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La “utopía” de una suiza en favelas de Sao Paulo

Angélique Duruz, con sus alumnos. Su objetivo: reforzar su capacidad de lucha por la defensa de sus derechos. swissinfo.ch

Angélique Duruz participa en un programa social de la cooperación helvética que busca promover los derechos de niños y jóvenes en zonas depauperadas de Brasil. En 2009, la comprometida joven suiza trabajó en Uruguay en una estrategia en favor de adolescentes con problemas.

Entre el Lago Léman en su Ginebra natal y la megalópolis de Sao Paulo, la distancia cultural le parecía al principio tan grande “como un viaje a la luna”.

Sin embargo, la joven graduada en Relaciones Internacionales y en Ciencias del Desarrollo, con apenas 25 años y una mochila repleta de ilusiones, emprendió el nuevo desafío profesional a mitad de 2011 como cooperante de E-CHANGER, organización no gubernamental suiza activa en ese país sudamericano.

“Adoré la experiencia en Uruguay que me cuestionó a fondo, en mi propia esencia. Y sentí que al volver a Ginebra en 2010 -para terminar mi Master- mi forma de ver a Suiza no era la misma…No encontré trabajo tan rápidamente como me imaginaba, lo que renovó mis ganas de retomar nuevamente el camino hacia el Sur”, explica Duruz.

¿Aventura personal? ¿Escape existencial? Nada de eso, enfatiza la joven diplomada. “Deseo muy íntimo de profundizar mi compromiso social que desde hacía tiempo había desarrollado en el medio asociativo suizo, en organizaciones de derechos humanos o dedicadas a la juventud, y que había alimentado en Uruguay”, señala.

En ese contexto, fue providencial la solicitud que recibió de ir a reforzar el CEDECA (Centro de Defensa de los Derechos del Niño y del Adolescente), en la región de Interlagos, en la periferia sur de Sao Paulo. “Era una demanda muy concreta, que correspondía a mi perfil y que se materializó por medio de E-CHANGER, con cuya filosofía de promover el intercambio horizontal y respetuoso entre el Norte y el Sur me identifiqué desde el primer momento”.

Reactualizar los derechos de los jóvenes

“Mi trabajo cotidiano, lleno de diferentes facetas e integrado con mis colegas del CEDECA, tiene como brújula la lucha para que los niños y adolescentes de la zona sur de Sao Paulo puedan gozar plenamente de sus derechos esenciales”, explica Duruz.

Una “utopía u objetivo supremo” que moviliza las energías del equipo profesional. Con un desafío adicional decisivo: “actuar cotidianamente junto a los movimientos sociales y de pobladores de la zona, para reforzar sus propias energías en pro de los derechos de la juventud”, como enfatiza Angelique Duruz.

El medio socio-geográfico donde trabaja es sumamente exigente. “Las favelas con grupos habitacionales en los cuales los moradores no son propietarios de la tierra. Situación de la que se deriva toda una serie de problemas, el más importante, el riesgo permanente de ser expulsados de la noche a la mañana”.

Las familias – incluyendo los niños y adolescentes que forman parte- “no tienen la menor certidumbre de cuánto tiempo seguirán instalados en ese barrio popular, en el cual se organizan comunitariamente. Viven bajo el signo de una gran inestabilidad de base”.

Pesa sobre ellas las sombras de las expulsiones forzadas. “Las fuerzas policiales pueden desembarcar en cualquier momento, muchas veces de forma extremadamente violenta, lo que obviamente genera grandes traumatismos, especialmente entre los hijos e hijas”.

Esa fragilidad subyacente va de la mano de las dificultades propias del vivir cotidiano en un hábitat marginal. “Muchas veces los habitantes deben caminar mucho hasta llegar a una calle asfaltada, comprar en un supermercado, acceder al transporte público. El acceso a la escuela o a un puesto de salud no es simple”, explica Duruz.

Agenda cotidiana intensa

Las tareas para la joven profesional abundan. Y en la agenda semanal se suceden, entre otros, el apoyo metodológico al equipo en cuanto a los derechos de los niños y adolescentes; la promoción de campañas de información orientadas a las juventud; la elaboración colectiva de proyectos y la búsqueda de financiamientos.

Sin olvidar, además, las actividades regulares  – sean cartas circulares, su blog personal, contractos personalizados- para informar y sensibilizar al público suizo sobre “esta realidad particular que vivo, la dinámica de mi contraparte y mi trabajo concreto”.

Para lograrlo, analiza Duruz, es vital contar con un Grupo de Apoyo en Suiza, “Ação Juventude” (Acción Juventud), constituido por familiares, amigos, antiguos colegas etc. “a quienes informo, con quienes intercambiamos, quienes promueven también la solidaridad financiera para hacer posible mi trabajo en el CEDECA”

¿Diferencias y similitudes en el apoyo de la juventud en Brasil y en Suiza?, surge como cuestión final. 

“En Brasil, las personas, los niños y los adolescentes marginalizados, son, en general negros o mestizos, y económicamente vulnerables. En Europa, mayoritariamente, son extranjeros y también pobres. De manera general, tanto en el Norte como en el Sur observamos una marginalización y una criminalización de la pobreza. Muchos jóvenes de la periferia parisina o ginebrina viven una real vulnerabilidad económica y social, lo mismo que en Brasil.

“Sin embargo, el sistema de apropiación de la riqueza en Brasil es tan polarizado y desigual, que dicha marginalidad tiene un impacto más duro para los niños y adolescentes. Las desigualdades sociales son aberrantes”, concluye.

No existe un Brasil sino muchos. Y si bien “conozco un poco la realidad urbana de Sao Paulo”, poco tiene qué ver con otras cotidianeidades del país.

El mes pasado, Angélique Duruz se desplazó de Sao Paulo a Bahía y Sergipe, en el nor-este brasilero, para acompañar a una delegación, organizada por E-CHANGER, de veinte personalidades suizas que viajó a Brasil para conocer el trabajo de las copartes locales así como la dinámica político-social del país.

“Descubrí la realidad de los “campamentos” y “asentamientos”, del Movimiento de Trabajadores rurales sin Tierra (MST) en el semi-árido nordeste. Luchan por la tierra y por la reforma agraria. Aunque es un país tan grande y habría tierra suficiente para todos,

Brasil paga el precio de una concentración brutal de la propiedad. Mucha en pocas manos. Muchos campesinos carecen de una parcela propia para producir”.

Esta experiencia de intercambio brasilero-helvético en la cual Angélique Duruz participó, “fue un enorme privilegio…muy enriquecedora, tanto de la perspectiva  personal, como profesional. Pude aprender mucho no solamente de los brasileros y sus movimientos y organizaciones sociales sino también de los suizos que componían el grupo de visitantes”.

“Mi emoción pensando en esos días compartidos, con miradas interculturales, es enorme. Me queda como principal sentimiento y evaluación positiva, el comprobar la sana curiosidad, la solidaridad activa de mis 20 compatriotas hacia este país increíble donde vivo”.

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