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Urban Blank: un peregrino del arte entre Chile y Suiza

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Quería hacer su propio camino en el arte y eso lo llevó a abandonar el taller de arte religioso de su padre, a recorrer diversos países y a vivir increíbles experiencias.

Ex profesor de la Aldea Pestalozzi y sobreviviente al bombardeo de la Academia de Arte en Múnich durante la II Guerra Mundial, acaba de recibir un reconocimiento en su natal Wil, en San Gall.

A punto de cumplir 85 años y a 50 de haber llegado a Chile por primera vez, las manos de este escultor continúan dando vida a los trozos de madera que llegan a su taller de la comuna de Ñuñoa, en Santiago. Recuerda claramente el origen e historia de cada una de ellas, así como los pasajes de su vida y obra.

“Nací en el taller de mi padre, viendo toda esa gente trabajando; talladores, carpinteros, pintores”, dice, al tiempo que muestra antiguas imágenes de Anton, su padre y su madre Paula Jenny, quien falleció cuando él tenía dos años de edad.

Pero si se le pregunta por el premio que recibió a fines de 2006 en su ciudad natal, sus palabras son más modestas, aunque admite que allí siempre fue reconocido.

“En Wil me conocen desde niño, hay obras mías al lado del colegio donde estudié, en el cementerio, y en otros lugares, esas cosas hablan por uno”.

Sandra Espinoza, artista plástica chilena y esposa de Blank agrega que “la ceremonia fue muy bonita, emotiva. Se nos acercaron personas que traían pequeñas esculturas que Urban había hecho cuando era casi un niño y que ya ni recordaba”.

En bicicleta a Múnich

Varias de aquellas obras fueron esbozadas en el taller paterno, donde Blank ejercitaba también el dibujo, la pintura y el tallado. “Muchos visitantes iban, miraban mis esculturas, que eran muy flacas porque mientras no quedaran bien, más y más disminuían. Al final, todas eran muy flacas y la gente decía ‘todavía no está bien, pero la necesito, está mejor que la que tenemos’, rememora de sus comienzos.

Fue allí que conoció a su maestro Alfons Magg, quien lo incentivaría a explorar las nuevas tendencias en el arte religioso, a perfeccionarse en Zúrich y, más tarde, en la Academia de Arte en Múnich, donde siguió sus estudios hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Múnich, Roma, Santiago…

Durante esta caótica época, Urban Blank también comenzó a desarrollar la idea de dedicarse en el futuro a la enseñanza del arte.

El bombardeo en Múnich le ha dejado huella: “A mí, junto con otros estudiantes- nos pagaban por cuidar la academia en caso de incendio. Un día el síndico nos sacó y de pronto vino una fuerte explosión.”

“Salí con algunas heridas y mucho miedo; otros que ya estaban afuera me preguntaron qué había pasado, pero yo no podía hablar. Todo estaba destruido; las ventanas en el suelo, las esculturas y el olor azufre en el aire. Arriba en los muros colgaban algunos cuadros. Un mes más tarde volví a Suiza después de muchas dificultades… fue como un milagro”, rememora el artista suizo.

De nuevo en su tierra natal tuvo que adaptarse a una vida más convencional, esperando el momento de poder volver a Alemania. “Recorrí en bicicleta desde Wil a Múnich, unos 300 kilómetros, para inscribirme de nuevo en la Academia”, relata.

En 1948, en recuerdo de sus vivencias en Múnich surgió ‘El peregirno’. Al respecto, el propio escultor explica: “Nació en memoria de lo que vi en la guerra mundial y también porque yo mismo me siento un peregrino en esta vida.”

En dos ruedas

También en dos ruedas fue el viaje que hizo desde esa ciudad alemana a Roma, Italia, para conocer más sobre el arte sacro, esta vez con un amigo estadounidense que estudiaba en la Academia.

Posteriormente, este joven lo invitaría a Estados Unidos, donde además de trabajar en el departamento de arte de Rochester, se le presentó la oportunidad de concretar su sueño de viajar a Sudamérica y conocer la cultura incaica, tema que le apasionaba desde años atrás.

Sin saber una sola palabra de español, desembarcó en Chile y decidió quedarse allí – asegura- maravillado por el paisaje campestre de aquel entonces. Comenzó a mostrar su trabajo en el Parque Forestal, en Santiago, donde fue descubierto por Nemesio Antúnez, destacado artista nacional.

Su papel de maestro en Santiago

No pasaría mucho tiempo para que comenzaran las exposiciones del artista suizo con apoyo del Ministerio de Educación y la Embajada. Reconociendo su gran talento, esta última institución le ofreció contratarlo como profesor de Dibujo y Trabajos Manuales en el Colegio Suizo de Santiago, previo a un curso de perfeccionamiento que debía realizar en su país de origen.

Blank se desempeñó en esta labor desde 1962 hasta 1974, inspirando a muchos estudiantes –hoy reconocidos artistas- a ‘explorar los caminos del arte’.

Nuevos viajes entre México, Múnich y Santiago le permitieron perfeccionarse y dar vida a más esculturas. A partir de 1975 trabajó como profesor de educación del arte en la Aldea Pestalozzi, en Trogen, donde fue muy elogiado por la creatividad y el interés que desarrolló en sus alumnos.

“Necesito esa lucha con el material”

El artista considera “brutal” el uso de herramientas eléctricas en la técnica de esculpir y tallar los diversos materiales con los que trabaja.

“Yo necesito esa lucha con el material. Ese tiempo de trabajo lento siempre ha sido lo más creativo del camino, donde puedo pensar sobre mi vida, mi pasado y el futuro. Con el ruido de una sierra por ejemplo, me destruiría completamente ese pensamiento”.

Durante su labor en la Aldea Pestalozzi -surgida para recibir a los huérfanos de la Segunda Guerra Mundial y posteriormente a otros menores en necesidad- recuerda: “Siempre me preguntaban de dónde sacaba tantas ideas, la verdad es que éstas surgían de la conversaciones que yo tenía con los niños, no de la imposición”.

Así fue como nació el libro “Niños de todo el mundo pintan en la aldea Pestalozzi su historia sobre un botón”, entre otras creaciones. Fue en esa época también que uno de sus alumnos afirmó que “los cuadros que pintamos con él vienen de su alma”.

En 1987, luego de doce años de labor, se jubiló y regresó a Chile, donde reside hasta hoy, aunque realiza constantes viajes a la Confederación Helvética.

swissinfo, Mariel Jara, Chile.

Urban Blank nació en 1922 en la comuna de Wil, en el cantón suizo de San Gall, al nordeste helvético.

En 1937 inició el aprendizaje de su oficio como escultor en madera.

Perfeccionó su técnica con Alfons Maag y después realizó un viaje a Roma, su primer contacto con el arte antiguo.

En Wil se encuentran buen número de sus obras, como la estatua ‘Christophorus’ de 4 metros de altura, que recibe al visitante en la entrada este de la parte antigua del poblado.

En 1957 emigro hacia Chile, regresó a Suiza en 1974 y desde 1987 vive de nuevo en Santiago.

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