Balón feliz
Cuando todo el mundo juega bien, incluidos los árbitros y el público, el balón es feliz. Sin grandes patadones que duelen y que le hacen ir a parar a las tribunas. El balón entonces canta, se le puede oír tarareando la melodía que tejen sus meandros, sus idas y venidas de un pie a otro, de una cabeza a otra… Mordisquea entonces el césped con glotonería. Como un ballet. El estadio entero ronronea de placer. Es una fiesta. Rarísimo.
Georges Perros (1923-1978) en ‘Télé-notes’, NRF
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