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No quería ser pobre en Suiza, sin embargo lo fui

Grégoire Barbey

Grégoire Barbey reacciona al artículo de swissinfo.ch sobre la pobreza en Suiza y ofrece su testimonio. Cree que nuestro enfoque es torpe, porque no se puede “experimentar” con la pobreza.


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Carro de la compra lleno de productos de marcas blancas

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He intentado ser pobre durante un mes en Suiza

Este contenido fue publicado en La pobreza en Suiza aumentó un 20% en los últimos años. ¿Qué se siente al vivir un poco justo en uno de los países más ricos del mundo?

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He leído con interés el artículo “He intentado ser pobre durante un mes en Suiza” publicado por swissinfo.ch. Aunque la iniciativa es loable, el enfoque no deja de ser menos torpe. ¿Podemos probar la pobreza en nosotros mismos para hacer un reportaje? No lo creo. No se puede intentar, como hace la autora, un “experimento” de un mes que abandona al cabo de dos semanas.

El artículo de nuestra periodista Sibilla Bondolfi sobre experimentar la pobreza ha suscitado un amplio debate entre nuestros lectores. Un enorme número de personas ha leído este artículo (en forma de blog), muy compartido en las redes sociales, donde también ha sido muy debatido.  

Aunque este blog era solo una pieza de otro texto [aún no disponible en español], el debate más acalorado se ha centrado en esta experiencia personal. ¿Una persona privilegiada tiene derecho a participar de tal experiencia? ¿No es una ignorancia de la miseria en la que se debaten muchas personas menos privilegiadas?

La pregunta se ha formulado a veces de forma muy crítica; otras, agresiva. Críticas a las que no hemos sido insensibles: también se ha librado el debate en la redacción.    

swissinfo.ch se difunde en diez idiomas. Hasta ahora este texto se ha publicado en los tres idiomas nacionales, además de en español y portugués.

A menudo lectores del mundo entero nos dicen que les resulta difícil imaginarse la pobreza en un país en el que el salario medio por un trabajo a tiempo completo es de 6 500 francos al mes. Les cuesta creer que se consideren pobres una persona sola que vive con 2 259 francos al mes o una familia de cuatro miembros con 3 990 francos.  

Aun así, este texto de Grégoire Barbey muestra de manera impresionante que uno de los países más ricos del mundo también conoce la pobreza. Y nuestro artículo ha demostrado con cifras que un presupuesto de 2 259 francos al mes (que en muchos países sería elevado) en Suiza, donde los costes fijos y los gastos obligatorios son muy altos, se muestra muy ajustado. Nuestro enfoque era demostrar esto.

Pero es cierto que la pobreza no solo es una cuestión del dinero del que se dispone. También es un sentimiento. El sentimiento de sentirse excluido, como bien escribe Grégoire Barbey, a quien agradecemos que haya compartido su experiencia con nosotros.   

Balz Rigendinger, responsable de la redacción suiza de swissinfo.ch

Rara vez la pobreza es una situación para la que conozcamos la fecha de su fin. Sino todo lo contrario. Es una lenta caída hacia la parte baja de la escala social, que irremediablemente conduce a decepciones cada vez mayores y a una frustración todavía más dolorosa. Es una angustia cada mañana. Lo que la autora lamentablemente no puede transmitir en su artículo es la dimensión humana: los estados de ansiedad, miedo, vergüenza, culpabilidad, tristeza; las circunstancias diarias de personas cuya única perspectiva inmediata es la asistencia social.  

Ningún recurso, ninguna riqueza     

Como para poder informar sobre ella no basta con simular la penuria, llamar a la asistencia social para averiguar a qué tienen derecho los beneficiarios no es adecuado para entender de verdad por lo que están pasando estas personas. Recurrir a los servicios sociales, contrariamente a la creencia popular, rara vez resulta una tarea fácil. Para tener derecho a una ayuda, hay que haber agotado el resto de medios de subsistencia. Es la última red de protección de nuestro país. Una persona que recibe ayuda social no tiene ni recursos ni riquezas. Y una vez en la red de la asistencia social, mensualmente se dispone de 977 francos para sobrevivir. Una cantidad que debe cubrir –en teoría– alimentación, ropa, ocio, electricidad, teléfono, internet, canon de radio y televisión, gastos médicos que no cubre el seguro médico básico, el eventual pago anual de una garantía de alquiler de un servicio tipo SwissCaution, etc. Las primas del alquiler y del seguro de salud se cubren con arreglo a baremos concretos. Los costes adicionales corren a cargo del beneficiario.

Con una cantidad fija para manutención de 977 francos al mes (cifra que, por lo general, abonan la mayoría de los cantones) se vive de manera diferente dependiendo del sitio de residencia. De un lugar a otro el costo de la vida puede variar… Por lo que generalizar resulta delicado. No obstante, se puede afirmar que con dicha suma raramente se podrá llevar una vida de lujo en Suiza. Para obtener la ayuda mensual de protección, cada mes hay que presentar varios documentos, entre ellos el estado de las cuentas bancarias. El menor importe recibido (por ejemplo, si un amigo que vive fuera le hace un ingreso de 200 francos por su cumpleaños) se deduce de la ayuda social percibida al mes siguiente. Hay que justificar cualquier entrada de dinero, y, en su caso, conviene guardar ciertos documentos porque, incluso aunque la ley es la ley, algunos empleados de los servicios sociales hacen sus propias interpretaciones y hay que estar preparado ante cualquier posibilidad.          

En este país, el fracaso es tabú     

Cada vez que la asistencia social envía una carta, u adopta cualquier medida, al beneficiario se le recuerda la ley, lo cual es una manera de recordarle su situación. En nuestro país hoy en día, lamentablemente, existe una presunción de culpabilidad hacia las personas necesitadas. Por una minoría de mercachifles que abusan del sistema, a la mayoría se les trata como aprovechados cuyo único objetivo es defraudar a la comunidad y vivir a costa de los demás.

“La pobreza es sobre todo una situación emocionalmente angustiosa, agotadora, que requiere de importantes sacrificios”.

Más allá de los tópicos habituales de postal sobre Suiza, su riqueza y su éxito económico, dos de cada diez personas viven en condiciones precarias en nuestras latitudes. Para una parte de ellas, solicitar ayuda social es imposible porque les da vergüenza. Para evitar una mirada reprobadora de una sociedad intolerante, estas personas se ven sumidas en una precariedad todavía mayor, aunque también gocen de los mismos derechos. Es un círculo vicioso, porque las deudas se acumulan, y en un país donde los juicios, incluso los que se han resuelto, se inscriben durante 5 años en un registro que actúa casi como de muro de la vergüenza, salir de ese atolladero representa una verdadera carrera de obstáculos. En este país, el fracaso es tabú.

Estas angustias no pueden vivirse en un “reportaje” 

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La pobreza es sobre todo una situación emocionalmente angustiosa, agotadora, que requiere de importantes sacrificios. Vivir con el salario mínimo vital es renunciar a una buena parte de la vida social, porque en esta vida en la que todo cuesta dinero, a menudo hay que sacar la cartera para seguir a los amigos a alguna parte. O hay que aceptar ser invitado y alimentar ese desagradable sentimiento de ser una persona asistida, una carga para la sociedad.  

Todas estas angustias no pueden ser vividas en un “reportaje” de dos semanas. Se viven en el largo plazo. Es difícil “probar” la falta de recursos, como se probaría un teléfono inteligente o una aspiradora, para informar a los lectores. La exclusión y la soledad inducidas por la pobreza conducen a menudo a la depresión, lo que aleja todavía un poco más la perspectiva de salir de ella algún día. Desafortunadamente, en Suiza la pobreza es un poco como una enfermedad que se pega a la piel y cambia la forma en que la gente le mira a uno, y lo que es peor, la forma en que le considera el sistema. Sin embargo, la miseria puede sorprendernos a cada uno de nosotros: enfermos y sanos, nacionales o extranjeros… Solo se necesita un error en el camino, un incidente, y la caída es dura, sin protección.    

Lo mejor para informar sobre la pobreza habría sido entrevistar a personas que, día tras día, durante años viven sumidas en ella. ¿Quién mejor para contar la cruda realidad? Pero lamentablemente a estas personas casi nunca se les da la palabra. En cambio, sistemáticamente se publican los asuntos judiciales de beneficiarios de ayudas sociales que han abusado del sistema. ¿Dónde está el problema?

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Opinión

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Autodidacta, Grégoire Barbey es un periodista freelance que se inició en el periodismo político y económico sin haber seguido una trayectoria universitaria tradicional. Ha trabajado para el periódico económico y financiero L’Agefi durante cuatro años y ha sido columnista de La Télé, un canal privado de Friburgo. Apasionado por la política, es muy activo en Ginebra y en las redes sociales.

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Una persona con un niño en las piernas y vestimenta usada y rota

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Traducción del francés: Lupe Calvo

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