sus dudas: “A corto plazo, no tengo confianza”. Afirma que más democracia en el lugar de trabajo es cualquier cosa menos una obviedad. Cree que la pandemia ha empeorado la situación de los trabajadores y que haría falta un ejercicio de voluntad para superar las perspectivas intrínsecamente desfavorables. Ferreras, sin embargo, está convencida de que esta voluntad se impondrá.

El hecho de que la crisis no sea el entorno más favorable para una mayor democracia en el lugar de trabajo queda también demostrado con el ejemplo de Globetrotter mencionado más arriba. Cuando se le preguntó por las experiencias que tuvo la compañía de viajes con la nueva forma de organización, la portavoz Sandra Studer respondió negativamente: “Debido a la situación actual con la jornada reducida y el teletrabajo, en estos momentos nos falta el valor de la experiencia en la vida cotidiana ‘normal'”.

Inseparable de la pandemia es el trabajo desde casa. No está claro todavía qué efecto tiene este fenómeno para la democracia en el lugar de trabajo. Por un lado, la mayoría de los expertos coinciden en que da a los empleados una nueva libertad. Por otro, algunos expertos advierten que el teletrabajo también podría aumentar la presión sobre los empleados y conducir a una mayor supervisión por parte de los jefes.

 Y aunque las ventajas superan a los inconvenientes, el teletrabajo no está del todo exento de problemas. Después de todo, no todas las profesiones ofrecen la oportunidad de trabajar desde casa. Por ejemplo, los trabajos que fueron noticia durante la pandemia (atención sanitaria, comercio, logística) requieren la presencia de los empleados en el lugar de trabajo. Tampoco es raro que los trabajos más sencillos sean los que no se pueden hacer desde casa. Y son precisamente los empleados que, por regla general, ya tienen poca participación en el lugar de trabajo los que no disfrutan de las ventajas de poder trabajar desde casa. O como lo resume la profesora de filosofía Rahel Jaeggi: “La brecha entre el sector creativo de alto nivel, por un lado, y los precarios trabajadores de servicios, por el otro, es cada vez mayor”.

Traducción del alemán: José M. Wolff

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