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“Agradezco el apoyo suizo a mi película”

'Matar a un hombre', de Alejandro Fernández. Fiff.ch

El realizador chileno Alejandro Fernández Almendras vuelve a tierras helvéticas con su última película bajo el brazo. ‘Matar a un hombre’ es una de las doce cintas que se disputan el premio principal del Festival de Friburgo.

Acaba de estrenarse, pero ya cuenta con un extenso palmarés. En enero pasado, ganó el premio del jurado a la mejor ficción realizada fuera de Estados Unidos en el Festival de Sundance. El año pasado, fue finalista en la sección Cine en Construcción de San Sebastián y se alzó con el premio Carte Blanche de Locarno, una ayuda para la finalización del filme. Y en 2012, fue seleccionada por el Atelier Cinéfondation en Cannes.

“Mi presencia en Friburgo representa una suerte de agradecimiento por el apoyo suizo a mi película, tanto de Locarno como de la fundación Visions sud est que fue bien generosa”, señala Alejandro Fernández.

Su presencia en sucesivos festivales internacionales, explica a swissinfo.ch, es un ejercicio importante para cualquier realizador. Tanto para confrontarse con públicos diferentes como para abrir puertas a la distribución comercial.

Es parte de un esfuerzo común a muchos directores independientes latinoamericanos que intentan abrirse camino más allá de sus fronteras culturales y lingüísticas.

Muerte, venganza, arrepentimiento

Con un presupuesto de cerca de 400.000 dólares y Daniel Candia en el papel protagonista, aunque la mayoría de los actores son aficionados, Alejandro Fernández tardó casi cuatro años en concluir este proyecto.

“No pretendía hacer una película políticamente correcta, sino meterme en la piel, en la mirada subjetiva de Jorge”, que, hastiado por el acoso hacia su familia por parte del delincuente Kalule, decide matarlo.

“Me interesaba también plantear el tema de la justicia”, que en las circunstancias que presenta el filme, “nunca va a poder actuar integralmente, ni en el país en que mejor funcionen la policía y las fiscalías”.

La fuerza del escenario prima en la obra. Durante los primeros 40 minutos el espectador sufre, junto con Jorge y su familia, la angustia y la rabia por el acoso cotidiano. Y luego del asesinato, los caminos se abren. Posiblemente en la misma sala sean muy diversas las visiones del público sobre la mejor resolución de un drama tan complejo.

Sin embargo y así lo plantea la cinta chilena, la venganza personal no resuelve “la maldición que vive esa familia”, afirma el director y guionista de esta película inspirada en hechos reales ocurridos en su país.

Cuando al autor del homicidio le preguntaron en el juicio si en circunstancias similares volvería a cometer el delito, su respuesta fue contundente: “No, porque ahora sé cómo uno se siente cuando ha matado a alguien”, recuerda Fernández.

Cine chileno

El éxito que han registrado en los últimos años en Europa películas chilenas como No, de Pablo Larraín, o Gloria -Oso de Plata a la actriz Paulina García en la Berlinale 2013-, de Sebastián Lelio, parecen evidenciar la buena salud de la producción cinematográfica en ese país sudamericano.

“Se vive un excelente momento de crecimiento”, confirma Alejandro Fernández. “Tal vez, la virtud principal de la producción chilena actual es su gran diversidad”.

Tanto No como Gloria ilustran el trabajo de directores con visiones, temáticas y preocupaciones muy diversas. “Yo, más allá de los temas, me intereso más por representar una clase media baja, poco presente en la pantalla. Cada director tiene su interés principal y busca la mejor manera de llevarlo a cabo. De toda esa diversidad nace la riqueza del momento actual de nuestro cine nacional”.

¿Un cine menos politizado que en las décadas precedentes? “El cine es siempre político. No hay que olvidar que es un arte, y como tal, se debe a un aspecto formal más que a discursos evidentes, responde.

De ahí la importancia, según Fernández, de muchas de las producciones independientes chilenas y latinoamericanas que “cuestionan el paradigma tradicional del cine hollywoodiense y, por lo tanto, son expresiones válidas y actuales de cierta resistencia cultural”.

La edición de este año incluye 126 filmes de 46 países. 81 largometrajes, 46 cortos. Cinco son estrenos internacionales, diez estrenos europeos y 66 estrenos suizos.

De América Latina se exhiben 16 películas -entre cortos y largometrajes- de Argentina, Cuba, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay.

En la competición oficial figuran: Matar a un Hombre (Chile) de Alejandro Fernández Almendras; Pelo Malo (Venezuela), de Mariana Rondón y El Cerrajero (Argentina), de Natalia Smirnoff.

Dos de los cinco miembros del jurado internacional son latinoamericanos: Daniela Michel, directora del festival de Cine de Morelia (México) y Alejandro Fadel, realizador argentino, cuyo filme Los Salvajes ganó en 2013 el Premio especial del Jurado en el Festival de Friburgo.

La edición de este año incluye un homenaje al cine iraní; una sección diáspora propuesta por el jugador suizo-ruso de hockey Slava Bykov; así como las retrospectivas sobre Madagascar (tierra incógnita) y la animada por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne.

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