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Los friburgueses de Punta Arenas

El escritor Roger Pasquier frente a la placa conmemorativa de esos primeros colonos en Punta Arenas. swissinfo.ch

Decenas de personas vinculadas a Suiza aterrizaron en esta ciudad -que acogió hace más de cien años a colonos provenientes de Friburgo- para festejar la inauguración del museo Alberto Baeriswyl Pittet.

Nombres de calles, barrios, el cementerio y un museo al aire libre conservan las huellas de estos inmigrantes en Punta Arenas. swissinfo los acompañó en este recorrido por el legado suizo.

Punta Arenas es otro mundo. No solo para un extranjero, que debe recorrer varios miles de kilómetros para llegar hasta esta región -punto de partida a una serie de destinos turísticos, como Torres del Paine- sino también para los propios chilenos, que se encuentran con una ciudad climática, arquitectónica y demográficamente muy distinta a al resto del país.

Gran parte de sus habitantes son descendientes de inmigrantes europeos, entre los que destacan croatas (un 50% de la población tendría estos orígenes) alemanes, franceses, italianos, ingleses y suizos, algo muy poco frecuente en Chile.

Los helvéticos -la mayoría provenientes del cantón de Friburgo- llegaron a esta región a fines del siglo XIX, tras un contrato con el Gobierno chileno, que les entregó algunas hectáreas de tierra, a cambio de que las hicieran productivas para el cultivo y la ganadería.

De ello ha pasado casi un siglo y medio, pero la ciudad aún conserva las huellas de aquellos primeros colonos; calles, villas, plazas, restaurantes y el cementerio de la ciudad son algunos ejemplos.

A 13.330 kilómetros de Friburgo

La inauguración simbólica de este museo fue, entonces, la mejor ocasión para reunir a casi un centenar de personas vinculadas con la Confederación Helvética en este punto extremo de Chile, a más de 3 mil kilómetros al sur de Santiago.

Simbólica, pues aunque el museo aún no entra en funcionamiento, ya concluyeron los trabajos de restauración de la casona de administración Puerto Yartou, parte fundamental de este proyecto que contó con el apoyo del cantón de Friburgo, del Gobierno de Chile (a través del Fondo de las Artes, Fondart) y de la Embajada Suiza.

El contingente más grande de visitantes provenía de la IX región de la Araucanía, pero también había representantes de la región de Valparaíso y de la misma Punta Arenas, como la extensa familia Baeriswyl; siete hermanos y sus respectivos hijos, y miembros de la familia Pittet.

Desde Suiza, personajes como Isabelle Chassot, Consejera de Estado del cantón de Friburgo, Roger Pasquier, autor de libro “Los friburgueses y sus descendientes en la Patagonia chilena” y representantes de la comuna de la Joux (lugar de procedencia de la inmigrante Marie Pittet, cuya singular historia inspiró el libro de Pasquier).

El cuadro lo complementaban la embajadora Yvonne Baumann, el cónsul Florian Köppel y Veronika Fischer, coordinadora del programa Presencia Suiza en Chile.

Con el sello Baeriswyl

Las actividades en Punta Arenas comenzaron dos días antes de la inauguración del museo e incluyeron cenas campestres (el famoso cordero magallánico al palo) y un recorrido por lugares significativos de la ciudad.

Entre ellos, el cementerio Sara Braun, patrimonio histórico que con sus fantásticos mausoleos y parques posee un valor arquitectónico muy particular.

Allí, entre enormes cipreses, reposan las principales familias que dieron origen a toda la población de la región. Allí mismo están las lápidas de los colonos suizos, como los de la familia Baeriswyl.

A la antigua usanza

La siguiente parada fue la Plaza Friburgo, donde una placa conmemorativa recuerda la llegada de los helvéticos. Fotografía obligada para todos los asistentes a este encuentro.

Las calles del sector también rememoran los nombres de los pioneros, entre ellos, los Davet, Zbinden y, por supuesto, los Pittet y Baeriswyl.

Un punto importante del recorrido fue el Museo del Recuerdo, una muestra al aire libre que incluye carruajes, maquinarias, herramientas y todo tipo de elementos de época que permiten reconstruir la historia de los pioneros.

“Esta casa era de mi abuelo” comentaba, orgullosa, una joven integrante del grupo. Efectivamente, la vivienda y los objetos en su interior pertenecieron a Erwin Neracher, quien formó parte de la última generación de inmigrantes a la región.

Un poco más allá, en el pabellón Joseph Baeriswyl, podían apreciarse los implementos de la relojería que perteneció a este colonizador y los artículos de farmacia del químico farmacéutico Dante Baeriswyl Romualdi, hijo de Joseph.

María Isabel Baeriswyl -la menor de los siete hermanos y dueña de la chocolatería y salón de té “La “Chocolatta”, en Punta Arenas- relataba con entusiasmo detalles de estos negocios familiares y los esfuerzos que han puesto en conservar estos objetos.

Ella será quien, horas después organizará ‘con precisión suiza’ el almuerzo campestre en la hacienda Baeriswyl, lugar en que finalmente se efectuó la inauguración simbólica del museo Alberto Baeriswyl Pittet, luego que el viento hiciera naufragar los intentos por celebrar este acontecimiento en el mismo lugar de los hechos; Puerto Yartou.

¿Un legado que persiste?

Una vez en la hacienda familiar, Carlos Baeriswyl -otro de los hermanos- muestra su gran colección de botellas antiguas, ‘pequeñas joyitas’ que ha encontrado durante excavaciones en la zona, y a través de las cuales ha ido reconstruyendo la historia de esta ciudad, desde esta singular perspectiva.

“No ha sido fácil investigar el origen de cada una de las botellas, pero es un trabajo que me fascina, porque cada una tiene una historia que contar. Por ejemplo, en esta botella pequeña venía un líquido que en el siglo pasado se usaba para calmar a los bebés… y muchas madres también lo tomaban”, relata.

En su vivienda se alojan también muchos recuerdos familiares, desde fotografías, hasta muñecas antiguas. Todo con el afán de preservar la historia familiar. La misma que intenta conservar María Teresa Bohn Baeriswyl, la gestora del proyecto del museo; María Isabel, con sus chocolates al estilo suizo; Dante Baeriswyl, el arquitecto que restauró el museo y que se ha especializado en reconstruir la historia patrimonial desde la arquitectura. O Fernando Baeriswyl, el agrónomo que participó en la investigación que intentó determinar si la “vaca friburguesa perdida” aún se encontraba en Punta Arenas.

A partir de estas historias como éstas, no queda más que concluir que, verdaderamente, los colonos friburgueses aún viven aquí, en el fin del mundo.

Desde 1875 y hasta fines del siglo XIX, varias familias friburguesas emigraron al sector de Magallanes (Punta Arenas y alrededores).

En 1908, Alberto Baeriswyl Pittet, hijo de inmigrante, creó en Puerto Yartou la fábrica maderera más austral del mundo.

Rápidamente, esta pequeña empresa se transformó en un centro económico que atrajo a mucha gente y estimuló el desarrollo de un poblado.

Pero en la década de los 30, el pueblo comenzó progresivamente a desaparecer y como vestigio, quedaron unas 80 viviendas.

El clima, la desolación y la falta de protección al lugar fueron deteriorando las construcciones. María Teresa Bohn Baeriswyl, nieta del fundador de este pueblo inició el proyecto para conservar y restaurar del único testimonio vivo; la casona de administración de esta factoría maderera.

El proyecto Museo Alberto Baeriswyl Pittet MABP comenzó en 2008, con la adjudicación del concurso público FONDART, para realizar el estudio previo a la restauración y valorar el estado y la relevancia de su arquitectura de tipología colonial pionera.

En 2009, se creó la Fundación Puerto Yartou, para asumir las tareas de restauración y formación del museo.

Para el 2011 y 2012 se planea realizar el estudio arqueológico, histórico y de flora y fauna de la zona, con el objetivo de levantar la información necesaria y desarrollar en profundidad el proyecto museográfico y, posteriormente, producir y montar la exposición.

En la región de Magallanes hay unas 55 familias de ascendencia helvética, siendo los Pittet, Baeriswyl, Davet y Harambour las más numerosas.

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