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“La fuerza de los suizos está en que se exportan muy bien”

Marc-Olivier Wahler delante de 'Cathedral Evening', de Ronald Bladen, y las cabezas de cuero de Nancy Grossman en el Palacio de Tokio, en París. swissinfo.ch

Marc-Olivier Wahler concluye su primera temporada como curador del Palacio de Tokio, el Centro de Arte Contemporáneo de París.

Como una decena de artistas helvéticos, este suizo en el extranjero, oriundo de Neuchâtel, supo ganarse un sitio en la escena internacional del arte contemporáneo y sigue muy atado a sus raíces.

Nació en 1964 y forma parte de esta ‘cosecha’ de artistas suizos que se atreven y se confirman actualmente en la escena internacional.

Su éxito como curador lo construyó solo, comenzando por crear, con amigos, el primer centro de arte contemporáneo de Neuchâtel. Por pasión, como Michel Ritter, antiguo director del Centro Cultural Suizo de París, lo había hecho en Friburgo.

Brillante y talentoso, conserva su sentido crítico puesto que no ha olvidado sus cursos de filosofía. Sobre todo, ha sabido mantenerse sencillo, lo que no es fácil en este mundo del arte opaco y artificial. Con humor y relajado, recibió a swissinfo, como un rey en su ‘palacio’.

swissinfo: De Neuchâtel a París, ¿cómo se produjo ese gran salto?

Marc-Olivier Wahler: Hay que decir que el gran cambio de mi vida fue el paso de Neuchâtel a Nueva York, en 2000. Al venir a París, sólo pasé de una gran ciudad a otra. Pero yo adoro París, aquí tengo muchos amigos y me siento bien. ¡Para un francófono es un poco como estar en casa!

swissinfo: ¿Usted concluye su primera ‘temporada’ en el Palacio de Tokio y, según los periódicos, los parisinos parecen haber aceptado bien al ‘suicito’?

M.-O. W.: Es verdad que soy bien aceptado, hasta estoy un poco asombrado. Nunca me han hecho sentir como ‘el suicito’, al contrario. Creo que es porque los suizos tenemos una especie de crédito, ya que los franceses tienen la idea de que todo va mejor en Suiza, que hay más dinero, patrocinadores, etc.

Hay aquí una suerte de respeto hacia Suiza porque, sobre todo en el mundo del arte, tenemos un sistema ejemplar e increíble: los nuestros están entre los grandes artistas, los grandes coleccionistas internacionales, tenemos numerosos museos.

Y también centros de arte como los ‘Kunsthalle’ de Berna o de Basilea, creados hace más de cien años por artistas. En suma, tenemos un mundo artístico muy fuerte, contrariamente a Francia que tenía buenos artistas, pero que no existían en el plano internacional. Eso está cambiando.

swissinfo: ¿Sufre presiones políticas de las autoridades francesas?

M.-O. W.: Todo el tiempo. Me llaman sin cesar para sugerirme exponer tal o tal artista ‘extraordinario’. Pero un buen curador debe saber mantenerse de pie a pesar de los tiros que vienen de todos lados… (risas).

swissinfo: ¿Cómo ve los negocios del arte que desbordan actualmente con artistas vivos prácticamente cotizados en la Bolsa?

M.-O. W.: Son niveles diferentes. Yo estoy en un mundo de investigación, un mundo que ayuda a emerger artistas todavía poco conocidos. Somos un eslabón entre las galerías, los museos y las ferias.

Por supuesto, la exposición de un artista poco conocido lo hace incidir en el mundo del mercado. Pero también necesitamos ese mundo, porque los artistas deben vender sus trabajos para vivir. Sin ese mundo, no hay mundo del arte.

Por supuesto, algunos intentan hallar atajos para hacer subir sus acciones de manera artificial, recaen o no, pero los artistas buenos se quedan de cualquier modo.

swissinfo: ¿Qué lo llevó al arte contemporáneo?

M.-O. W.: No sé, me vino naturalmente. Con amigos, constituimos un centro de arte contemporáneo en Neuchâtel, donde no había nada. No esperé nada regalado, busqué y construí todo lo que he hecho, es una pasión y no me veo haciendo otra cosa.

Estudié Historia del Arte pero descubrí el arte contemporáneo a través de la Filosofía. Con esa gran pregunta que se planteó en el siglo XX, luego de que un artista llamado Duchamp tomó un objeto ordinario (un WC) y lo colocó en un museo.

A partir de ahí, todo el mundo se dijo que si la obra de arte se parecía a un objeto ordinario, era que debía haber otra cosa, ¿pero qué? Desde entonces, todo el mundo se devana los sesos sobre este enigma que me apasiona. Para mí, es una higiene del espíritu.

swissinfo: Usted vive con un pie en Suiza y otro en Francia. Su mujer (grabadora de relojes) y su hija están en Neuchâtel y usted se reúne con ellas los fines de semana. ¿Se considera un ‘pendular’ o un suizo en el extranjero?

M.-O. W.: De todas maneras, para mí Suiza no quiere decir nada, ya que el arte no conoce fronteras. Pienso que, fundamentalmente, la gran calidad de Suiza es que “no existe”, para repetir la fórmula de Ben Vautier que hizo escándalo en (la Expo de) Sevilla en 1992.

Es decir que Suiza se define en el vacío. No es un país que se defina por reivindicaciones nacionales bien precisas, como Francia, cuya historia gira alrededor de ese tema y que no encuentra el mismo modo de funcionar en el extranjero.

En Suiza, es mucho más sutil, más sano, porque nuestra identidad, la construimos de manera permanente. ¡La fuerza de Suiza es que los suizos se exportan bien porque tienen la costumbre de pasar de un cantón a otro, lo que, a veces cambia más que si se pasara de un país a otro!

swissinfo: ¿Y la política? ¿Es sensible a las repercusiones negativas provocadas por la victoria de la Unión Democrática del Centro (UDC, derecha nacionalista) en las elecciones federales de octubre?

M.-O. W.: Es catastrófico y, al mismo tiempo, compruebo que Suiza finalmente se parece cada vez más a otros países, se estandardiza, pierde su singularidad y… la extrema derecha hace los mismos tantos que en los países vecinos.

swissinfo: ¿Usted votó?

M.-O. W.: ¡Por supuesto!

Entrevista swissinfo, Isabelle Eichenberger, París
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

Nacido en Neuchâtel en 1964, es comisario de exposición, crítico de arte y editor.

En 1993, después de realizar estudios de Historia del Arte en Neuchâtel y Lausana, es nombrado conservador del Museo de Bellas Artes de Lausana, luego se une al MAMCO en Ginebra.

En 1995, es cofundador del Centro de Arte de Neuchâtel (CAN).

En 2000, encabeza el ‘Swiss Institute – Contemporary Art’ de Nueva York. Colabora en la exposición nacional Expo 02.

En otoño de 2006, se convierte en director del Palacio de Tokio, en París.

Es construido en 1937 para acoger los museos de arte moderno de París con ocasión de la Exposición internacional de las artes y las técnicas, en el ‘Quai de Tokio’, lo que le vale en 1999 su nombre actual.

El mismo año, se convierte en “sitio de creación contemporánea” (50 a 100 acontecimientos por año) con realizaciones, proyecciones, conciertos, festivales, conferencias, debates, comidas campestres y paseos.

Su presupuesto es de 4,3 millones de euros en 2006 pero el programa es financiado por el mecenazgo, el padrinazgo y las entradas. Emplea a 50 personas y recibe 19.000 visitantes por mes.

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