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Aloïse, una artista esquizofrénica

Las obras de Aloïse se exponen en el Museo de Arte de Lausana. Nora Rupp

La obra de Alöise Corbaz es fruto de los años que la artista permaneció ingresada por esquizofrenia en un sanatorio. La Colección de Arte Bruto de Lausana consagra dos muestras a una de las más destacadas figuras de este género creativo.

Los antipsicóticos y antidepresivos alivian la angustia que sufren muchos individuos, pero también pueden asfixiar la creatividad.

Un estudio de reciente publicación ha reavivado el debate. Sus autores establecen una correlación entre personas con esquizofrenia e individuos muy creativos, debido a que el efecto de la dopamina –un neurotransmisor cerebral– favorece o no las asociaciones de imágenes mentales.

Aloïse Corbaz ingresó en un sanatorio a los 32 años y durante los 46 sucesivos trató de exorcizar sus tormentos y refugiarse en su propio mundo, que quedó plasmado en sus cuadernos de notas y dibujos en hojas sueltas de papel.

“Hoy, es casi impensable que se ingresara a Aloïse en un centro”, explica a swissinfo.ch Pascale Marini, comisaria de la exposición en la Colección de Arte Bruto. Se le administraría una medicación, aunque con ella también se la privaría de ese ambiente protegido en el que afloró su arte”.

“Éxtasis perpetuo”

Aloïse comenzó a dibujar casi inmediatamente después de ser internada en 1918. Al principio en secreto, en trozos de papel en los que anotaba también los pensamientos que la atormentaban. Paulatinamente se le proporcionaron lápices de colores y grandes folios de papel en los que pudo realizar sus espléndidos dibujos.

“Se forjó un mundo propio, en el que ella era el demiurgo, la única creadora. Era el refugio perfecto”, señala Pascale Marini. La exposición nos adentra en ese mundo, pero no con el objetivo de documentar la esquizofrenia de Aloïse, sino de mostrar cómo a través de la creatividad las personas logran enfrentarse a sus tormentos.

La propia Aloïse solía referirse a su talento como un “milagro”, “la única fuente de éxtasis perpetuo”.

Jean Dubuffet, el artista francés que inventó el concepto del arte bruto, siguió el trabajo de Aloïse durante cerca de veinte años, y solía visitarla a menudo en Suiza. Tras la muerte de la artista en 1964, afirmó que el arte la había curado (ver recuadro).

Dubuffet había descubierto el trabajo de Aloïse gracias a Jacqueline Porret-Forel, una joven médica generalista que trataba a la artista, y se había percatado inmediatamente de su insólita visión mental.

Desde que se conocieron en 1941, Jacqueline Porret-Forel se convirtió en una ventana al mundo para Aloïse. Y probablemente, en los diez años posteriores, actúo como un catalizador de su prodigiosa creatividad. “Ella sentía el interés que despertaba en mí”, señala la doctora a swissinfo.ch.

Vivir a través del dibujo

Jacqueline Porret-Forel contribuyó a que se reconociera el talento de Aloïse hasta en Japón, donde se le han consagrado varias exposiciones. Pero es también la autora del catálogo razonado que acaba de publicarse en Internet.

Después de tanto tiempo y a sus 96 años, su entusiasmo por Aloïse es más grande que nunca: “Me ayuda a seguir adelante”, confiesa con una sonrisa.

“Su mayor deseo era sentirse encarnada en sus dibujos. Era para ella una manera de existir, de recuperar la posesión de un cuerpo del que se sentía despegada”, recuerda Jacqueline Porret-Forel.

“Nada la hacía más feliz que verse representada en la flor o en el animal que acababa de dibujar”.

La médica está convencida de que la vida de Aloïse hubiera sido muy diferente de habérsele suministrado neurolépticos, un tratamiento descubierto en la década de 1950. “Los antipsicóticos transforman completamente el mundo interior”.

Los dibujos de Aloïse hubieran sido diferentes o quizás no habría dibujado en absoluto, explica Jacqueline Porret-Forel, persuadida de que no hay razón para privar a las personas que sufren angustia del alivio que les aporta la medicación.

No todos comparten esa postura. El noruego Edvard Munch, el autor del célebre Grito, decía de sus trastornos: “Son parte de mí y de mi arte. Son indisociables de mí y eso (un tratamiento) destruiría mi arte. Quiero quedarme con este sufrimiento”.

El caso de Aloïse es diferente, según Jacqueline Porret-Forel, quien coincide con Jean Dubuffet en que su excepcional talento la ayudó a sanar.

No es arteterapia

Por otra parte, la doctora hace hincapié en una serie de ideas erróneas.

“Contrariamente a la creencia popular, no hay más artistas entre las personas que sufren trastornos mentales que en el conjunto de la población” y tampoco todos los representantes del arte bruto padecen enfermedades psíquicas.

“Lo que he observado en el transcurso de los años, inclusive al estudiar los escritos de Jean Dubuffet, es que los creadores de arte bruto comparten una visión mental –no visual– del mundo”. Y entre ellos se puede incluir a los médium.

Suelen plasmar sus imágenes mentales en cualquier soporte que tengan a su alcance. Este proceso de sentido único difiere completamente del de los artistas tradicionales, que trabajan en ambos sentidos, entre lo que ven y lo que crean. En ese aspecto, no debemos confundir arte bruto con arteterapia.

Jacqueline Porret-Forel niega que los tratamientos de la medicina moderna impliquen el final del arte bruto, porque no se trata de un movimiento, sino de un concepto: “Siempre habrá gente con imágenes mentales diferentes a las nuestras”.

Con motivo de la publicación digital de un catálogo razonado de la obra de Aloïse, compilado por la Fundación Aloïse, la Colección de Arte Bruto (hasta el 28 de octubre) y el Museo Cantonal de Arte de Lausana (hasta fines de agosto) presentan la exposición conjunta Aloïse. Le Ricochet solaire.

Debido al simbolismo exuberante de sus dibujos en gran formato, Aloïse está considerada como una de las tres figuras sobresalientes del arte bruto, junto con su compatriota suizo Adolf Wölfli y el estadounidense Hery Darger.

Aloïse Corbaz (1886-1964) nació en Lausana. Soñaba con ser cantante de ópera, pero fue enviada como niñera a Alemania, donde trabajó en Potsdam, en la corte del emperador Guillermo II. Al regresar a Suiza en 1913, manifestaba los primeros síntomas de delirios y agitación. En 1918 ingresó por esquizofrenia en un sanatorio, donde permaneció el resto de su vida.

Dejó 834 dibujos conocidos. Muchas de sus obras están pintadas en anverso y reverso, y 20 cubren grandes rollos de papel. Las dos exposiciones reúnen cerca de 300 obras, incluidos cuadernos y bocetos.

El artista francés Jean Dubuffet inventó este término para definir la producción de personas que en su aislamiento mental son capaces de desarrollar una enorme creatividad. Utilizan ese arte libre de todo condicionamiento cultural para huir de sus tormentos y expresar sus visiones interiores.

En 1971, Dubuffet legó su colección de 4.000 obras a la ciudad de Lausana. Dos años después, se inauguró la Colección de Arte Bruto en el Castillo de Beaulieu, convertida hoy en la meca del arte bruto mundial.

Según un estudio del Instituto Karolinska sueco (2010), hay una correlación entre la acción de la dopamina en personas con pensamiento divergente -y por ende muy creativas- e individuos con esquizofrenia.

Los esquizofrénicos y los individuos con una alta creatividad tienen menos receptores de dopamina (neurotransmisor cerebral), especialmente del tipo D2. Esta ausencia contribuye a acelerar el flujo de información.

Un mayor flujo de información estimula la corteza cerebral y aumenta la capacidad de establecer nuevas conexiones y asociaciones inhabituales.

Los antipsicóticos típicos (llamados también neurolépticos) se utilizan desde los años 1950 para tratar la esquizofrenia y frenan los efectos de la dopamina. La segunda generación de antipsicóticos atípicos, con menos efectos secundarios, se introdujo en los años 1990.

(Traducción: Belén Couceiro)

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