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Los riesgos de la ayuda humanitaria espectacular

Convoy humanitario durante las inundaciones de 2004 en Haití. CICR

Cada año millares de personas reciben ayuda humanitaria. Para captar la atención de medios de comunicación y donadores, las organizaciones emprenden una competencia a veces peligrosa.

La exposición ‘Gran premio de la catástrofe’, en el Museo de la Cruz Roja, en Ginebra, invita al público a interrogarse sobre la importancia pero también sobre el exceso de algunas intervenciones.

Una pequeña exposición para plantear grandes interrogantes: a veces, algunas palabras e imágenes bastan para interpelar y lanzar una mirada diferente sobre la realidad.

Es lo que muestra el Museo Internacional de la Cruz Roja de Ginebra (MICR) con su primera exposición totalmente dedicada a las catástrofes naturales. Un evento que pone en evidencia la gran carrera contra-reloj de las organizaciones humanitarias para responder con urgencia al desamparo y a las tragedias colectivas que golpean el planeta.

“Queremos incitar al público a reflexionar sobre el papel de la ayuda humanitaria en caso de catástrofe natural, a comprender su valor pero también, a pensar en el desarrollo y en las perspectivas de esa acción”, explica Roger Mayou, director del MICR.

Aumento inquietante

La exposición lleva al visitante a seguir el desarrollo ‘natural’ de la tragedia: anuncio de la catástrofe por las radios y las televisiones, llamados a la solidaridad lanzados a la comunidad internacional, aflujo de dones, ayuda urgente prodigada para salvar el mayor número posible de vidas, envío de expertos encargados de evaluar la amplitud del drama y transporte de material sanitario: víveres, tiendas y coberturas.

Una carrera desenfrenada que se desarrolla ante nuestros ojos, a intervalos cada vez más reducidos. En 1976, por ejemplo, se registraron 280 catástrofes naturales de una cierta importancia: inundaciones, huracanes, terremotos, derrumbes y erupciones volcánicas.

Después, su número subió de manera exponencial. En 2006, pasamos a 850 catástrofes, que costaron la vida a 134 millones de seres humanos. Estas cifras podrían aumentar en el curso de los años a venir. “Los cambios climáticos desencadenaron fenómenos naturales que amenazan a numerosas poblaciones en los cuatro puntos cardinales”, precisa Roger Mayou.

Para permitir al público experimentar la potencia de esos fenómenos, un simulador sísmico fue instalado en el corazón de la exposición. Se trata de una cinta móvil que descarga sacudidas semejantes a las provocadas por terremotos registrados en Francia, Argelia y Turquía.

Demasiada ayuda ahoga la ayuda

Un fenómeno natural, recuerda el MICR, no es una catástrofe en sí. Lo deviene cuando golpea a una población vulnerable que no dispone de los recursos necesarios para superar la prueba.

Necesaria y legítima desde el punto de vista ético y práctico, la intervención humanitaria se convirtió en una especie de ‘Gran premio de la catástrofe’, como permite advertir el título de la exposición. Cada vez más, las organizaciones humanitarias son absorbidas por lo que se podría llamar una competición global que busca aumentar su visibilidad, captar la atención de los medios de comunicación y estimular la generosidad de los donadores.

La acción humanitaria se parece a veces a un gran desembarco internacional de medios y de proyectores de la actualidad, relegando las verdaderas necesidades de las víctimas al segundo plano. Cuanto más importante es la cobertura mediática, más afluye el dinero. Pero esta abundancia de medios y de actores movilizados puede también generar problemas de coordinación.

“Tales disfunciones aparecieron particularmente tras el maremoto de 2004. Por razones vinculadas, entre otras, al interés mediático, todas las organizaciones quisieron estar presentes en el lugar, incluso cuando carecían de la experiencia y la habilidad necesarias para enfrentarse con este tipo de situación”, añade Roger Mayou.

Así, la exposición recuerda que el 60% de los medicamentos expedidos a los países de Asia golpeados por el maremoto no correspondía a las necesidades de la población. De esa manera, centenares de toneladas de medicinas debieron ser incineradas: una catástrofe logística e incluso ecológica.

Profesionalismo al exceso

Para los profesionales de la ayuda humanitaria, las palabras ‘compasión’, ’empatía’, ‘generosidad’ y ‘solidaridad’ dejaron paso a una nueva terminología, respondiendo a una lógica más técnica: ‘búsqueda de fondos’, ‘recaída en términos de imagen’ o incluso, ‘control’.

Algunas organizaciones llegaron incluso a pedir a las víctimas del maremoto rellenar formularios de ‘retroalimentación’, con el fin de sondear su grado de satisfacción respecto a los servicios con los que fueron beneficiados en respuesta a la catástrofe.

La aparición de tales métodos invita a reflexionar y demuestra una vez más que frente a la tragedia, no todos los habitantes del planeta Tierra son iguales.

“Entre el maremoto espectáculo y el maremoto silencioso que viven, en particular, tres millones de niños que mueren cada año de malaria en los países pobres, la compasión humana se traslada masivamente al primero”, lamenta el filósofo Jean-Pierre Dupuy.

Una catástrofe humanitaria.

swissinfo, Armando Mombelli
(Traducción Marcela Águila Rubín)

El Museo Internacional de la Cruz Roja fue inaugurado en 1998. Desde su apertura, más de 1,5 millones de personas lo han visitado.

El Museo propone una exposición permanente que retraza el nacimiento y la historia de la ayuda humanitaria, de la batalla de Solferino a las guerras mundiales del Siglo XX, de los Convenios de Ginebra a las actividades actuales del Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

La exposición temporal ‘Gran premio de la catástrofe’ estará abierta hasta el 27 de enero de 2008.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) fue fundado en 1863, como organización neutra e independiente, por el ginebrino Henry Dunant (Premio Nobel de la Paz 1901).

El CICR es la más antigua organización humanitaria. Está en el origen de la creación del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, lo mismo que del derecho humanitario establecido por los Convenios de Ginebra.

El derecho internacional define el mandato del CICR, que se ocupa en particular de la ayuda a las poblaciones civiles y a los heridos durante conflictos armados, personas detenidas durante las guerras o encarceladas por motivos políticos.

La organización humanitaria basada en Ginebra generalmente no interviene en el marco de catástrofes naturales. Puede sin embargo asumir un papel de coordinación de las actividades desplegadas por las sociedades nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Ese fue el caso, en particular, tras el maremoto de 2004.

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