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Ciudadanos del mundo y orgullosos de ser suizos

Sonia, Jonas y Sam se conocieron hace pocos días y son como viejos amigos. swissinfo.ch

La nueva generación de suizos expatriados tiene dos o más nacionalidades, es multilingüe, nació en un país, vive en otro y está orgullosa de su origen.

Estos niños y niñas visitan cada año la tierra de sus padres o abuelos, invitados por la Fundación para Jóvenes Suizos en el Extranjero.

Este año, 310 niños participan en los 8 campamentos de verano que comienzan en julio y finalizan en agosto. Al campamento del invierno pasado asistieron 100 niños.

“Anualmente vienen unos 300 niños, pero en el 2007 participan más porque celebramos nuestro 90° aniversario, dice Simone Riner, directora de la Fundación SJAS, por sus siglas en alemán.

swissinfo visitó a los pequeños ‘suizos extranjeros’ en el campamento de Wengen, preguntó por los hispanohablantes y se encontró con biografías cortas y sorprendentes.

“Yo también hablo español”, dijo Jonas. Al ser entrevistado confesó que entendía español, pero prefería declarar en inglés o francés, su lengua materna.

Once años tiene Jonas Krepelka, y una hermana de 15 años que participó anteriormente en los campamentos. Su madre es del cantón del Jura y su padre, de ascendencia checa, tiene pasaportes argentino y australiano.

Jonas nació en Ginebra y vivió allí hasta los 2 años. Luego su familia lo llevó a Lyon donde pasó cuatro años. De esa ciudad francesa se mudó a la capital belga. Su madre trabaja en la Embajada de Suiza en Bruselas.

Tan lejos y, sin embargo, tan cerca

En su década de vida, Jonas ha estado dos veces en la República Checa, con la que casi no se siente vinculado. Él está emocionalmente más cerca de Australia, porque “allí están mis tíos y primos”. Pero por la distancia geográfica visita ese país sólo “de vez en cuando”.

Hace cuatro años, Jonas viajó a Argentina y quedó impresionado con el paisaje, la gente tan abierta y los churrascos, que le gustan tanto como la comida asiática. O como la raclette, la fondue, los chocolates y el queso.

“Suiza me es familiar. Vengo a Ginebra cada 15 días a visitar a mi papá”, dice Jonas, que tiene pasaporte suizo y australiano, y también solicitará los pasaportes argentino y checo. “Sobre todo cuando estoy en otros países me siento orgulloso de ser suizo”.

Jonas, ciudadano del mundo, ha valorado el contacto con otros niños en su primer campamento en Suiza. “Son divertidos, tenemos intereses comunes. Con los chicos juego fútbol y con las chicas converso mucho, en inglés, el idioma de la mayoría”.

Identidad suiza a través de la comida

Otra niña suiza del extranjero es Sonia Martínez-Schmidt, de 12 años. “Por lo menos una vez al año, en las vacaciones, vengo a Zúrich”.

En esta ciudad se conocieron sus padres, durante un rodaje. Su madre suiza es ayudante de producción y su padre español hace documentales turísticos en varios idiomas. “Al principio se comunicaban en inglés”, comenta la hija.

La pareja se fue a vivir a Madrid, donde nació y vive Sonia. “Allá me siento en casa, tengo amigos, hace calor, voy a la playa o me tiro a la piscina de al lado. Pero en Madrid la gente se pelea por subir a los autobuses que están al tope y la ciudad está sucia”.

Lo bueno y lo malo de Suiza: “Las montañas, la nieve. A mis amigos les cuento de los bosques, de la gente agradable, que aquí no se tiran papeles al suelo. Una amiga visitó Suiza conmigo y la pasó genial. Pero el otro día granizó y yo decía ‘¡madre mia, es verano!’. Y todo es tan estricto que siento una gran presión”.

En Madrid, Sonia vive su identidad suiza especialmente a través de la comida. “Hace poco fue mi ‘cumple’, y mis amigos quisieron repetir las salchichas suizas del año pasado. Cuando mis padres invitan a cenar, preparan raclette”.

Los niños no conocen de problemas culturales

De su primer campamento en Suiza, Sonia se lleva gratos recuerdos, “los juegos, las veladas, el hospedaje, el poder ayudar a preparar la comida, porque me gusta cocinar”. Al principio tuvo tanta nostalgia que quería volver de inmediato a casa. “Pero los guías y mis amigos me apoyaron. Nos ayudamos mutuamente”.

“Los primeros días la nostalgia es inevitable, así como el cansancio por el cambio de horario. Los niños necesitan cierto tiempo para adaptarse al nuevo ritmo”, señala Detlef Vögeli.

Por lo demás, todo marcha sobre ruedas. “Es sorprendente la rapidez con la que los niños entran en contacto”, agrega el guía-director del campamento de Wengen. “Mediante juegos tradicionales tratamos de acercarlos a Suiza, a sus raíces”.

El programa, que incluye deportes y mucho movimiento, sacó a Sam Iten Darreln, de 14 años, de su inicial aburrimiento. “Me gustó mucho escalar con cuerdas. Valió la pena haber venido”, dice en un español mezclado con inglés.

Es que Sam, cuyo padre es inglés, nació en Londres, donde vivió hasta los 9 años. Luego se fue con su madre ginebrina a Mallorca, en España. Ha estado 5 veces en Suiza, pero se identifica más con Inglaterra, a donde va cada vacación, a ver a su padre.

“España es mucho más caliente, Suiza es más limpia, más sofisticada, las ciudades son bellas, me gusta esquiar en las montañas y comer fondue. Este país utiliza energías limpias, no tiene guerras ni enfrentamientos, es seguro”, dice Sam, quien además entiende “un poco” de alemán y perfectamente francés, aunque “no lo hablo”.

“Me siento orgulloso de ser suizo”, confiesa finalmente, “pero no me imagino vivir aquí, prefería un país de habla inglesa”.

De los Estados Unidos a Nigeria, pasando por España

Cédric, de 13 años, vive en Nigeria y no figuraba entre los hispanohablantes, pero su apellido Uribe revelaba raíces hispanas.

Sus padres, él, colombiano y ella suiza, se conocieron en Boston. Cédric nació en Chicago y estuvo allí seis meses. Después sus padres lo llevaron a España, por cinco años. “Hablaba español, pero lo he olvidado”, dice en suizo alemán.

En 2000 la familia emigró a Nigeria. Su padre dirige un hotel internacional en Lagos y Cédric asiste a un colegio internacional al que “extraña mucho”. Sin embargo, este niño tiene presente que “quizás en tres años estemos en otro país, por el trabajo de mi papá”.

Cedric no tiene pasaporte colombiano, “sólo suizo y estadounidense”. Estuvo dos veces en el país de su padre y recuerda siempre el paisaje tropical y a la gente “tan amable”.

Por lo menos una vez al año viene a Suiza con toda la familia, a visitar a los abuelos en Argovia. “Me siento orgulloso de este país, de su hermoso paisaje, de su gente amable, de la raclette, la fondue, el pasteteli, chocolates”, dice. Y cada vez más se le ilumina la mirada.

En Nigeria tiene contacto “con los pocos suizos que viven allá” y va a las fiestas del Club Suizo. En su primer campamento en este país disfrutó del programa preparado por el SJAS y encontró a un gran amigo, Jonathan, inquieto adolescente suizo-jordano.

Pronto Cédric y Jonathan se dirán adiós. Como siempre al final de estos campamentos, caerán lágrimas de despedida. Por los amigos, por la gran familia que formaron en pocos días, por la Suiza que dejan pero que llevan en el corazón por todo el mundo.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

Este año hubo ocho campamentos: Scuol y Bergün (Los Grisones), Stoos (Schwyz), Dangio-Torre (Tesino), Prêles (2) y Wengen (Berna) y St-Cergue (Vaud).

En el campamento en Wengen participaron 42 niños y niñas de 11 a 14 años.

Además, esta vez se organizó un viaje por toda Suiza, en el que participaron 20 niños de entre 12 y 16 años.

En los campamentos los niños practican deportes y juegos típicamente suizos, hacen manualidades, preparan platos suizos o visitan atractivos turísticos, culturales e históricos.

El 2005 participaron en los campamentos de invierno y verano 342 niños suizos procedentes de 50 países. El 2006 fueron 332 niños desde 57 países.

La mayoría de los niños viene de países europeos y, en orden decreciente, de América, África, Asia y países árabes y finalmente de Oceanía.

Los campamentos del SJAS se realizan desde hace 90 años, en invierno y en verano.

Proporcionan la posibilidad a los niños de la Quinta Suiza, esparcidos en los cinco continentes, de visitar la patria de sus antepasados, sus raíces, de (re)descubrir o afianzar su identidad suiza.

Si la familia de un niño suizo en el extranjero no puede financiar su viaje a Suiza, es apoyado con fondos de la Fundación.

Un objetivo de la SJAS es que todos los niños suizos en el extranjero puedan aprovechar su oferta por lo menos una vez.

Para ello dispone de un presupuesto de medio millón de francos, que provienen de 22 comités cantonales, donaciones y contribuciones federales.

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