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La cabeza en las estrellas y los pies en el suelo

Eduard Melzer

Cada año, cientos de jóvenes actores en Suiza buscan hacerse un hueco en el mundo del cine. La competencia es feroz y se necesita algo más que talento y suerte para sobrevivir en la profesión. Encuentro con dos jóvenes promesas de la interpretación, Max Hubacher y Marie Leuenberger.

“Lo de la interpretación fue amor a primera vista. Desde pequeña miraba encantada los actores de teatro y soñaba con estar a su vera en el escenario. Me fascina ponerme en la piel de un personaje, intentar descifrar su personalidad. A veces me parece que me expreso mejor cuando interpreto que en la vida diaria”.

Marie Leuenberger tiene 33 años, varias películas en su haber y un sueño: poder vivir de su oficio y actuar en los teatros del mundo entero, así como en el cine. “Por el momento no puedo quejarme: tengo varios contratos en Alemania y trato de llenar los momentos muertos con pequeños trabajos”.

Su carrera cinematográfica comenzó en 2009, con Die Standesbeamtin, del director suizo Micha Lewinsky. Por este papel recibió el Premio Suizo a la mejor interpretación femenina y una distinción en el Festival de Cine del Mundo de Montreal.

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“Soy la hija de una diosa”

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Muchos diplomas, pocas salidas

Al igual que muchos otros jóvenes actores suizos, Marie Leuenberger hizo sus primeros pinitos en el teatro, antes de verse catapultada –casi por casualidad– a la gran pantalla. El proyecto Junge Talente (Jóvenes talentos), que lanzaron hace seis años dos expertas en casting, Corinna Glaus y Susan Müller, y que cuenta con el respaldo de la Oficina Federal de Cultura, le sirvió de trampolín. Cada año, se seleccionan a ocho jóvenes actores por medio de una audición para presentarlos a productores y directores europeos. Fue así que Marie Leuenberger entabló contacto con la compañía de Micha Lewinsky.

Esta iniciativa, que es única en su género en Suiza, ha colmado un vacío en la industria cinematográfica, explica Corinna Glaus. “A diferencia de países como Bélgica o Dinamarca, Suiza poco ha hecho por promocionar a los jóvenes actores. Concluida la formación, se ven abandonados a su suerte. A menudo logran hacerse un nombre solo cumplidos los treinta años”.

La competencia es despiadada. Cada año, cerca de un centenar de jóvenes salen de una escuela de actores con un diploma en la mano. La cifra se duplica –tal vez se triplica– si sumamos los centros privados y las escuelas de teatro vinculadas a una compañía. Un potencial enorme para una realidad teatral y cinematográfica minúscula como la de Suiza.

Hasta hace pocos años, prosigue Corinna Glaus, los directores helvéticos rara vez elegían a jóvenes actores para un papel protagonista. “Hoy muestran un creciente interés. Y quizás la fuerza de una película reside, precisamente, en estos talentos emergentes que reciben un reconocimiento en los festivales. Estos galardones son fundamentales para darse a conocer a escala internacional y tener así más salidas”.

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‘Proyectores en marcha’

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Catapultados a la gran pantalla

Uno de ellos es Max Hubacher. En 2012, con apenas 19 años, ganó el Premio del Cine Suizo por su interpretación en Der Verdingbub (Markus Imboden) y fue seleccionado como Estrella fugaz en la Berlinale, que en cada edición presenta a los diez mejores actores europeos.

La carrera de Max Hubacher ha sido fulminante: tras hacer teatro de niño, debutó en la gran pantalla a los 16 años. “Buscaban a jóvenes actores para, Stationspiraten, filme de Michael Schaerer, y el casting estaba abierto a todo el mundo. Y decidí lanzarme, aunque jamás había actuado delante de una cámara. Fue un gran desafío y debo reconocer que la suerte me acompañó”.

De hecho, en Suiza no existe una formación definida para quienes sueñan con un papel en la gran pantalla. En cambio, hay cada vez más escuelas de arte dramático que imparten seminarios específicos en colaboración con la industria cinematográfica. En algunos centros, los alumnos aprenden a gestionar su carrera, cómo venderse e incluso a vivir con el peso de una repentina celebridad.

Aunque Suiza es un país minúsculo donde los rostros más conocidos pasan muchas veces desapercibidos, la notoriedad no está exenta de dificultades. “De la noche a la mañana te ves bajo los proyectores, abrumado por las preguntas de los periodistas o de gente que te para por la calle para felicitarte. Obviamente, te alegras, pero al mismo tiempo es una sensación extraña… Muchas veces me sentía observado cuando iba al centro de la ciudad. Pensaba que me había vuelto paranoico”, relata con modestia, Max Huber.

No solamente el cine…

Aunque el camino a la gran pantalla suele ser empinado, el oficio de actor hace soñar. “Recibimos a diario decenas de candidaturas espontáneas de profesionales y aficionados que quieren un papel en una película. Pero muy pocos son conscientes de la enorme energía y voluntad que se necesita para este oficio, en el que los actores viven en vilo entre sueño, éxito y precariedad”, comenta Corinna Glaus.

Y es que hoy es prácticamente imposible vivir del cine. “Un joven actor diplomado gana cerca de mil francos diarios. Y los rodajes pueden durar dos días o una semana. Para los papeles de protagonista o si se contrata al actor por un mes, se negocia un caché que ronda los 20.000 francos. Mientras el actor que se ha hecho un nombre y trabaja con un agente puede solicitar incluso 50.000”, explica Corinna Glaus.

El sueño americano

Marie Leuenberger y Max Hubacher no tiran la toalla. “Ahora que he terminado el instituto, quiero estudiar arte dramático en Alemania. Estoy con los exámenes de acceso”, confiesa Max. Prefiere no desvelar los proyectos que le esperan… Mientras, trabaja duro.

¿Sueña con Hollywood? “Claro, Hollywood es un gran sueño, aunque probablemente imposible. Pero debo reconocer que la experiencia que he vivido hasta ahora en Suiza me ha aportado mucho. Mi objetivo es actuar: no importa dónde, sino cómo”.

Marie Leuenberger coincide con él: “Me encantaría participar en una película que me entusiasme, no hacerme famosa. Y quizás en ese sentido Europa tenga mucho más que ofrecerme que el sueño americano”.

La 48ª edición de las Jornadas Cinematográficas de Solothurn se celebra del 24 al 31 de enero.

Siete cintas compiten por el Prix de Soleure:

Der Imker, de Mano Khalil, documental

 

Forbidden Voices, de Barbara Miller, documental

Rosie, de Marcel Gisler, largometraje de ficción

Thorberg, de Dieter Fahrer, documental

Tutto parla di te, de Alina Marazzi, largometraje de ficción

  V

on heute auf morgen, de frank matter, documental

Wir kamen um zu helfen, de Thomas Isler, documental

La sección Encuentros acoge este año al director italosuizo Silvio Soldini, famoso sobre todo por Pane e tulipani (2000), con Bruno Ganz como protagonista y distinguido con ocho David di Donatello (óscar italiano). En Solothurn se proyectarán diez largometrajes y documentales de Soldini, entre ellos su última cinta Il comandante e la cicogna, en liza por el Premio del Público.

En Solothurn se organizará una mesa redonda sobre los actores emergentes, en colaboración con el proyecto Junge Talente y la fundación FOCAL para la formación continua en el campo cinematográfico y audiovisual.

Marie Leuenberger recibirá el galardón de la televisión suiza por la serie Hunkeler und die Augen des Ödipus.

(Traducción: Belén Couceiro)

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