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Pensando el jazz del mañana

La Swiss Jazz School es la primera institución europea en ofrecer cursos continuados y formación en música improvisada. swissinfo.ch

El edificio en la Eigerplatz pasa desapercibido tras un supermercado, pero al acercarnos escuchamos vertiginosas escalas de saxo que salen de sus sótanos. Este lugar fue conocido hasta hace cinco años como la Swiss Jazz School de Berna, la más antigua institución de su estilo en Europa.

Fundada en 1967, fue la primera que propuso formación académica para músicos populares con énfasis en el jazz y la música improvisada. Hoy, forma parte de la rama de Música de la Escuela Universitaria de las Artes de Berna.

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Dar a conocer la música europea

“Esta escuela nació de una iniciativa de músicos locales activos en el jazz que querían profesionalizar una tradición. Durante años se dedicó a la preservación del be-bop (estilo de los años 50) y la gran tradición del jazz americano”, explica a swissinfo.ch su directora, Valérie Portmann.

Hoy, el Departamento de Jazz cuenta con 87 alumnos a tiempo completo en sus dos grados de formación: Bachelor (3 años) y Master (2 años). Al llegar a este nivel, los estudiantes eligen una de las tres ramas: interpretación, pedagogía o composición.

Tras concluir su formación, “muchos alumnos se dedican a la enseñanza”, explica Valérie Portmann. La vida profesional de un músico de jazz en no debe ser fácil. “Aunque Suiza es un país pequeño, su escena musical es muy dinámica. No ganan mucho dinero, pero trabajo no les falta. Los músicos que optan por la interpretación se convierten en líderes de sus bandas, acompañan a otros músicos o proponen sus propios proyectos”.

Portmann no es una persona conformista ni anclada en las tradiciones. De hecho, sus posiciones pueden parecer provocadoras: “Un error de los programadores de conciertos en Suiza es obsesionarse con la escena musical americana, sin darse cuenta de que en Europa se desarrolla una música propia, pujante y muy creativa”.

En su opinión, algunas de las músicas más interesantes del momento se desarrollan en países como Suecia, Dinamarca o Suiza.

“Suiza es reconocida por una escena de jazz abierta y rica, con foco en las tendencias más contemporáneas”, afirma, mientras acompaña a swissinfo.ch a presenciar una clase magistral.

“Muchos músicos europeos vienen a nuestra escuela buscando una visión musical más moderna y difícil de encontrar en sus países de origen, donde la educación sigue centrada en el virtuosismo y el jazz clásico. Otra razón es la calidad de nuestros profesores”.

Llegamos a una sala donde un trio de músicos veteranos interpreta y explica sus arreglos a jóvenes músicos. La escuela de jazz acoge en estos momentos estudiantes llegados de Rusia, Polonia, Bulgaria y Alemania.

La lengua oficial de la institución es el alemán, aunque hay tolerancia (al principio) para quienes hablen francés e inglés. Pero luego se exige un nivel mínimo de alemán B2.

En cuanto a los costos, la escuela no es muy cara dado que está subvencionada: La matrícula semestral se eleva a unos 750 francos suizos por alumno para formación a tiempo completo.

Heinz Bigler y Toni Hostettler fundan la Swiss Jazz School (SJS) en 1967.

En 1972, la escuela se transforma en institución independiente y recibe el apoyo de la ciudad y el cantón de Berna. La SJS se convierte en la primera escuela europea en ofrecer cursos continuados y formación en música improvisada.

En 1988, la SJS se incorpora la Escuela Universitaria de Música y Teatro de Berna. A partir de 2003, pasa a formar parte de la nueva Escuela Universitaria de las Artes.

En 2007, la institución celebra su cuarenta aniversario, lo que la convierte en la más antigua dedicada al jazz en toda Europa.

Una música hecha de verdad y honestidad

Desde que asumió el mando de la institución en 2006, el modelo tradicional de enseñanza dio un giro. Valérie Portmann ha ganado adeptos… y no pocos enemigos.

“Un problema de muchos músicos es que tocan de memoria todo el repertorio clásico americano, pero son incapaces de desarrollar ideas propias”, comenta antes de soltar una reflexión provocadora. “No me gusta la palabra jazz para definir nuestra escuela. ¿Por qué llamarlo jazz? Yo prefiero hablar de un laboratorio de músicas improvisadas. Lo importante es la calidad, y no las etiquetas o los estilos”.

La Escuela Universitaria de Artes de Berna junta a músicos con actores, directores de ópera o expertos en comunicación visual para un mismo proyecto. “Así se acostumbran a trabajar con otras formas creativas y no están aislados. Creo en un enfoque transdisciplinario, pues los músicos no pueden trabajar solo en su música. Quiero apoyar esta forma transversal de pensar el arte. Hoy es difícil sobrevivir para un músico que desconoce la electrónica o las artes visuales. Hace falta una actitud abierta ante la creación”, explica Portmann.

¿Sus visiones algo transgresoras cuentan con el favor del público? “Totalmente. Contamos con entusiastas respuestas del público, aunque a veces tenemos problemas con los puristas y algunos medios de comunicación”.

Otra pregunta inhabitual que se hace Portmann es qué interés tiene ver al músico en escena. “Pienso que hay elementos enriquecedores que se pueden incorporar al concierto, elementos visuales que aporten algo a la música. Ver al músico tocar puede ser interesante, pero creo que el intérprete no tiene que necesariamente ser el centro de atención”.

En su opinión, una buena formación musical debe incluir la vida, el arte, la filosofía e incluso la política. “Como músico debes ser capaz de hacer una declaración personal. Un ex alumno de esta escuela como el pianista Colin Vallon tiene éxito a escala internacional porque toca lo que él ES. Toca su verdad con honestidad e integridad. Ese es el secreto de la buena música”.

Nació en Zúrich en 1958.

Es concertista de piano clásico y terminó sus estudios con Sava Savoff en 1981 en su ciudad natal. Posteriormente, estudió en la institución que ahora dirige al tiempo que daba cátedra en la escuela Rämibühl de Zúrich.

Desde 1995 se dedica a actividades de gestión y gerencia cultural. En particular, se ocupa de la programación del Mood’s de Zúrich hasta 2006. Desde entonces dirige el Departamento de Jazz de la Escuela Universitaria de las Artes de Berna.

Participó en la Exposición Nacional Suiza 02 en el campo de proyectos relacionados con el jazz. Tiene igualmente experiencia en periodismo cultural.

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