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Aspecto de chalé para un sitio militar

Chalé falso (Museum für Gestaltung) swissinfo.ch

¿Es Suiza el país donde abundan los paisajes verdes y bien cuidados y sus montañas hacen soñar con la niña Heidi?

¿Hasta donde es cierto el clisé de los lagos azules, el aire fresco y las vaquitas pastando serenamente alrededor de los bancos? La realidad resulta ser otra cuando nos acercamos a verla atentamente.

Esto es lo que nos muestran las fotografías del suizo Christian Schwager en la exhibición que tiene lugar en el Museo del Diseño de Zúrich.

Se trata de un viaje realizado por toda la Confederación Helvética, viaje en el que este fotógrafo nos va revelando una cara muy distinta de la idea que tenemos de este país neutral y pacífico.

En efecto, muchos de los chalets que vemos de lejos formando parte de los panoramas de Suiza con sus puertas, balcones y ventanas, y que aparecen en las tarjetas postales para los turistas, eran, en su interior, nada menos que fortificaciones de protección en caso de guerra.

De la defensa al ataque

Mandados construir por orden del Ejército suizo, estos falsos chalets surigieron como medida de seguridad desde 1941 hasta finales de la llamada Guerra Fría.

Se trataba de verdaderas fortalezas de defensa y, en caso extremo, de ataque, para cuya meta fueron camufladas a manera de chalets repartidos por todo el territorio.

Son 140 los chalets falsificados cuya arquitectura de todo tipo no molesta en lo absoluto la vista. Al contrario, estos baluartes levantados con suma habilidad están perfectamente adaptados en forma, color y estilo al paisaje de las regiones donde fueron colocados estratégicamente.

Estas trincheras enmascaradas abundan por todos lados. Por ejemplo en Glarus, San Galo, el cantón de Uri, Appenzell, Turgovia, Schaffhausen, en la región de Berna, así como en los Grisones, Zug y varios lugares más.

Por lo general están diseñados con techos de dos aguas, como es común en casi toda la zona alpina, con sus balcones llenos de flores, con sus ventanas bien pintadas e incluso simulando las cortinas de las habitaciones interiores.

De lejos parecía una casita limpia y acogedora para pasar el verano…

Pero de cerca, la realidad era más dura y cruel. en ellas se resguardaban armas de gran alcance como cañones o poderosas armas de tiro, que con sólo levantar una pared móvil o el techo del refugio estaban listos para apuntar al enemigo. Y, ¡cuidado con quien pasara cerca!

Decorado engañoso

Hay veces que estas construcciones de defensa son más amplias y simulan ser casas de campo para familias o mansiones para veranear, cerradas durante la estación del invierno.

Otras veces, en cambio, pueden pasar -a simple vista-, como un taller de herramientas, un lugar para almacenar botellas de vino, un inocente establo para animales, un depósito de agua o, algo increíble, un colmenar o gallinero.

La mayoría de los refugios antiaéreos están revestidos de madera o hechos de piedra, metal o cemento reforzado. Los techos generalmente están protegidos por una placa de metal, que al levantarse se convertía en un arma de fuego.

El camuflaje de estos chalets es perfecto, mejor incluso que el de una escenografía de teatro.

Por dentro, estos refugios, llamados aquí “bunkers”, estaban provistos de todo lo necesario: servicio sanitario, varias literas para dormir, cocineta, etc. En conclusión, un buen escondite de infantería mientras durara el peligro de la guerra.

Se calcula que aparte de los chalets falsos existen 26.000 de estos refugios antiaéreos subterráneos en toda Suiza.

Armarse… por si acaso

Estos baluartes son una buena muestra de cómo Suiza supo protegerse de la inminencia de la guerra, aun cuando el país no hubiera participado de una forma directa en el conflicto armado.

Pero es innegable el miedo y la inseguridad que cundían en todas las zonas fronterizas de Suiza, en especial con la alemana; de ahí que ¡había que armarse hasta los dientes! para estar al amparo de las bombas.

Actualmente, el uso de estas pequeñas fortalezas resulta inadecuado e indica la paranoia que causaba la expansión de la guerra por toda Europa, dejando, para variar, a Suiza como una isla en medio de la catástrofe.

Muchos de esos chalets de mentira se han convertido hoy en laboratorios para experimentos o en pequeños museos de exhibición, aunque hay que decir que causan al Estado costos hasta de 3 millones de francos al año para su mantenimiento.

Reliquias, curiosidades o recuerdos, lo cierto es que estas fortificaciones han quedado como parte de la historia helvética y no se sabe bien qué hacer con ellas. La exhibición “Los Falsos Chalets” terminará el 14 de noviembre de 2004.

swissinfo, Araceli Rico, Zurich

140 fotos de Christian Schwager, expuestas en el ‘Museum für Gestaltung’ de Zúrich, muestran el ingenio y la estrategia castrense en época de guerra.

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